jueves. 18.07.2024
Eduardo Halfon
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Narrativa | JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS | @ibanezsalas

De 2024 es la espléndida novela del escritor guatemalteco Eduardo Halfon titulada Tarántula, la decimoprimera suya.

Biográfica, como la anterior suya que he leído, Duelo (algo que es marca de la casa), de 2017, deliberadamente inquietante como aquélla, también extraordinariamente escrita, asimismo capaz de envolverle a quien lo lea de una forma admirable y tranquila. Y breves ambas.

Así comienza Tarántula:

            “Nos despertaron a gritos.

Estábamos boca arriba en nuestros catres, dentro de la enorme carpa verde. Ninguno de los doce se atrevía a decir algo. Ninguno osaba moverse en su saco de dormir”.

El narrador-protagonista (el propio Eduardo Halfon) se traslada, nos traslada a su pasado infantil-adolescente, a “esa etapa tan antigua de los trece años en la cual un niño sigue haciendo cosas de niño mientras empieza a hacer sus primeras cosas de adulto”. Los tiempos de “empezar a deshacer el mundo heredado”, uno de esos “pequeños pasos paulatinos hacia construir uno propio”. 

“Pese a las arrugas y cicatrices y cirugías, la cara del niño que fuimos queda para siempre bajo la máscara del adulto que somos”.

Como Halfon, yo también me pregunto “si las imágenes que vemos en la infancia no son almacenadas en una bóveda distinta de nuestra memoria, una bóveda secreta, una bóveda protegida para siempre del paso de los años”: ¿cuántos recuerdos de nuestra infancia siguen en esa bóveda secreta, aparentemente olvidados, sólo esperando algo inesperado y simple que nos los devuelve de sopetón? 

Una sensación de fuga que Halfon confiesa en Tarántula seguir teniendo respecto tanto de su país de origen como del judaísmo

Además, ver o imaginar algo vienen a ser lo mismo para un niño: no lo olvidemos.

Los padres del narrador-protagonista le enviaron a él y a uno de sus hermanos, a finales de 1984, a un campamento en las montañas de Guatemala (cuando el país “seguía sumido en la violencia e inseguridad del conflicto armado interno”) para volver a acercarlos al judaísmo “a su judaísmo”, pero también para volver a acercarlos a un país que, tres años después de haberlo abandonado, yo consideraba ya extranjero y ajeno”. Una sensación de fuga que Halfon confiesa en Tarántula seguir teniendo respecto tanto de su país de origen como del judaísmo. Sí, el judaísmo, el ámbito mental, social, religioso también, pero menos, que preside la gran novela que es Tarántula.

Antes de leer Tarántula, me encontré con este comentario de Jimy Ruiz Vega (que en su excelente dietario El fescambre se define a sí mismo como un “letraherido aquejado de libropesía) en su muro de Facebook que suscribo por completo:

“Las novelas de Eduardo Halfon tienen el don de dejar en el lector esa estela rebosante de vivencias y memoria. Y eso se debe a su prodigiosa aventura literaria de indagación emprendida hace tiempo por el pasado de su estirpe familiar, sustentada en una prosa precisa, antirretórica y muy eficaz. Así es su literatura, recia: un proyecto narrativo de seguir explorando en la memoria y en la genealogía familiar, una búsqueda perpetua por encontrar hallazgos literarios. Tarántula es otra estupenda pieza más de esta novela en marcha que continúa con esa calidez narrativa y esa prestancia a que nos tiene acostumbrados para seguir confiando en el imaginario de su literatura”.

Me interesa mucho una de las muchas reflexiones brillantes de Eduardo Halfon en Tarántula, una que tiene que ver con la pregunta “ridícula y a la vez genial” que un periodista español le hiciera en una ocasión: ¿cuáles son los libros no leídos que más le habían influido como escritor?

Halfon ha conseguido crear una de sus abigarradas y fragmentadas novelas cosmopolitas sobre la identidad y la violencia llenas de tensión

Esos libros son la Torá y el Popol Vuh: “aunque jamás los he leído, no hay dos libros que, como hombre y como escritor, me hayan marcado más. Y es que no necesito leerlos, le dije, pues los he llevado siempre conmigo, escritos ambos en alguna parte muy dentro de mí. El libro de los judíos y el libro de los guatemaltecos, si se me permite esa simplificación, y si es que se les puede llamar libros a esas dos obras monumentales que representan y definen las dos grandes columnas sobre las cuales está construida mi casa. Pero una casa que yo, por alguna razón, desde niño necesitaba destruir o al menos abandonar”. Y sentencia: “Llevo toda una vida huyendo de mi casa”.

Por su parte, el escritor David Pérez Vega (quien me puso hace años sobre la pista del escritor centroamericano, y a quien considero un conocedor destacado de su literatura) escribe sobre Tarántula que, en ella, nuevamente “Halfon ha conseguido crear una de sus abigarradas y fragmentadas novelas cosmopolitas sobre la identidad y la violencia llenas de tensión”.

La memoria, la imaginación, ambas como eje particular de la novelística de Halfon, y de cualquier escritor, ¿verdad? “Osada y caprichosa” dice Halfon que es la imaginación, hasta el punto de que “puede inventarse un recuerdo y luego convertirlo en algo que percibimos como real” ¡Y qué poco importa! (Si no queremos explicar el pasado para comprenderlo cabalmente, claro, pero ese es el objetivo de la Historia, no el de la literatura.) 

            “Acaso una plegaria. Acaso nada”.

Tarántula. EDUARDO HALFON. Libros del Asteroide. Madrid, 2024. COMPRA ONLINE


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JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS. Escritor y crítico literario
 

 

Eduardo Halfon: ‘Tarántula’, se puede sentir el dolor leyendo una novela