domingo. 28.07.2024

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Jeffrey Winters estudió en el libro Oligarquía (2011), traducido al español en 2016, la historia de los más ricos, desde las oligarquías de la Antigua Grecia hasta los multimillonarios que hoy lideran el ránking de Forbes. Examinó las estrategias de las grandes fortunas para defender sus bienes y los problemas que su éxito está causando al mundo moderno. Han pasado ya trece años de su publicación, pero es plenamente vigente. 

En 2018, 62 personas tenían la misma riqueza que la mitad de los habitantes del planeta (unos 3.600 millones). En los Estados Unidos, los 20 más ricos tenían una fortuna equivalente a lo que poseían la mitad de los norteamericanos (unos 160 millones). Algo sin parangón en la historia de la humanidad. Un senador del imperio romano en la cima de la escala social, era 10 mil veces más rico que una persona promedio. En Estados Unidos los 500 más ricos tenían cada uno 16 mil veces más que un americano promedio. Ni siquiera en las épocas con esclavos, la riqueza estaba tan concentrada como hoy. 

Portada del libro ‘Oligarquía’
Portada del libro ‘Oligarquía’

En las últimas décadas, el debate público se ha desinteresado del aumento de la concentración, o lo que es lo mismo de la desigualdad, según el pensamiento económico dominante, para el que lo importante era y es el crecimiento económico. Robert Lucas, profesor de la universidad de Chicago y Premio Nobel de Economía 1995, es un buen ejemplo: “Entre las tendencias dañinas para una economía bien fundada, la más seductora y la más venenosa, es la de poner el foco en la distribución”, escribió en 2003. Winters sostiene, sin embargo, que, al olvidarse de la concentración, lo que se ha hecho es ignorar el poder político que esta genera. Advierte que a medida que la concentración crece, ese poder se hace más indomable, y que la voracidad del 1% más rico es consecuencia de la aparición de un poderoso actor: la industria de la defensa de la riqueza. Es “un ejército de profesionales muy preparados y bien remunerados, que piensan no solo en cómo hacer más ricos a sus empleadores, sino en cómo imponer políticamente las ideas que los benefician”. Ese ejército está al servicio de los oligarcas, concepto que explicará más adelante en una entrevista Winters.

En los Estados Unidos, los 20 más ricos tenían una fortuna equivalente a lo que poseían la mitad de los norteamericanos. Ni siquiera en las épocas con esclavos, la riqueza estaba tan concentrada como hoy

Esta industria surgió en Europa y América como consecuencia de las alzas tributarías con que los países buscaron financiar los gastos de las dos guerras mundiales y el Estado de bienestar. Desde entones su misión ha sido y es asesorar a los más ricos para neutralizar la amenaza redistributiva del Estado, por dos vías: desde centros de pensamiento y una extensa red de instituciones conservadoras que imponen: “la redistribución es económicamente dañina y éticamente injusta”; y desde bufetes tributarios en los que abogados y economistas diseñan complejas redes legales para que los más ricos oculten sus ingresos y bienes a los Estados. Un ejemplo. El economista de la Universidad de Harvard Gregory Mankiw, escribió en un artículo en 2013, En defensa del uno por ciento: “el grupo más rico ha hecho una contribución significativa a la economía y por ello se ha llevado una parte importante de las ganancias”. En las últimas décadas, las ganancias que se llevan, se habrían incrementado gracias a la revolución tecnológica que habría permitido que “un pequeño grupo de altamente educados y excepcionalmente talentosos individuos” obtengan “ingresos imposibles una generación atrás”. Mankiw escribió pensando en Steve Jobs y en los millonarios que han cambiado el mundo desde Silicon Valley. Pero estos planteamientos los cuestionó en su libro El Estado Emprendedor de 2013, Mariana Mazzucato, una de las más influyentes economistas actuales, al mostrar que muchos avances tecnológicos no se originaron en arriesgadas inversiones privadas, sino en cuantiosas inversiones públicas de las que los economistas no hablan. Se fija en el Ipad de Apple, que debe su “inteligencia” al gasto de EEUU en la carrera espacial. Bajar a Steve Jobs del Olimpo del producto de investigaciones de la industria de la defensa y de la exploración espacial estadounidense. Y todas ellas fueron financiadas con recursos públicos: las que permitieron crear Internet y el GPS, las pantallas táctiles, incluyendo el asistente por voz SIRI. El contar mal la historia de la innovación tiene un efecto económico-ético: facilita a las compañías apropiarse de las utilidades que generan los conocimientos financiados con recursos públicos. Por eso, cuando en 2013 Apple repartió dividendos para sus accionistas, Mazzucato argumentó que los contribuyentes estadounidenses poseían más derechos sobre esos ingresos que los accionistas. 

Los inéditos niveles de desigualdad actuales evidencian que la industria de defensa de la riqueza ha funcionado y sigue funcionando muy bien. Por ello, a la sociedad no le resulta estridente que existan desigualdades flagrantes. Asumimos que los exitosos se lo merecen. Y, junto a ello, la filosofía política ha sido incapaz de crear una teoría sobre la desigualdad admisible. Las “teorías de la justicia” de Rawls, Dworkin o Amartya Sen establecen el mínimo de bienes merecido por todos los ciudadanos. Pero nada de los límites de la desigualdad. Parece que, si la sociedad garantiza las mismas posibilidades a todos, algunos pueden enriquecerse sin límite. Una falta de idea alarmante. Sobre todo, porque el enriquecimiento escandaloso funciona desde ya, mientras que la igualación de los ciudadanos se demora. Necesitamos con urgencia una teoría política sobre las desigualdades admisibles. Sobre todo, porque la explosión de desigualdad está poniendo en crisis a nuestras democracias, cuya culpabilidad es de los oligarcas.

Jeffrey Winters
Jeffrey Winters

Por ello, merece la pena profundizar en las ideas fundamentales expuestas en el libro Oligarquía de Jefrey Winters, en una reciente entrevista publicada en Tercera Dosisun medio de la República de Chile que se autodefine como medio de difusión e investigación periodística y académica con altos estándares éticos, que ha sido realizada por Juan Antonio Guzmán, periodista, doctor en Ciencia Política. Coautor de cinco libros de investigación, entre ellos Los secretos del Imperio de Karadima (2012), La gran estafa: cómo opera el lucro en la educación superior (2014) y Empresarios Zombis, la mayor elusión tributaria de la elite chilena (2017). ¡Qué cantidad de pensamiento se genera en Sudamérica, que desde Europa menospreciamos!

El contar mal la historia de la innovación tiene un efecto económico-ético: facilita a las compañías apropiarse de las utilidades que generan los conocimientos financiados con recursos públicos

Winters define el concepto de oligarca y oligarquía. El oligarca no es cualquier rico, sino el que tiene suficientes recursos para gastar en la protección de su riqueza. La oligarquía es la forma en que esos ricos defienden su riqueza y cambia a lo largo del tiempo. En la Antigüedad, los oligarcas guerreros invertían en soldados y armas para mantener a raya a otros oligarcas. Winters argumenta que, en la modernidad, cuando aparece el Estado y este tiene suficiente fuerza para defender la propiedad y hacer cumplir la ley, los más ricos empiezan a gastar en otro tipo de ejércitos: abogados, contadores y economistas que los libren de la amenaza impositiva. Lo que quieren los oligarcas modernos es que ese Estado que protege su propiedad, se financie con los impuestos de los otros grupos sociales

El éxito del súper rico moderno se debe en gran parte a estos ejércitos de profesionales a los que llama “la industria de la defensa de la riqueza”, como he comentado ya antes. En su libro Oligarquía Winters describe su importancia así:

“Los oligarcas son los únicos ciudadanos en la democracia liberal que pueden perseguir sus objetivos políticos personales en forma indirecta, pero a la vez intensiva, ejerciendo influencia precisa a través de ejércitos de profesionales (abejas trabajadoras de clase media y media alta que ayudan a producir los resultados que los oligarcas buscan). Estos habilidosos actores trabajan todo el año como asalariados, como promotores y defensores de tiempo completo de los más importantes intereses oligárquicos. Su trabajo diario está completamente dedicado a obtener constantes victorias para los oligarcas y compiten vigorosamente por atraer el pago que los oligarcas ofrecen para defender su riqueza y sus ingresos. Estas fuerzas de profesionales y de defensores contratados no requieren de un vigorizante ideológico para seguir marchando y no sufren la fatiga de la movilización, desorientación ni son afectados por agendas transversales. Se les paga generosamente para dar su máximo esfuerzo año tras año, década tras década. Ninguna fuerza social o política que impulse políticas que amenacen a los oligarcas, puede competir con esta concentración y resistencia.”

Esta industria, dice Winters, hace a los oligarcas competidores sociales muy aventajados. No solo los provee de las ideas que favorecen la acumulación (los sindicatos son una amenaza, la desigualdad no es un problema importante, los impuestos son un robo) sino que actúan activamente generando esquemas tributarios para que sus clientes esquiven sus obligaciones tributarias sin sufrir riesgos legales.

Winters aborda el peligro que la movilización masiva tiene para los oligarcas. En teoría, la democracia puede hacer muy poco para contener el poder de los más ricos y de su industria. Pero la masa en la calle es una fuerza que los atemoriza y desorienta. Winters advierte en esta entrevista que como esas movilizaciones tienen corta vida, quienes quieren hacer cambios de fondo que reduzcan la desigualdad tienen que estar preparados para aprovechar la oportunidad. “La crisis va a ocurrir. Ocurre una y otra vez. El peor error que puedes cometer es que llegue la oportunidad y no estés preparado”.

Hoy los oligarcas son mucho más poderosos de cuando escribí el libro en 2011. Hoy son oligarcas audaces, visibles y agresivos; en la era de los oligarcas en tu cara. A lo largo de la historia trataban de no mostrar demasiado lo que tienen, especialmente en las democracias. Hoy, sin embargo, actúan con una audacia increíble, por ejemplo, entregando cantidades ingentes de recursos a los candidatos que les gustan. En Estados Unidos los llaman “mega donantes”, lo que es un término ridículo. (Estamos constatando en estos momentos en Estados Unidos, la importancia de los donantes para ambos candidatos, Trump y Kamala Harris). Ellos no están donando nada. Las personas normales donamos recursos, sangre, tiempo. Lo que ellos hacen es usar el poder que les da la riqueza para conseguir lo que buscan. También los vemos presentarse a las elecciones con más frecuencia que antes, como Trump. Esto implica que los oligarcas de todo el mundo se sienten más seguros.

Los oligarcas son los únicos ciudadanos en la democracia liberal que pueden perseguir sus objetivos políticos personales en forma indirecta, pero a la vez intensiva, ejerciendo influencia precisa a través de ejércitos de profesionales

Por eso, la sociedad habla más abiertamente de ellos que hace 10 años. Winters relata un hecho muy significativo:” Desde hace 15 años doy una clase en la universidad de Northwestern llamada Oligarcas y Élites, en donde abordo, entre otros tópicos, la forma cómo los oligarcas se relacionan con la democracia. Hace 15 años no era fácil convencer a los estudiantes de que los oligarcas existían, les sonaba a conspiración. Pero hace una década comenzó a producirse un cambio y hoy cuando doy la clase, ningún alumno duda de que existan los oligarcas. De lo que dudan es de que exista la democracia. En 15 años he visto cómo los oligarcas pasaron de no existir a ser lo único que existe, porque los estudiantes los tienen en la cara todos los días. Me dicen, “hay democracia sólo en las cosas que a los oligarcas no les importan, pero todo lo que les importa, lo controlan ellos”. Por otra parte, a estos oligarcas más descarados y visibles no les gusta que los llamen oligarcas. Prefieren que ese término quede para los millonarios rusos, como si “oligarca” se refiriera solo a dinero corrupto. Pero no significa eso, significa simplemente que eres poderoso porque eres rico. Ese es el sentido histórico de la palabra. Ellos prefieren que los llamen “creadores de empleo”, “titanes de la industria”, “mega donantes”, etcétera. Algunos hasta han llegado a entablar demandas a quienes los llaman oligarcas. Hoy hay una batalla por cómo vamos a llamarles, pero la palabra oligarca ha ido ganando influencia”.

A pesar del poder de las oligarquías ha ido avanzando una propuesta de impuesto sobre el patrimonio en Estados Unidos. Incluso el presidente Joe Biden ha empezado a hablar del impuesto a la riqueza. A nivel mundial, gracias a los trabajos de Thomas Piketty y otros economistas, ha ido ganando espacio un impuesto mundial sobre la riqueza y una propuesta de impuesto de sociedades a escala mundial, que es impulsada por varios países latinoamericanos en la ONU. 

La democracia y la oligarquía son capaces de coexistir bajo ciertas condiciones, pero la convivencia no siempre es fluida y puede producirse inestabilidad. Eso ocurre si los oligarcas se vuelven demasiado dominantes o si la democracia se convierte en una amenaza para los oligarcas. Este último caso es lo que pasó en Chile durante Salvador Allende: la democracia terminó eligiendo representantes que eran claramente amenazantes para los oligarcas y la primera víctima fue la democracia misma. Así vemos a lo largo de la historia que los oligarcas intentan reformar la democracia para que no sea una amenaza. Y si no la pueden reformar, entonces le bajan el interruptor, la apagan. Y no la reestablecen hasta que sea segura para ellos. En este mismo medio el 21 de junio de 2019 publiqué el artículo: ¿Democracia y capitalismo son compatibles? Y decía lo siguiente: Ellen Meiksins Wood establece que la incompatibilidad entre el capitalismo y la democracia es estructural, creciente e incorregible. Si aquella (la incompatibilidad) se atenuó durante el cuarto de siglo de oro del capitalismo keynesiano (1948-1973) por la presión sindical y el temor al socialismo soviético, luego se incrementó extraordinariamente. Hoy las clases privilegiadas (oligarcas) no tienen nada delante que les inquiete, entonces, ¿por qué van hacer concesiones? Y esa incompatibilidad se muestra también en que los fines de la democracia y el capitalismo son totalmente distintos. Lo que anima a la democracia es el afán de justicia. Lo que impregna al capitalismo, el afán de lucro y la insaciable pasión por la riqueza, va en detrimento de la justicia. Lo que reina en el capitalismo es la ganancia no la justicia, el rédito y no la equidad.

La democracia puede hacer muy poco para contener el poder de los más ricos y de su industria. Pero la masa en la calle es una fuerza que los atemoriza y desorienta

Sobre el auge de los populismos fascistas que estamos viendo, Winters señala que vivimos en un período no sólo de tremenda desigualdad económica, sino de rápido aumento de ella. Eso ha llevado a que las clases medias y medias-bajas hayan experimentado mucha inseguridad y precariedad. Ambos procesos han tenido un efecto dominó en toda la sociedad, en términos de socavar la confianza en las instituciones: educativas, medios de comunicación, gobierno, mercado, etc. En este escenario lo que hay que preguntarse es qué explicación se dan los grupos que se han precarizado, cómo entienden lo que les ha pasado. En términos simples hay dos explicaciones posibles. Una es vertical: es decir, culpar hacia arriba, apuntando a la concentración de la riqueza de la oligarquía. Y la segunda es horizontal, lo que implica que las clases medias, que antes sentían cierto grado de privilegio y seguridad y tenían esperanza en el futuro, empiezan a culpar de sus problemas a los inmigrantes, a las otras razas y credos, con los cuales no tienen mucha diferencia económica. Miran a las personas que tienen al lado y dicen “mi problema es que tú estás recibiendo algo que no mereces, estás recibiendo asistencia social, me estás quitando el trabajo”. Creo que los oligarcas han tenido mucho éxito en hacer que el conflicto sea horizontal en lugar de vertical. Y los demagogos como los presidentes Javier Milei, Donald Trump o el primer ministro Viktor Orban en Hungría, han sido muy buenos transmitiendo este mensaje: al que debes odiar es al que está a tu izquierda y a tu derecha. Ni que decir tiene que desde las derechas españolas han trasmitido este mensaje, Ese argumento se expande con mucha velocidad porque apunta a la experiencia cotidiana de las personas. En cambio, pensar en términos de concentración de la riqueza es más difícil porque hay todo un aparato ideológico para no abordar ese punto. Un breve inciso. En su libro Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución Francesa al final de la Guerra Fría (2024), Branko Milanovic tiene un capítulo titulado El largo eclipse de los estudios sobre la desigualdad en la Guerra Fría, donde explica que desde los grandes poderes económicos se instó a los departamentos de Economía de las universidades, a los thint thaks y a los medios a no hablar de la desigualdad, y quien intentaba hablar de ella, era marginado. En el mismo libro de MIlanovic, en su capítulo Epílogo. El nuevo comienzo, comenta que hoy se habla de la desigualdad fundamentalmente por la publicación del libro El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, donde este expuso una nueva teoría sobre la desigualdad, lo que demuestra su interés por ponerla de actualidad,

Para Winterslos oligarcas conviven con la democracia mientras esta no amenace su riqueza. Esta cuestión la aborda también en el nuevo libro en el que está trabajando: Dominación a través de la democracia, por qué ganan los oligarcas. Trata de responder por qué, si en los últimos 250 años ha aumentado el número de países democráticos y la calidad de sus democracias, la desigualdad también ha crecido. ¿Cómo es posible? Si la democracia es compartir el poder, eso debería conducir a políticas que reduzcan la desigualdad. Lo que investigué, nos dice Winters, en el libro es cómo los oligarcas y las élites permiten que surja la democracia. Porque al principio tenían mucho miedo, pensaban: “Si damos el voto a todo el mundo, lo van a usar para quedarse con nuestro dinero”. Y resulta que, en la mayoría de los casos, eso no ocurrió. ¿Por qué? Mi argumento es que los oligarcas y las élites permitieron que se formara la democracia, pero sólo en sus propios términos. Dieron forma a las instituciones y se aseguraron de que se incorporaran salvaguardas al sistema para garantizar que la gente pudiera participar, pero que la capacidad de amenazar la riqueza fuera muy limitada. Y si se les escapa de las manos el control, no lo toleran. Un ejemplo muy claro es el derrocamiento de Allende en Chile. Fin de las ideas de la entrevista de Winters.

Lo que impregna al capitalismo, el afán de lucro y la insaciable pasión por la riqueza, va en detrimento de la justicia. Lo que reina en el capitalismo es la ganancia no la justicia, el rédito y no la equidad

Ese poder de las oligarquías lo describe también uno de los economistas más conocido a nivel mundial, David Zucman. Elaboró las propuestas de impuesto al patrimonio de Bernie Sanders y de Elizabeth Warren . El desafío político que nos plantea la extrema riqueza lo ha abordado en su libro La riqueza oculta de las naciones (2014), donde examina cómo se formaron y expandieron los paraísos fiscales; y en otro libro El triunfo de la injusticia: Cómo los ricos evaden impuestos y cómo hacer que paguen, que publicó con Emmanuel Sáez en 2019. En esas y otras investigaciones destaca que una estrategia defensiva clave de los superricos es la capacidad de ocultar lo que tienen. Hoy los Estados no son capaces de hacer tributar de verdad a los superricos porque estos controlan su patrimonio a través de sociedades de fachada. Zucman pone el acento ahí, en esa opacidad. No avanzaremos en reducir la desigualdad ni en controlar el poder de los superricos si no enfrentamos ese secreto. Por ello cree que una forma real de generar un cambio profundo en la sociedad es que los Estados hagan un catastro de quién tiene qué y use esa información para generar un impuesto a la riqueza y. promueva un registro de activos financieros que permita saber “quién es dueño de qué”, pues “el poder de la riqueza es aún más extremo cuando es opaco”. Por último, apoya el fin del secreto bancario porque no hacerlo es como decir “creemos que los ricos deben tener la posibilidad de evadir impuestos si quieren”.

 Para Zucman, los superricos se presentan como la fuente de prosperidad de las naciones, pero ese relato no es cierto. “El motor del crecimiento económico es el acceso masivo a la educación y la salud; es la cooperación, la calidad de las instituciones. Nunca se ha dado el caso de que sólo un puñado de multimillonarios haya impulsado el crecimiento en un sentido significativo”. Para Zucman la extrema riqueza es sobre todo un problema, pues corroe las instituciones democráticas. 

En ningún momento me he referido a las oligarquías existentes en nuestra querida España. Que las hay, vaya que sí las hay. Oligarquías que controlan, por supuesto la economía, la política, los medios, y la opinión pública. Solo una breve referencia. Un presidente un banco dijo hace unos años: “Necesitamos un Podemos de derechas”. Y surgió. Un presidente de un club de futbol, impone presentadores, tertulianos a los grandes medios. ¿En manos de quién están las grandes cadenas de televisión y muchos medios?

Los oligarcas y las élites permitieron la democracia, pero se aseguraron de que se incorporaran salvaguardas al sistema para garantizar que la gente pudiera participar, pero que la capacidad de amenazar la riqueza fuera muy limitada

Termino con una noticia de gran importancia, al afectar de pleno a los intereses de todos los españoles, que pasó prácticamente desapercibida en los grandes medios de comunicación -era más noticia la financiación a un partido por parte de Venezuela e Irán o la tarjeta de Dina Bousselham-. Yo pude conocerla en La Vanguardia de 8 de julio de 2022, pero en la página 45. Obviamente la redacción no tenía mucho interés en destacarla. 

El titular decía así: La CNMC La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia– sanciona a 6 grandes grupos constructores por formar un cártel. El supervisor de competencia aparta a las empresas de los nuevos concursos públicos.

Interesado por el asunto entré en la página web de la CNMC, donde aparece una nota de prensa: 

Madrid, 7 de julio de 2022- La CNMC multa con 203,6 millones a 6 de las principales constructoras de nuestro país por alterar durante más de 25 años el proceso competitivo en las licitaciones de construcción de infraestructuras. Las empresas sancionadas son Acciona Construcción, S.A. (29,4 millones), Dragados, S.A. (57,1 millones), FCC Construcción (40,4 millones), Ferrovial Construcción (38,5 millones), Obrascón Huarte Lain, S.A. (21,5 millones) y Sacyr Construcción, S.A. (16,7 millones). Desde 1992, las compañías se reunían semanalmente y decidían los contratos públicos en que iban a compartir trabajos técnicos de sus ofertas. También intercambiaban información sobre su estrategia de presentación a los concursos públicos. Entre las miles de licitaciones afectadas existen infraestructuras de interés general como hospitales, puertos y aeropuertos, carreteras, etc. Entre las AAPP afectadas figuran fundamentalmente las pertenecientes al ámbito de fomento, incluyendo al Ministerio de Fomento (actual Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana) junto con sus organismos y entidades públicas empresariales dependientes.

Las conductas constituyen una infracción muy grave de los artículos 1 de la Ley 15/2007, de 3 de julio, de Defensa de la Competencia y 101 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.

Me pregunto, ¿en qué han quedado estos hechos? No debería intervenir de pleno la justicia española. Las oligarquías son intocables. Por lo que parece nuestros jueces están preocupados mucho más por otras cuestiones. 

La industria de la defensa de la riqueza al servicio de las oligarquías