Al ejército de parados que reclamaba el capitalismo desde los años setenta, se ha vuelto a añadir ahora el ejército de precarios y mal pagados.
En la España de Rajoy parece que nadie se quiere dar cuenta de la trascendencia del momento: No se amenaza a quien se quiere.
Gustavo Flaubert y, entre nosotros, Manuel Vázquez Montalbán dieron forma a ese concepto –educación sentimental- que nos ayuda a saber cómo hemos sido moldeados a través del tiempo.
Con semejante forma de entender el mundo y un bagaje intelectual cimentado en lecturas tan prolijas como “La envidia igualitaria”, es fácil adivinar por qué Rajoy es como es y preside como preside.
Vivimos unas horas críticas que anteceden a años turbios si no somos capaces de vislumbrar lo que se nos viene encima.
La política económica ejecutada por Rajoy lleva inevitablemente a la quiebra de la Seguridad Social y a la privatización de todos los servicios que presta.
Después de Fraga y Martín Villa ha sido el ministro que con más dureza ha utilizado a las fuerzas de seguridad para la represión ciudadana.
España lleva siglos sufriendo el patriotismo de quienes no han dudado en destruir la “Patria” a sangre y fuego cuantas veces han visto peligrar sus intereses.
Hoy el fascismo no viste de pardo ni de azul, no necesita ejércitos que sometan a los pueblos, viste de Prada y maneja el mundo a través de terminales de ordenador.
Ni un solo euro de los miles destinados a Grecia por los organismos europeos e internacionales, ha ido a parar a los ciudadanos griegos, a su Educación, Sanidad y Pensiones...
En 1953, Grecia perdonó a Alemania miles de millones de la deuda que el país que dio origen al nazismo ocasionó con la ocupación.
Todas las opiniones son válidas siempre que no se utilice la violencia pero opina como yo y nos evitamos problemas.
Uno de los principales anhelos de republicanos y socialistas españoles de los siglos XIX y XX fue conseguir elevar el nivel educativo del pueblo para que fuese dueño y señor único de sus destinos.
La mantis religiosa es un bello insecto originario de los países del sur de Europa al que la mitología seudopopular atribuyó costumbres un tanto extrañas.
A estas alturas nadie puede ignorar que Albert Rivera fue militante de Nuevas Generaciones del PP entre 2002 y 2006.