martes. 16.07.2024

Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna

 

Justo cuando volvía del servicio, aquel extraordinario joven, que acababa de licenciarse como médico y esperaba vivir una vida próspera en una España que le brindaba un futuro muy prometedor, por lo que estaba haciendo sus planes para fundar una familia ya que acababa de casarse, escuchaba un sonido característico -el de una moneda al caer al suelo- y algo le despertó de su sueño. Aquel era el último día en el que, un grupo de jóvenes que representaban a una generación perdida, se había confinado durante diez años, en una ciudad asediada por una grave epidemia. 

- Despierta. Te hemos tirado la moneda, porque ya has terminado de contar tu cuento, y hemos de reconocer que tu vida da para una novela de ficción -le anunciaron sus compañeros y compañeras de juegos.

- ¿Y vosotros qué habéis hecho durante el confinamiento?

- Estudiar oposiciones y mantenernos castos para el matrimonio--gritaron todos a la vez, excepto uno que permaneció en un llamativo silencio.

El último día en el que, un grupo de jóvenes que representaban a una generación perdida, se había confinado durante diez años

- ¿Y tú, joven callado, qué hiciste durante estos diez años? -le preguntó una chica de una gran belleza.

- Nada. Vivir el presente. 

- ¿Vivir el presente? ¿Y qué es lo que hiciste?

- Me inventé el cuento de que el mundo se iba a acabar y había que vivir ahora todas las fiestas del mañana.

- ¿En serio? ¿Pero entonces ahora no tienes nada? -preguntaron todos al unísono.

- Sí, tengo experiencias. He guardado todos mis cuentos, porque he hecho de mi propia vida una profesión, me he convertido en escritor.

- ¿Entonces habrás llevado una vida llena de frenesí y plena de malas compañías?

- Así es.

- ¿Y no te arrepientes de nada?

- De una sola cosa. He olvidado su nombre.

Las autoridades insistieron en que no pasaba nada y que el encierro solo iba a duran diez días, en los que todos debían de seguir con su vida normal

- ¿De quién?

- Hace diez años encontré una muchacha muy bella y muy inteligente, tenía siete matrículas de honor, y una hermosura que al verla algo me robó sentido, por lo que le mandé numerosas misivas de amor. Pero justo cuando iba a entregarme su amor, cambió de idea y me rechazó, para casarse con un otro, un doctor que le ofrecía una vida mejor que la que yo le podía ofrecer.

De nuevo se oyó el sonido de la moneda al caer.

- Despierta, mi marido acaba de fallecer y esa mujer de la que hablas soy yo. Me llamo Fermna Ariza -replicó la mujer de gran belleza.

Entonces aquella ciudad fue rodeada por los soldados chinos que habían llegado para hacer unas maniobras desde Bielorrusia, las autoridades insistieron en que no pasaba nada y que el encierro solo iba a duran diez días, en los que todos debían de seguir con su vida normal. Los helicópteros de combate sobrevolaban por la noche el espacio aéreo y se establecieron transportes de medicinas para las personas que necesitaban atención psiquiátrica, mientras los jóvenes continuaban contando cuentos, al otro lado de la valla. 

El amor en el tiempo del fin del mundo (quiero recordar tu nombre)