miércoles. 17.07.2024

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En las mentes de los grandes estrategas internacionales, algo no cuadra. Estados Unidos continúa siendo la primera potencia mundial, tanto en volumen comercial, capacidad militar, como en producción, aunque en este último caso cada vez más acosada por China. No están contentos, en el horizonte atisban la posibilidad de una alianza entre Rusia, China, la India y otros países descontentos con la hegemonía yanqui. Importan poco, muy poco los muertos y heridos que los distintos conflictos evitables están causando, se trata de crear un clima prebélico mundial mediante el cual nadie descarte la posibilidad de un enfrentamiento planetario en el que se dirima cual de los dos ejes ocupará la jefatura mundial durante las próximas décadas, si el bloque euro-asiático con conexiones en Latinoamérica y África o el bloque norteamericano con Europa a lo que guste mandar. 

En esa deriva belicista, Estados Unidos ha decidido transformar la OTAN en una maquinaria de guerra no exclusivamente defensiva, encaminándose en los últimos años hacia una carrera armamentística con exigencias a los países europeos que no es más que un rearme cualitativo y cuantitativo que hará que esos países detraigan fondos de los sistemas de protección social y los centros de investigación para la hipotética guerra que nadie dice querer, pero que todos preparan sin demasiado disimulo. Las afirmaciones de los principales líderes norteamericanos y europeos -que pintan muy poco- sobre el inexorable ingreso de Ucrania en la OTAN y la decisión del Pentágono de instalar misiles de largo alcance en Alemania, son pasos en la misma dirección que los que se dieron en otros tiempos en momentos previos a un gran conflicto. 

Se trata de crear un clima prebélico mundial mediante el cual nadie descarte la posibilidad de un enfrentamiento planetario en el que se dirima cual de los dos ejes ocupará la jefatura mundial

Somos muchos los que hemos crecido pensando que después de la catastrófica Segunda Guerra Mundial, que destruyó Europa entre 1936 y 1945, no volvería a suceder un conflicto de tales características, incluso Einstein, en una de sus sabias ocurrencias, dijo que después de esa, si hubiese una nueva guerra sería a pedradas, dado el nivel de destrucción total que tenían las principales potencias mundiales.

Desde la pandemia del Coronavirus, muchas cosas se han roto. En Occidente, el confinamiento ha provocado una exacerbación del individualismo, el triunfo absoluto de las plataformas audiovisuales yanquis y de las redes sociales que alimentan el pensamiento de quienes no tienen la costumbre de pensar por sí mismos. En Oriente, mucho más acostumbrado al trabajo en equipo, a la colectividad, a la supeditación del yo al nosotros, un sentimiento de rencor que se va incrementando día a día con las constantes sanciones y aranceles a sus productos, con la identificación que los medios occidentales hacen entre esos países y el mal por venir, del mal en esencia: Se trata, de nuevo, de hacer creer a ciudadanos y súbditos que otra vez estamos a la espera de la gran batalla entre la libertad y el totalitarismo, para la que hay que prepararse concienzudamente, sabedores de que lo que está en juego es poder seguir subiendo selfis a Instagram, gastarnos el sueldo en alquilar un piso de 30 metros y oír las agudas reflexiones de Le Pen o Isabel Díaz Ayuso llenas de palabras de amor y paz, frente a la opacidad y el ordeno y mano que sigue vigente en los países del otro lado.

Se trata de hacer creer a ciudadanos y súbditos que otra vez estamos a la espera de la gran batalla entre la libertad y el totalitarismo, para la que hay que prepararse concienzudamente

Empero, algo ha cambiado, va cambiado a gran velocidad en el mundo que nosotros llamamos occidental, un mundo en el que puede llegar a ser presidente de la nación más poderosa un cretino delincuente como Donald Trump, donde el principal partido de la oposición española no tuvo problema alguno para montar una red policial para seguir los pasos de cada uno de los dirigentes de Podemos con la finalidad de hacer caer su prestigio y, si fuese posible, acabar con sus cuerpos en Soto del Real, un mundo en el que los gobiernos autonómicos españoles prefieren que las viviendas se dediquen a dar alojamiento temporal a turistas que a quienes necesitan un techo para vivir y poder desarrollar su proyecto vital, un mundo en el que todos saben que las guerras de Ucrania y Gaza podrían haberse evitado desde el primer momento, la primera dando a Rusia seguridades sobre la neutralidad de Ucrania, la segunda, si Estados Unidos no hubiese amparado la destrucción total de Gaza.

Están preparando una guerra, como siempre, los que más tienen para que mueran los que menos tienen. Que nadie se engañe, todas las guerras son evitables por un pueblo consciente

Los grandes valores democráticos, los principios de solidaridad, igualdad y libertad que informaron a la mayoría de países de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, están siendo puestos en tela de juicio por los mismos partidos que la destruyeron en aquellos años, es más, los nuevos fascistas han llegado a apropiarse de palabras tan sagradas como “Libertad”, cuando su propósito es que de ella dispongan sólo aquellos que según ellos la merecen. Libertad en boca de Ayuso, de Trump, de Milei, de Orban, de Natanyahu, de Abascal, de Nacho Cano, de los que pagan la mitad de lo que deben a los jornaleros que trabajan el doble de lo que ordena la ley, libertad para especular, para defraudar al fisco, para privatizar y desmantelar servicios públicos esenciales que nos hacen vivir mejor y mejores, libertad de explotar impunemente, de montar policías paralelas al margen de las leyes, libertad para destruir el medio construyendo donde a las grandes inmobiliarias les venga en gana, libertad para elegir entre Instagram, Facebook o Tik-Tok. Una mierda de libertad que nada tiene que ver con lo que hace al hombre libre y sí con lo que lo esclaviza. 

Están preparando una guerra, como siempre, los que más tienen para que mueran los que menos tienen. Que nadie se engañe, todas las guerras son evitables por un pueblo consciente y en esta guerra que algunos pergeñan en despachos que casi nadie sabe donde están, no se defenderá nada que interese a los ciudadanos de cada país, es, cada vez más, un conflicto entre dos totalitarismos: Occidente ya no necesita para nada la instituciones democráticas ni sus valores, tan sólo el beneficio, el dinero, la caja de caudales. 

El panorama