Una vecina de La Malinche entrevista a un personaje literario: el juez Holden

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Acaba de llegar a una playa del lejano Oeste y quiero que conste que también guardaba ratos para pasarlo bien y disfrutar de la vida, si no con alegría, al menos con todo el placer y la libertad que me era posible. No obstante, algunas historias perturbadoras que se me ocurren, tienen una cierta dosis de reflexión y de advertencia, por lo que me gustaría compartirlas con todos vosotros, para que no os pasen las cosas que pasan a mí. En efecto, aquella mañana, después de ir a un recado, comprar unas viandas para comerlas en el hotel en el que me estaba quedando, cuando me encontré por la calle a un amigo que me invitó a ir a una fiesta, allí, alguien debió de echar algo en mi bebida. De repente, comencé a sentirme muy mareada y me marché al servicio. Lo cierto es que, de no ser por aquella extraña adormidera y la mediación de este amigo, yo jamás habría tenido la intención ni la oportunidad de conocer a un personaje tan salvaje como fanático. Un anglosajón fundamentalista de la violencia, conocido como el juez Holden y que, como un fantasma, apareció en el lavabo del cuarto de baño, No obstante, al tener enfrente a tal personaje, que se encontraba rayano entre lo histórico y la ficción, entre lo imposible y lo real, se vio estimulada sobremanera mi alma literaria.

- ¿Qué está haciendo ahora, a qué se dedica?

- Hago apuestas. Me dedico a la bolsa. 

- Ahora mismo la geopolítica en la principal preocupación de la bolsa, por encima de la inflación.

- Por algo será... -replicó el Juez Holden.

- Se ha convertido usted en toda una leyenda... ¿porque después de todo lo que hizo, su leyenda no es negra y la de los conquistadores españoles, sí?

- Porque ya no quedan paganos que puedan contarlo.

- ¿Dice eso en serio?

- Sí. Pero la verdad es que nuestra hipotética superioridad moral, quedó muy tocada tras lo que hicimos después del 11 de septiembre. El mundo ya no nos mira igual que cuando se escribió la novela que trata sobre mí. 

Un anglosajón fundamentalista de la violencia, conocido como el juez Holden y que, como un fantasma, apareció en el lavabo del cuarto de baño

- ¿Con qué personaje actual se identifica?

- Con ninguno. Solo con el poder mesiánico más grande de vuestro tiempo, con todos aquellos que propugnan la doctrina Monroe y el imperativo categórico, Yo estoy con los que pelean contra los demás pueblos. Soy uno de eso de los que creen pertenecer al pueblo elegido, y ven la guerra como el único Dios en la faz de la Tierra.

 - ¿No es cierto que usted cabalgó junto a un grupo de criminales, conocido como el grupo de Glanton? ¿No es eso algo impropio en un juez?

- Yo no creo en la justicia humana. Yo era un ex-juez que cabalgaba con filibusteros junto a un ex-sacerdote y un ex-niño. Yo condeno al resto del mundo, porque, aunque no hayan hecho nada, son alguien por el mero hecho de vivir, y debido a ello son el objeto de la expresión de un pecado existencial y por eso. para salvarse de mí solo pueden matar o morir.

Entonces sacó una moneda y una pistola y me preguntó:

- ¿Lo echamos a suertes?

- ¿Qué opinas de la situación actual de Estados Unidos? ¿Sabes que el joven que cabalgaba contigo, estuvo a punto de matarte?

- Estoy muy decepcionado con la juventud. Sin ir más lejos yo en el pasado puse a ese “joven” varias veces en la tesitura más propicia para que me matara, en otras, palabras, debía literalmente matar a sus ídolos, ese sería el final más digno para un personaje como yo. Sin embargo, él se negó a hacerlo. Tal vez porque me tenía aprecio o tal vez porque yo ya le había decepcionado.... no lo sé, lo cierto es que no tuvo agallas para hacerlo. 

El juez Holden no es más que una metáfora que representa a uno de los peores hijos de su tiempo

- Tal vez usted está decepcionado porque al final el joven no sucumbió a sus creencias. Quizá él desde su fuero interno, inició la misma saga del hombre actual que cree que otro mundo es posible. No en vano, el juez Holden no es más que una metáfora que representa a uno de los peores hijos de su tiempo. De hecho, ahora es el momento más propicio para que decir que en algún momento murió, y lo hizo porque se destruyó a sí mismo. Nadie merece a nadie, y esa misma liberación afecta tanto a los individuos como a las culturas, tanto a la guerra como a la paz. 

De repente me sentí mucho mejor, miré en mi bolsillo y encontré una antigua moneda de oro, pero el juez Holden se había esfumado en el aire en ese preciso instante. Entonces, yo salí para incorporarme de nuevo a la fiesta, y descubrí una imagen idílica: toda la playa entera estaba bailando. Ya se había hecho de noche, salí corriendo de allí, no sin antes advertir a una persona que iba hacia el cuarto de baño, que había cierto hedor y lo había dentro no le iba a gustar, y que pasara mejor después de que pasara cierto tiempo.