miércoles. 16.10.2024

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Pablo D. Santonja | @datosantonja

El Alimento, de Elisabeth Navarro Hernández, es un relato poético profundamente íntimo que surge de un proceso de sanación y transformación personal. La obra nace de un momento concreto en el proceso terapéutico de la autora, ocurrido el 22 de diciembre de 2017, cuando, en una sesión, visualizó una sala oscura en la que encendía una llama. Este acontecimiento marcó el inicio de un despertar emocional y, a partir de ahí, sintió una necesidad urgente de escribir, retomando una actividad que había dejado en la infancia. Esta escritura se convirtió en una práctica catártica, un impulso visceral que la llevó a llenar cuadernos con pensamientos y emociones, muchas veces incomprensibles en el momento. El proceso fue doloroso; en varias ocasiones rompió los cuadernos mientras escribía, impulsada por la rabia, pero poco a poco comenzó a construir una relación coherente. 

Elisabeth asegura que este libro fue escrito "a través de mí", en una especie de flujo creativo que parecía venir de otro lugar. Los versos se escribieron en momentos diferentes, con meses de distancia entre algunos de ellos, y fue solo cuando reunió todos esos fragmentos que comenzaron a ver la obra como un todo.

El Alimento es una obra que no persigue el objetivo de dejar a alguien atrás, sino más bien de aferrarse a la vida con fuerza

En El Alimento queda una parte muy profunda de la autora. Aunque es difícil identificarla claramente, Elisabeth se refiere a una escena de Joker: Folie à Deux para explicar cómo, en el proceso creativo, uno se desprende de partes de sí mismo. En dicha escena, el protagonista se separa de su sombra y comienza a interactuar con ella, lo cual le recuerda a una figura recurrente en su propia obra, "la vieja". Aunque en su caso no se trata de un trastorno psicológico, como el del personaje, reconoce que existe una parte de ella que ha sufrido intensamente, ya través de sus poemas consigue desprenderse de esa parte para seguir adelante con su vida.

Elisabeth ha encontrado inspiración en los relatos de otras mujeres que han explorado el dolor y la transformación en su escritura. Autoras como Delphine de Vigan, especialmente con Nada se opone a la noche y Días sin hambre, han sido una influencia crucial en su trabajo, al igual que Chantal Maillard con La herida en la lengua. También menciona a Yasmin C. Moreno, autora de Saudade, y Lourdes de Abajo con 18 días de frío. Estas voces le abrieron la puerta al género de la autoficción y la poesía, proporcionándole una forma de expresar su propio sufrimiento y su proceso de curación a través de una narrativa personal.

Elisabeth nos muestra cómo el acto de escribir puede ser un medio para sobrevivir, para transformar el sufrimiento en el arte, y para encontrar la luz en medio de la oscuridad

En El Alimento, una figura central es la madre, pero no desde una perspectiva biográfica en el sentido estricto. Elisabeth aclara que, al recordar, ya existe una dosis de ficción, y que la memoria no es una recreación exacta de la realidad, sino más bien una interpretación subjetiva. Para ella, el diálogo con su madre en el libro no es tanto un reflejo fiel de su relación, sino una manera de procesar su propia experiencia de vida. Como señala la autora, "Aquí se habla de cómo viví yo las cosas, de mi memoria", dejando claro que su madre es mucho más que lo que aparece en el texto, aunque esta figura sea el punto de partida para comprender ciertos aspectos de su propia historia.

Un elemento recurrente en su obra, tanto en la escrita como en la fotográfica, es la presencia de las manos y los pies. Aunque no lo hace de manera intencional, estas partes del cuerpo han adquirido un significado simbólico en su trabajo. Usaba el cuerpo como herramienta para expresar lo que no podía verbalizar, y eso ha quedado en su manera de crear. La autora confía que no planifica de manera consciente los símbolos que utiliza, pero reconoce que el cuerpo sigue siendo un canal para comunicar lo que las palabras no siempre alcanzan a expresar. Este deseo de mostrarse vulnerable también se refleja en su decisión de presentar su libro descalza, buscando conectarse con su esencia más pura.

Finalmente, El Alimento es una obra que no persigue el objetivo de dejar a alguien atrás, sino más bien de aferrarse a la vida con fuerza. La adolescencia de Elisabeth estuvo marcada por una profunda depresión y un miedo patológico a expresar quién era. Esto la llevó a un aislamiento social y problemas de salud, como la pérdida de peso extrema. A pesar de sentirse "tarde en la vida" y haber comenzado a sufrir de manera prematura, encontró en la escritura una vía de escape y comprensión. Después de dos años de escritura, decidió reunir todos sus cuadernos en un documento que llamó El Alimento, donde exploraba tanto sus propios traumas como la enfermedad de su madre, un tema central para poder entender lo que había vivido.

El Alimento es una obra poética que surge de la necesidad de procesar el dolor y encontrar sentido en la vida. Con su poesía, Elisabeth Navarro Hernández nos muestra cómo el acto de escribir puede ser un medio para sobrevivir, para transformar el sufrimiento en el arte, y para encontrar la luz en medio de la oscuridad.

La presentación del libro será el próximo jueves, 17 de octubre en la Calle Cervantes 10, Madrid, en “La botica de las letras”. Seguro que será un evento emocionante que cualquier amante de la poesía más intimista sabrá valorar. 

'El Alimento' de Elisabeth Navarro Hernández: un viaje poético de sanación