domingo. 30.06.2024
Pedro Dorado Montero
Pedro Dorado Montero

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@Montagut |  Pedro Dorado Montero (1861-1919) fue abogado y catedrático de Derecho Penal. Muy niño perdió en un accidente su mano derecha, además de provocarle una cojera evidente. Fue profesor auxiliar en Salamanca y en 1893 ganó la Cátedra de Derecho Político y Administrativo de la Universidad de Granada, que permutó por la de Derecho Penal en Salamanca. En principio, se acercó al anarquismo pero muy pronto se ligó al socialismo, hacia 1894, y colaboró en El Socialista durante el resto de su vida. Fue elegido concejal en Salamanca en 1895 como socialista, aunque no militara. En dicha responsabilidad estuvo hasta 1899. Falleció en 1919.

Dorado Montero tiene un hueco importante en la Historia del Derecho español, al ser uno de los fundadores de la nueva escuela criminológica en España. En 1911 publicó un trabajo en Vida Socialista donde reflexionó sobre la violencia en la lucha, con el título de “Cómo hay que luchar”, y que queremos glosar en este trabajo.

Decía Dorado que los mandatos e imposiciones de todo poder, procediese desde arriba o desde abajo, eran siempre revolucionarios y violentos

Para Dorado estaba claro que había que luchar por la vida, por el bien y hasta por el derecho, pero nunca era buen método emplear la violencia porque tenía una dimensión destructora. Si edificaba alguna vez jamás produciría una obra duradera ni sólida porque un nuevo golpe de fuerza lo echaría todo abajo. El empleo de la violencia traía efectos contrarios a los que se perseguían.

Pero reconocía que la violencia atraía a los hombres, y en especial, a los españoles. Había un gusto hasta por la prepotencia, de imponerse a los otros. Consideraba que en España había un interés desde niños y hasta la vejez por “quedar por encima”, y lo contrario generaba un sentimiento de humillación y hasta de desesperación. Además, había una exigencia a los Gobiernos para que se diese inmediatamente lo que se pedía.

Decía Dorado que los mandatos e imposiciones de todo poder, procediese desde arriba o desde abajo, eran siempre revolucionarios y violentos. Pero había que huir de eso a toda costa si se pretendía obrar racionalmente y construir algo útil y duradero. Dorado estaba haciendo un canto a la mesura y la moderación, pero también a la firmeza, ejercidas constantemente, como norma de la vida porque encerraban un poder creador que no igualaba al del “más alto soberano ni el más poderoso ejército”. El mundo no se había hecho, realmente, en seis días, sino en miles de años, y no se había concluido.

Para la mejora del mundo había que contar con gentes que luchasen por conquistar esa mejora, pero debían luchar “callada e incesantemente”

Si queríamos contribuir a la mejora del mundo había que contar con gentes que luchasen por conquistar esa mejora, pero debían luchar “callada e incesantemente” sin desalentarse y con una “valentía humilde del héroe anónimo”, no desplegando de una vez grandes energías para ganar la acción emprendida, que muchas veces podía ser un atropello y después, en la embriaguez de la victoria, echarse dormir y dejar que “ruede la bola”.

Estas consideraciones de Dorado en un semanario socialista pueden ser interpretadas como un alegato a favor de la lucha constante, sin algaradas ni emprendiendo acciones violentas y muy enérgicas que no llevarían a nada, algo que podía conectar con la estrategia socialista, tanto en el campo socioeconómico o sindical, como en el político.

Sobre la violencia en la lucha (1911)