domingo. 30.06.2024
Aki Shimazaki
Aki Shimazaki

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Fran Nieto

Aki Shimazaki es única en su género. Consigue escribir pequeñas historias magníficas, breves, muy sencillas, que siempre transcurren en Japón, y que están compuestas en series, pero que se pueden leer de forma independiente. Es inteligente, profunda, llena de sensibilidad y, para cualquiera interesado en Japón, con cada uno de sus libros aprendemos algo nuevo. Y lo más importante es que es un gran placer leerla.

La autora de Suzuran, primera de una nueva serie, es una novelista y traductora canadiense. Se mudó a Canadá en 1981 y vivió en Vancouver y Toronto. Desde 1991 vive en Montreal, donde enseña japonés y publica sus novelas en francés. Su segunda novela, Hamaguri, ganó el Premio Ringuet en 2000.

‘Suzuran’, que lleva el nombre de esta delicada flor con un embriagador aroma de lirio de los valles, evoca estas bolas de nieve que albergan pequeños paisajes

En un pequeño pueblo cerca del Mar de Japón, desde donde se pueden ver los picos nevados del Monte Daisen, vive Anzu, una mujer de unos treinta años que está criando sola a su hijo. Divorciada, independiente, bendecida con una gran gentileza, parece inmune a la crueldad del mundo. El secreto de Anzu es su don para la cerámica. Ella prepara jarrones para acomodar estos arreglos florales llamados ikebana, que significa “arte de vivir con flores”. Este don parece definirla y armarla contra las pruebas, los dolores y las traiciones.

Evolucionando entre sus padres ancianos, su ex marido, su encantador futuro cuñado y su hermana que lo tiene todo para ser feliz, excepto la felicidad de estar habitada por una pasión, Anzu se abre paso con discreción, habilidad y determinación.

Suzuran, que lleva el nombre de esta delicada flor con un embriagador aroma de lirio de los valles, evoca estas bolas de nieve que albergan pequeños paisajes: basta agitarlas para que se desate la tormenta...

La escritura de Aki Shimazaki se caracteriza por ser siempre cautivadora. Perfuma sus novelas con flores y dulzura

Como siempre ocurre en sus obras encontramos el apego a los símbolos, a los signos, al destino. Aquí Suzuran es una flor, un lirio de los valles, también el nombre del último jarrón elaborado por la hermana artista-alfarera, que es la narradora. Los detalles del paisaje, de la cocina japonesa, de los objetos (aquí la cerámica cuyos colores naturales se crean al quemar madera), el significado de las palabras según el método de escritura (katakana, hiragana o kanji), con el que dan muchas ganas de aprender este tipo de escrituras. 

La escritura de Aki Shimazaki se caracteriza por ser siempre cautivadora. Perfuma sus novelas con flores y dulzura. Aromas que se respiran en pequeños momentos de una vida cotidiana casi banal. Casi, porque crear un jarrón tan hermoso a partir de la tierra que lleva el nombre de Suzuran, como la flor a la que está destinado, no es tan trivial. 

En el arte del Ikebana, siendo tan importante el recipiente como el contenido, una cuestión de armonía y de confianza, uno no se queda sin el otro, el jarrón y la flor, evidente, como para las parejas y las aventuras amorosas. Una novela en modo zen para respirar, cerrar los ojos, finales de mayo, el mes del lirio de los valles, y observar el silencio, que por desgracia está tan ausente en nuestros fatigados días.

A quien le haya gustado esta bonita novela corta, decirle que se avecinan un aluvión de nuevos títulos de la autora: El peso de los secretos (5 volúmenes), En el corazón de Yamato y La sombra del cardo (también una pentalogía). 

‘Suzuran’, de Aki Shimazaki