viernes. 16.08.2024

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Fran Nieto

Tres cuartas partes de las especies animales conocidas son insectos. Desde los polinizadores hasta las plagas, pasando por los descomponedores, los insectos son parte integral de los ecosistemas saludables. Por eso, cuando hay una gran disminución de las poblaciones, los científicos se preocupan. Y deberían hacerlo, porque la falta de orugas significa que no hay crías de pájaros. Y más importante aún, como se dice en un momento del libro que nos ocupa, ¡sin moscas no habrá chocolate! ¿La razón? Aquí no la vamos a destripar, pero daremos una pista diciendo que tiene algo que ver con la polinización de una planta.

La pérdida de la biodiversidad de los insectos, y de la biodiversidad en general, es una emergencia tan grande como la crisis climática, afirma Oliver Milman en ‘La crisis de los insectos’. Oliver Milman es un periodista británico y corresponsal de medio ambiente del periódico The Guardian. Vive en la ciudad de Nueva York. Capítulo a capítulo explora esta emergencia oculta, comenzando por las intrincadas formas en que las vidas de los insectos se entrelazan con las nuestras. Nos lleva al campo con científicos y agricultores, y nos muestra cómo se recopilan y analizan los datos.

La pérdida de la biodiversidad de los insectos, y de la biodiversidad en general, es una emergencia tan grande como la crisis climática

Para entender el alcance de la crisis, Milman comienza destacando algunos de los ganadores y perdedores en el juego de la supervivencia de los insectos. Los grandes perdedores son los abejorros, al menos en América del Norte. “La abundancia de cuatro especies de abejorros ha caído en picado hasta un 96 por ciento en las últimas décadas”, escribe, y señala que sus áreas de distribución se han reducido casi un 80 por ciento.

Las poblaciones de escarabajos han disminuido drásticamente desde la década de 1970. Entre esas pérdidas se incluyen los escarabajos peloteros que, por sus acciones, aumentan la fertilidad del suelo y mejoran su estructura. En el Reino Unido, las poblaciones de polillas han disminuido en una cuarta parte y las poblaciones de mariposas son la mitad de lo que solían ser. Y, sin embargo, señala Milman, las empresas químicas siguen vendiendo insecticidas y la gente sigue refiriéndose a los insectos como “bichos espeluznantes”.

En un capítulo, el autor se centra en los problemas que enfrentan las aves cuando disminuye el número de insectos. Se necesitan, en promedio, 200.000 insectos para criar un polluelo de golondrina común hasta la madurez. Las investigaciones ya muestran la disminución del número de algunas especies de aves, muchas de ellas aves comunes de traspatio. Y en otro segmento, analiza más de cerca el impacto de los productos químicos y los campos sin malezas. Los campos necesitan alrededor de un 10% de cobertura de malezas para sustentar suficientes insectos para una cadena alimentaria funcional que alimente a las aves cercanas que, a su vez, se coman las plagas de insectos en esos campos.

Las empresas químicas siguen vendiendo insecticidas y la gente sigue refiriéndose a los insectos como “bichos espeluznantes”

También sugiere algunos cambios menores que ayudan a aumentar el número de insectos, ya sea que tenga un gran jardín o un patio del tamaño de una estampilla postal. Es un gran fanático de los tréboles, el tomillo e incluso los dientes de león.

Se dedican tres capítulos a mostrar cómo el calentamiento del clima desencadena una cascada de impactos sobre las plantas y los polinizadores. No todos los insectos saldrán perdiendo, señala. A medida que las zonas se calientan, otros insectos se instalan en ellas, como los mosquitos. A continuación, ofrece una mirada de cerca a cómo el cambio climático está afectando a las abejas y a las mariposas monarca. 

“Revertir nuestra destrucción de insectos puede parecer un desafío complejo”, escribe Milman. Abordar la crisis podría ser tan simple como dejar de hacer algunas de las cosas que estamos haciendo. Podríamos dejar de usar ciertos productos químicos. Podríamos permitir que las plantas silvestres crezcan en los bordes de los campos. Podríamos dejar de cortar el césped y rastrillar las hojas. Podríamos apagar las luces exteriores por la noche. Pero tenemos que hacer algo, advierte el autor, porque ignorar la crisis de los insectos es un riesgo para nosotros mismos.

‘La crisis de los insectos’, de Oliver Milman