martes. 16.07.2024
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El título parafrasea el inicio del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Realmente en la actualidad el fantasma que recorre Europa, toda ella, es el de la ultraderecha. Desde el Atlántico a los Urales los planteamientos iliberales y antidemocráticos van avanzando.

Ya no hablemos de la situación en Rusia con un gobierno autocrático y despótico que trata de emular a la Rusia de los zares. Tampoco es un ejemplo Ucrania, cuyo régimen dista mucho de ser una auténtica democracia teniendo en cuenta su restricción de libertades políticas y sociales, todo ello disimulado por la guerra ante la invasión rusa y la ayuda occidental.

Pasando a la Unión Europea cada vez hay más gobiernos en manos de la ultraderecha como Italia y Hungría, y otros con participación o apoyo de la ultraderecha como Croacia, Eslovaquia, Finlandia, Países Bajos, y Suecia con el apoyo externo de la ultraderecha. Recordemos cómo algunos de estos países fueron ejemplo en un pasado no lejano de gobiernos progresistas.

Y aun es más grave analizar, al margen de Italia, la situación de los países más importantes del oeste europeo. Es el caso de España donde hay un gobierno progresista pero que en esta segunda legislatura tiene una mayoría más precaria y cinco de sus comunidades autónomas están cogobernadas por Vox, y con una derechización del tradicional PP.

Otra situación con cada vez mayores incógnitas es la de Alemania, el motor de la UE, donde la extrema derecha de AfD puede constituirse como segunda fuerza política después de la derecha democristiana, y veremos si resiste el cordón sanitario.

Por último debemos señalar la situación de dos grandes países como Gran Bretaña y Francia, donde recientemente se han realizado elecciones parlamentarias. Si analizamos los resultados, más allá de los titulares de la prensa veremos cómo la extrema derecha ha tenido importantes avances a nivel electoral.

En el caso británico se ha conseguido alcanzar un gobierno laborista pero si analizamos los resultados electorales del 2017 con los del 2024 observamos algunas paradojas interesantes derivadas de su especial sistema electoral mayoritario.

En las elecciones del 2017 los Conservadores lograron la mayoría con 13.667.213 votos, un 42,4% lo que comportó 318 escaños. Los Laboristas del “radical” Corbyn obtuvieron 12.874.985 votos con un 40%. y 262 escaños.

En las últimas elecciones recientemente celebradas, los Laboristas del “moderado” Starmer lograron 9.698.409 votos, un 33,7% y  412 escaños. Los Conservadores obtuvieron 6.824.809 votos, un 23,7% y sólo 121 escaños. La novedad es la aparición del partido Reformar RU del derechista Nigel Farage (el promotor del Brexit) que consiguió 4.114.287 votos, sólo 5 diputados pero con un 14,3% de los votos.

Resumiendo, la “gran victoria laborista” viene determinada por el sistema de elección mayoritario y que comporta paradojas como que Starmer con muchos menos votos que los que obtuvo Corbyn obtenga una gran mayoría absoluta. Y que la división de las derechas y su derechización hace que pierdan de forma rotunda pese a obtener 10.939.096 votos con un 38% de los votos. Todo ello nos lleva al hecho de que la mayoría  socialista se logra frente a una derechización social que obtiene en conjunto 1.240.897 votos más que los laboristas.

También resulta de interés analizar las recientes Elecciones parlamentarias en Francia. Las elecciones francesas se presentan como un fracaso de la ultraderecha que queda en tercer lugar frente al NFP y los macronistas que obtienen el primer y el segundo lugar en diputados. Pero la situación no es la misma si analizamos los votos, especialmente en la primera vuelta antes de los desistimientos en la segunda vuelta.

En la primera vuelta el Nuevo Frente Popular obtuvo 9.042.485 votos, un 28,14%. El partido de Macron obtuvo 6.820.446 voto, el 21,27%.  Mientras que la ultraderecha de Marine Le Pen obtuvo 10.647.914 votos, un 31,15% del total, es decir el partido más votado en voto popular.

Cabe destacar que en las Elecciones del 2022, Marine Le Pen obtuvo 4.248.616 votos, esto es un 18,68% del total de votantes. No hay duda que la comparación con las elecciones de hace dos años es clara. La ultraderecha crece un 12,47% de votos, que son en números globales 6.399.198 votos más. Lo que comporta un crecimiento espectacular y abre un futuro bastante negro respecto a la evolución de la política francesa.

Todo ello nos lleva a plantear que Europa, y especialmente la UE tiene ante sí una realidad política difícil que comporta que las políticas deben cambiar si no se quiere que en un futuro próximo la propia UE pueda explosionar ante el crecimiento de las ultraderechas ultranacionalistas, xenófobas y antidemocráticas y ante el rechazo a la UE de amplias capas de la población que la hacen responsable de su situación.

No hay duda que el conjunto de las fuerzas democráticas, no sólo las de izquierda, deberían reflexionar sobre la necesidad de modificar las causas de esta desafección hacia los partidos tradicionales.

La UE debe plantearse la urgencia de un cambio profundo de sus políticas que comporten un acercamiento hacia las necesidades de la mayoría ciudadana

La UE debe plantearse la urgencia de un cambio profundo de sus políticas que comporten un acercamiento hacia las necesidades de la mayoría ciudadana y no sólo centrarse en la macroeconomía. El camino sólo puede ir en una dirección, ante los retos de futuro cabe explicar claramente que los nacionalismos estatales existentes no pueden hacer frente a los retos de futuro, como la globalización, la mundialización de la economía, la digitalización, etc. Pero a la vez que eso solo no es suficiente. Es necesario un reforzamiento de la UE, y un reforzamiento del servicio a la ciudadanía europea. La ciudadanía europea da síntomas de miedo ante el futuro y esto lleva a una parte a refugiarse en propuestas ultraconservadoras irrealizables. Lo que se precisa es avanzar en la Unión, en la vía de la federalización de sus políticas, y en el avance de una Europa fiscal y  social que dé cobertura a las necesidades de su población. Federalización, Europa Social en subsidios, salarios mínimos, en condiciones de trabajo, etc. Una Europa fiscal, con un mayor presupuesto que supere el ridículo 1% actual sobre la riqueza del conjunto de las economías. Mayor participación democrática, con un gobierno y un parlamento que gobiernen  la UE, y si es preciso con una segunda cámara federal destinada a la representación de los estados miembros (de forma similar al actual Bundesrat de la Alemania Federal).

Poner a la ciudadanía en el centro y reforzar la democratización y federalización de la UE es imprescindible si se quiere evitar su deterioro y fracaso que sería sin duda el de toda su ciudadanía. O avanzar o fracasar este es el dilema de la UE. Más que pensar en ampliaciones debe consolidarse la actual Unión. Más  apretar y consolidar antes que abarcar más. Y por cierto la defensa de la paz debe ser un factor básico de la política europea, volviendo a los principios de los “padres fundadores” que crearon el embrión de la Unión para desterrar el fantasma de más guerras europeas.

Un fantasma recorre Europa y no es el comunismo