martes. 16.07.2024
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Celebración del título conseguido en Sudáfrica junto a la afición por las calles de Madrid.

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Estamos profundamente absorbidos y gratamente sorprendidos por el extraordinario papel de nuestra selección de fútbol en la Eurocopa. Cabe esperar que superemos a Inglaterra. Uno de los momentos, que más me han interesado siempre, durante los partidos es cuando suenan los himnos nacionales. Algunos son extraordinariamente emocionantes y muy atractivos musicalmente, como los de Inglaterra, Francia o Alemania. El de España me resulta poco atractivo musicalmente, ya que además ni siquiera tiene letra. Mientras suenan los himnos nacionales además de la emoción que transmiten los seleccionados, me impacta observar a miles de aficionados, de todas las edades, con gran explosión de banderas, profundamente emocionados, algunos llorando o con los ojos cerrados. Son momentos de gran exaltación nacionalista. Sobre esta cuestión, la importancia del fútbol, como instrumento muy eficaz a la hora de propiciar el sentimiento nacional tratan las líneas siguientes.

Con la selección española en la Eurocopa se está produciendo un ejercicio de nacionalización sin que nos apercibamos de ello

Resulta muy interesante el concepto de “nacionalismo banal” de Michel Billig. El nacionalismo dominante en los Estados constituidos, como España, es banal en el sentido de que está por todas partes, sin que nos demos cuenta de ello. Desde niños a través de la familia, la escuela, el deporte, los medios, la cultura crean y refuerzan el sentimiento de nuestra pertenencia a la nación española.  Y ello acontece de una manera banal, sin darnos cuenta de ello, lo que no significa que no sea importante. En realidad, su banalidad es su fortaleza, que consiste en que los individuos hagan y piensen, en determinadas circunstancias, lo que el Estado espera de nosotros, sin necesidad de darnos órdenes ni instrucciones. Y un concepto tan claro, estudiado a nivel académico, como el de “nacionalismo banal”, al pasar al ámbito político, mediático y social ha acabado perdiendo el significado que tenía. Y así ese nacionalismo es tan banal que se considera insignificante, de poca entidad o importancia. Y al ser de tan poca entidad, ya no se considera realmente nacionalismo. Y dentro de ese nacionalismo banal cabe citar el deporte y, especialmente el fútbol. Cuando asistimos a los partidos de la selección española de fútbol en la Eurocopa actual, se está produciendo un ejercicio de nacionalización, sin que nos apercibamos de ello, por lo que es muy ajustado el término de nacionalismo “banal”.

El sentido emocional del deporte combina perfectamente con la adhesión identitaria a unos colores

El deporte contribuye a generar creencias, imágenes e identidades colectivas en torno a la nación. El fútbol tiene la capacidad de sintetizar y concretar en una bandera, en unos colores, en una camiseta y  en un escudo portados por once futbolistas, los principales símbolos de una ciudad, región o nación. Por otra parte, si algo caracteriza al nacionalismo de masas es la carga emocional que las personas invierten en la causa para defender sus símbolos y creencias. Y si algo caracteriza al deporte en general y al fútbol en particular, es la inversión, emocional, la pasión, que aficionados y no tan aficionados expresan ya sea en los propios terrenos de juego, en los bares, o a través del consumo habitual de diarios deportivos, los cuales tampoco escatiman esfuerzos en exaltar esos sentimientos. Nada más hay que escuchar las retransmisiones televisivas o radiofónicas, y las portadas de los diarios, deportivos o no. El sentido emocional del deporte combina perfectamente con la adhesión identitaria a unos colores y si además esta adhesión es inquebrantable, probablemente implique una manifiesta desafección hacia “otros” colores como refuerzo y vigilancia de la identidad propia, del límite entre el “nosotros” y el “ellos” (o el “a por ellos”). Gerald Ford, el 38º Presidente de los Estados Unidos de América declaró que “un acontecimiento deportivo puede servir a una nación tanto como una victoria militar”, lo que da idea de la importancia que tiene el deporte de masas. Por tanto, el fútbol y la política son “inheremente indistinguibles”. Finalmente, la trascendencia que tiene el fútbol como creador de identidad simbólica y emocional en comparación con otros deportes, se debe al poder de los medios de comunicación como difusores de las formas simbólicas asociadas al fútbol.

Se ha producido cierta reticencia por la academia al estudio científico del fútbol, debida a diferentes razones. Los científicos sociales han marginado el fútbol como campo de investigación y, en el peor de los casos, algunos de los que han osado abordar su estudio han podido sentirse víctimas de estigmatización académica. Algunas razones que explican semejante concepción negativa han sido el ver el fenómeno futbolístico como una fuente de alienación y de uso instrumental del mismo por parte del Estado capitalista y de diferentes regímenes totalitarios. Buena parte de esta visión ideologizada del deporte está fuertemente arraigada a los planteamientos que, desde el materialismo histórico, juzgan el fútbol como el opio del pueblo al servicio del Estado y ven en su industria un instrumento que refleja fielmente las categorías del sistema capitalista. Como también el ser considerado el fútbol una actividad pueril, estúpida y poco estética, y, a veces, violenta.

La frase 'El fútbol es la única religión que no tiene ateos' resume la pasión desenfrenada que despierta el fútbol

No obstante, algunos estudiosos han estudiado con mucho interés el fútbol, como Eduardo Galeano, del cual reflejaré algunas frases. Para el escritor uruguayo: "El fanático es el hincha en el manicomio. La manía de negar la evidencia ha terminado por echar a pique a la razón y a cuanta cosa se le parezca, y a la deriva navegan los restos del naufragio en estas aguas hirvientes, siempre alborotadas por la furia sin tregua". Acierta de pleno Galeano. Muchos aficionados futboleros, hinchas de un equipo o de una selección nacional, niegan la evidencia. Parece claro que, si está lloviendo a cántaros, no puede darse un sol radiante. He contemplado partidos Madrid-Barca, y un balón en una mano despegada del cuerpo, para uno es penalti indiscutible, para otro todo lo contrario. Estoy convencido, que para algunos aficionados televidentes les pusieran una sábana blanca o blaugrana tapando el televisor, con ella se sentirían profundamente felices y convencidos. No necesitarían más.

"El fútbol es la única religión que no tiene ateos." Esta frase resume la pasión desenfrenada que despierta el fútbol en cada rincón del planeta. Es un lenguaje universal que trasciende barreras culturales y conecta a personas de diferentes razas, religiones y nacionalidades. “Si tu religión es el fútbol no puede ser de ninguna manera ateo”. “El fútbol es alegría, locura, imprevisión. Un lujo que millones de pobres se dan cada día." Esta frase refleja cómo el fútbol puede ser una ventana de escape para aquellos que enfrentan dificultades en su vida cotidiana. Es una muestra de que, a pesar de las adversidades, el juego puede brindar instantes de felicidad y esperanza. Un ejemplo muy claro es cuando Argentina ganó el Mundial, salieron enfervorizados a la calle y olvidaron muchos de sus problemas. No obstante, el caso de Argentina es excepcional. En una revista argentina pude leer la siguiente anécdota: Un partido del Boca y del River estaba en el descanso, con un empate a uno, y una gran tensión, y por los altavoces del estadio se comunicó con el nº de identificación a determinada persona que se pusiera en contacto con su familia por un asunto grave. Y alguien del público dijo: "leñe, se podría haber esperado a que terminase el partido".

¿Quién no recuerda el gol de Iniesta a los Países Bajos en la final del Mundial de 2010?

El verdadero fútbol, el que está en la memoria, es el de las gambetas imposibles, de los goles imborrables, de los partidos inolvidables". Esta frase nos habla sobre la esencia del fútbol, donde los momentos mágicos quedan grabados en nuestra mente para siempre. Es un llamado a disfrutar de la belleza y la emoción del juego, más allá de los resultados. De nuevo acierta. El verdadero fútbol está en la memoria. ¿Quién no recuerda el gol de Marcelino en la Eurocopa de 1964 al portero Yashin, que era el cancerbero de la antigua URSS? ¿O el gol de Iniesta a los Países Bajos en la final del Mundial de 2010? ¿O el gol reciente de Lamine Yamal a Francia en la Eurocopa?

Expondré a continuación algunas ideas del artículo Once para miles. Fútbol, poder e identidades colectivas en España (1900-2020 de Vicent Flor de Universitat de València.

El fútbol, como el olimpismo es un hecho nacional innegable. Es dentro del marco del estado-nación que se organizan las competiciones. Incluso los torneos internacionales tienen un fuerte componente nacional. Esta unión entre fútbol y nacionalismo es claramente reconocible en el marco en que, desde un principio, se organizó el fútbol. La FIFA se organizó como una institución internacional que agrupaba expresamente a federaciones nacionales. Así, contribuía al proceso de nacionalización del fútbol, no solo al dedicarse a regular la práctica del fútbol a escala mundial, sino también al dedicarse a organizar encuentros entre selecciones nacionales. La FIFA, en consecuencia, en general excluye federaciones que no sean propias de algún estado-nación reconocido a escala internacional (pocos no están afiliados a la FIFA). Así, tan solo permite la excepción británica, país fundador del fútbol (con Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte). En este sentido, las selecciones estatales masculinas de fútbol y últimamente también las femeninas, son uno de los mecanismos, bastante eficaces, por cierto, de nacionalización social, de construcción de un nosotros que lucha entre iguales (en competiciones internacionales, es decir, entre nacionales) para conseguir la gloria en un campo bélico metafórico.

Ya el régimen fascista de Benito Mussolini descubrió los efectos propagandísticos del deporte en las diferentes competiciones

Ya el régimen fascista de Benito Mussolini descubrió los efectos propagandísticos del deporte en las diferentes competiciones [...]. La selección se convirtió en la selección nacional, elemento básico de cohesión de una sociedad diversa y plural como la italiana. La selección española se convirtió en España, en adelante enfrentada, no a otra selección, sino a otro Estado-nación. [...] No fue un equipo el que ganaba sino un país, una nación, un Estado. El nacionalismo deportivo había nacido como elemento simbólico. Al final, igualmente que otros mecanismos, como la literatura, la música y el cine, el deporte se nacionalizó al atribuir rasgos patrióticos a jugadores y equipos, que devinieron incluso “estilos nacionales típicos” o genuinos, con independencia de su veracidad. En 2014 casi cuatro de cada cinco españoles afirmaban sentirse muy o bastante orgulloso cuando un deportista español o una selección española realiza una buena actuación en un campeonato deportivo. En este éxito nacionalizador los medios de comunicación han tenido un papel protagonista. Y cada vez más.

Por otro lado, la práctica ausencia de selecciones subestatales en competiciones oficiales han convertido varios clubes de fútbol en refugio de identidades colectivas regionales y/o nacionales sin estado. En la antigua Yugoslavia, el Dinamo de Zagreb era un club que canalizaba el nacionalismo croata, en la URSS el Dinamo Tbilisi simbolizaba el nacionalismo georgiano y el Ararat Yereven el armenio. Hay que destacar que no solo es que la FIFA se organiza de acuerdo con los estados-nación, es que el fútbol es un factor muy importante de la nacionalización de los estados, les otorga legitimidad y verosimilitud internacional: “El equipo nacional no es simplemente el resultado de la creación de un Estado: a menudo ayuda a forjar la nación [...]. El fútbol, encarnación de un Estado, que es la imagen simbólica de la nación, apreciado casi universalmente, contribuye con mucho a la imagen y popularidad de un país, al mismo nivel que los factores culturales”.

El nacionalismo español ha utilizado el deporte como exponente de su ideología

En España, lógicamente, el fútbol también se ha asociado a identidades nacionales. En concreto, el nacionalismo español y los nacionalismos sin estado han usado este deporte para canalizar sus reivindicaciones. El actual rey Felipe VI, durante el discurso de concesión del Premio Príncipe de Asturias 2010 a la selección española masculina de fútbol, declaró que “nos hicisteis sentir la emoción y el orgullo de ser españoles. De pertenecer a una gran nación”. Al respecto, la potencia homogeneizadora del Estado-nación ha sido y es muy superior y por este motivo ha utilizado el deporte con creces. De hecho, el artículo 6.1 de la vigente ley española 10/1990, de 15 de octubre, del deporte señala que el deporte de alto nivel se considera de interés para el Estado, en cuanto que constituye un factor esencial en el desarrollo deportivo, por el estímulo que supone para el fomento del deporte base, en virtud de las exigencias técnicas y científicas de su preparación, y por su función representativa de España en las pruebas o competiciones deportivas oficiales de carácter internacional. Al final, en consecuencia, el nacionalismo español ha utilizado el deporte como exponente de su ideología. Loar las victorias o derrotas como hazañas bélicas ha sido un componente fundamental en el intento de cohesionar la sociedad española, diversa, plural y plurinacional, bajo los colores representativos del conjunto de España. No hay que olvidar que España ha sido y es diversa, tal como se titula el libro de Eduardo Manzano MorenoEspaña diversa”, y tal realidad no les entra en la cabeza a no pocos españoles.

Manuel Azaña fue uno de los que pensaba que el deporte vendría a servir a la construcción nacional de España

Los campeonatos de “la” selección en la Eurocopa de 2008 y 2012 y al Mundial de 2010 no han hecho sino exacerbar el uso político.  Y lo mismo está ocurriendo en estos momentos con la actuación de la selección española de fútbol en la Eurocopa. Durante el último partido de España contra Francia, las calles de Torredembarra estaban prácticamente vacías, población de Tarragona, donde existe un fuerte sentimiento independentista. Mas, el uso por parte del nacionalismo español del fútbol es histórico, sigue diciéndonos, Vicent Flor.  En 1903 se organizó un Campeonato de España que muy poco después se convertiría en la Copa de Su Majestad el Rey (entonces Alfonso XIII) y en 1928 se estableció una Liga Nacional, solo interrumpida por la guerra civil española, que ha tenido importantes efectos nacionalizadores al crear “una esfera cultural de ámbito nacional con un enorme impacto social.” La medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920 generó el mito de la “furia española”, que en las narrativas belga y holandesa significaba brutalidad, pero en España, contrariamente, valentía, coraje, intenso deseo de ganar y virilidad.  Manuel Azaña, presidente de la República Española, fue uno de los que pensaba que el deporte vendría a servir a la construcción nacional de España. El régimen franquista controló el deporte y quedó subordinado al Estado, instrumentalizando el fútbol hasta el extremo que el historiador Paul Preston consideró que “formaba parte del tejido social y político de la dictadura” Todavía más, “el franquismo usó el fútbol como medio de nacionalización de masas en una sociedad eminentemente rural y con déficits educativos profundos”. Al respecto, cabe recordar la propaganda del gol de Zarra contra Inglaterra o el de Marcelino que valió la Eurocopa de 1964 nada más y nada menos que contra la selección soviética. No en balde, el decreto de creación de la Delegación Nacional de Deportes explicitaba que la política del Estado falangista, orientada hacia la unidad y fortalecimiento de cuantas actividades conduzcan a la más firme potencia de la Patria, no puede descuidar en modo alguno el deporte, ya que es uno de los principales instrumentos para la entera educación del hombre español.

Con la democracia esta instrumentalización del fútbol no haría, con otras maneras, sino continuar o incluso intensificarse. De hecho, “desde principios de este siglo se ha producido un reforzamiento del tono nacionalista en la cobertura de la selección por los mass media”. Contrariamente, los nacionalismos periféricos han visto seriamente limitadas las posibilidades de participar en competiciones internacionales. Las participaciones de los combinados de fútbol de Cataluña o del País Vasco (o de Euskal Herria), en general, no han pasado de partidos amistosos y, en general, han sido reducidas a un único partido anual, normalmente en fechas navideñas, debido a la férrea oposición de la Federación Española de Fútbol y del gobierno español. Esta oposición ha ido acompañada de una retórica contundente e incluso ridiculizante. El portavoz del gobierno de José María Aznar entre 1996 y 1998, Miguel Ángel Rodríguez, declaró que Este gobierno no va a destrozar la selección española de fútbol. [...] Si tan preocupados están por un deporte que, por cierto, no es español, que es inglés, [...] que impidan a los equipos de su comunidad que contraten a entrenadores y jugadores extranjeros. Y, ya puestos a decir más sandeces, que sólo vayan a los estadios los nacidos en la ciudad, con lo cual terminarán jugando a las canicas   Históricamente se decía que la soberanía nacional se corporeizaba, además de en un territorio, en una moneda y un ejército. Quizás ya ha llegado la hora de considerar la selección masculina de fútbol, y también la femenina, como un factor tan o más importante. Aquí finalizan las palabras de Vicent Flor.

Termino con una reflexión final. Consecuencia de las dificultades objetivas o de la indigencia intelectual respecto al hecho nacional de las élites que hicieron la Transición, poco importa—, el régimen político nacido de la Constitución de 1978 abandonó casi por completo cualquier proyecto de construcción nacional e hizo suyo el relato de una nación española a la defensiva, laminada entre proyectos de tipo centrífugo y un horizonte europeo que se ofrecía como solución, pero no como proyecto nacional propio. El resultado: un acelerado proceso de desnacionalización de España y de nacionalización de sujetos políticos alternativos.

Los políticos más implicados en el diseño de la transición en relación con el problema de los nacionalismos fue dar por hecho la existencia de una identidad nacional española de tipo esencialista como algo que se imponía por sí mismo. Error en el que por cierto no cayeron los nacionalismos periféricos que, a pesar de su esencialismo, tuvieron muy claro desde el principio que la nación había que construirla. Véanse si no las continuas llamadas de Jordi Pujol a «hacer Cataluña»; o la afirmación de Xabier Arzalluz en el Aberri Eguna de 1995: «primero hacer pueblo, luego la independencia»

Como respuesta a esos nacionalismos subestatales ha surgido en los últimos quince años un nacionalismo español reactivo y claramente excluyente. Entendiendo como nacionalismo español un conjunto de actitudes y movimientos políticos que maneja ideas, símbolos, prácticas y rituales propios, cuyo objeto es la defensa de la nación española, fuente única de soberanía en el actual territorio estatal, dibujada con una mezcla de elementos culturales y cívicos.

Por lo expuesto parece claro que los goles de Iniesta y de Lamine Yamal han contribuido mucho más a la hora de fomentar un nacionalismo español no excluyente, que la mayor parte de nuestra clase política. Lo que no quita, sin ser una contradicción, que la clase política ahora se sume a esta tarea nacionalizadora del fútbol, especialmente si nuestra selección va acumulando victoria tras victoria.

Los goles de Iniesta y de Lamine Yamal como instrumentos eficaces del nacionalismo español