viernes. 16.08.2024
Manual para la construcción de un estado fascista: el caso italiano
‘Marcha sobre Roma’ organizada por Benito Mussolini, entonces dirigente del Partido Nacional Fascista, entre el 27 y el 29 de octubre de 1922

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@Montagut | En esta breve pieza pretendemos ofrecer algunas claves de la fascistización del Estado italiano. Aunque las realidades históricas son diversas, podremos comprobar en este caso cómo se desmonta una democracia en la que, en todo caso, pocos creían, para construir otra cosa bien distinta.

La forma de llegar al poder que tuvo Mussolini le obligó en los primeros tiempos a buscar consolidarse como objetivo prioritario. Ese fue el primer objetivo, y no fue fácil porque habían sido los protagonistas del Estado liberal los que le habían permitido acceder al Gobierno después de la Marcha sobre Roma. Mussolini era consciente de esta situación y procedió a actuar con cautela, evitando conflictos con sus aliados circunstanciales y esperando un momento más propicio para deshacerse de ellos y alcanzar el poder total.

Habían sido los protagonistas del Estado liberal los que le habían permitido a Mussolini acceder al Gobierno después de la Marcha sobre Roma

La cautela no estaba reñida con cierta audacia y con la constatación de que debía asegurarse el poder legislativo. Así pues, para las elecciones de abril de 1924 se procedió al empleo de la violencia como método para intimidar a los adversarios y al electorado en la campaña electoral, pero, sobre todo, se aplicó una reforma electoral, la conocida como Ley Acerbo, que establecía un sistema mayoritario pero extremadamente injusto, al otorgar al partido más votado, y de forma automática, dos tercios de los escaños del parlamento, siempre y cuando alcanzase el 25% de los sufragios. Estas estrategias ofrecieron una victoria apabullante para los fascistas en alianza con conservadores y liberales en la Lista Nacional, que alcanzó 356 escaños frente a los 147 del resto de formaciones.

Pero en este paso de gigante en la consolidación del poder fascista encontró un obstáculo en la figura del socialista Matteotti, que denunció con una enorme valentía los abusos que se habían cometido en las elecciones. Lo pagó con su vida, ya que fue secuestrado el 10 de junio y asesinado. Fue un momento de debilidad del fascismo porque el escándalo fue mayúsculo, pero, curiosamente, del hecho salió aún más reforzado Mussolini y su movimiento porque la oposición no logró ponerse de acuerdo en presentar un frente común contra lo ocurrido, y las instituciones democráticas no estuvieron a la altura. Y eso lo pagó la democracia. Mussolini aceptó, con un altísimo grado de cinismo, la responsabilidad del asesinato.

Ahora ya era el momento de proceder a la fascistización del Estado. Se trataba de fortalecer el poder personal de Mussolini, de terminar con cualquier oposición y de establecer un entramado institucional nuevo frente al modelo liberal de Estado.

El fascismo reformó el aparato legal represor del Estado liberal en el Código Penal, estableció la censura de prensa, fomentó un clima de delaciones y desplegó las fuerzas de orden 

Mussolini puso en marcha un intenso y extenso programa de culto a su personalidad, con una presencia constante en la vida de los italianos, directamente o a través de la prensa, el cine y la radio. Además, se emprendió una campaña y se establecieron medidas que destruyeron los principios sobre los que se asienta la división y equilibrio de poderes, principios básicos de los estados liberales y democráticos. La culminación sería en enero de 1926 cuando se estableció que el Duce podía legislar directamente a través de la fórmula de los decretos-leyes sin contar con el parlamento.

La oposición comenzó a ser perseguida. En noviembre de 1926 se suspendió a la mayoría de los diputados que habían abandonado el parlamento como protesta a raíz del asesinato de Matteotti. El fascismo reformó el aparato legal represor del Estado liberal en el Código Penal, estableció la censura de prensa, fomentó un clima de delaciones y desplegó las fuerzas de orden y seguridad por todo el territorio. En 1926, que como vemos fue un año clave en este proceso de totalitarismo, se aprobó la Ley sobre la Defensa del Estado, que supone el fin de todo tipo de garantías procesales, y el restablecimiento de la pena de muerte.

Por fin, en el ámbito institucional, se procedió a desmantelar los principios de representación para ser sustituidos por otros de tipo corporativo. El Congreso sería sustituido por la Cámara de Fascios y Corporaciones, mientras que el Senado se mantuvo como la antigua cámara de designación real, más testimonial que otra cosa. Se creó el Gran Consejo Fascista, como órgano consultivo del Duce sin atribuciones reales, aunque, curiosamente, en su último acto adquirió un enorme protagonismo histórico porque sería quien destituiría a Mussolini ante el desastre militar contra los aliados.

Manual para la construcción de un estado fascista: el caso italiano