domingo. 30.06.2024
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Vicente I. Sánchez | @Snchez1Godotx

Hablar de una obra tan libre y compleja como Los gatos mueren como las personas no es tarea fácil, no solo por el lenguaje narrativo y escénico que emplea, sino también porque exige al espectador llegar con los deberes hechos. En este caso, la obra que nos trae Dan Jemmett se inspira fuertemente en dos trabajos que este dramaturgo inglés considera capitales: por un lado, la película de 1971 Warnung vor einer heiligen Nutte (Atención a esa prostituta tan querida) de Rainer Werner Fassbinder, y por otro, la obra de teatro de 1980 Quartett de Heiner Müller. Ambas piezas, cada una a su manera, hablan sobre la violencia institucional y moral de los sistemas de poder y realizan una feroz crítica a los valores y rumbo de la Europa de la segunda mitad del siglo XX.

El espectador que no esté familiarizado con estas dos obras, o al menos con el ideario argumental y creativo de estos dos directores, difícilmente podrá adentrarse de forma plena en el mundo que nos presenta Los gatos mueren como las personas, ya que son muchos los guiños e ironía que conectan con esas dos piezas. Sin embargo, la primera pregunta que surge al reseñar esta obra es sobre su temática; una cuestión que uno de los protagonistas plantea durante la función, y a la que otro responde irónicamente: "si no lo entiendes, búscate la vida".

Dan Jemmett recurre a los excesos y a la potenciación de los estereotipos para cuestionar la sociedad moderna, y de paso, todo lo que creemos saber sobre el teatro

Según podemos leer en la sinopsis que acompaña la obra: “En este nuevo trabajo, cuatro intérpretes esperan sentados en el vestíbulo de un teatro al director de la obra en la que están trabajando para continuar con los ensayos”. Este texto puede ayudar a situar la obra, pero en ningún caso es suficiente para comprender la narrativa real de una obra que abraza deliberadamente el caos y el surrealismo y que está diseñada para buscar el impacto escénico. En ella, Dan Jemmett recurre a los excesos y a la potenciación de los estereotipos para cuestionar la sociedad moderna, y de paso, todo lo que creemos saber sobre el teatro.

Es evidente que Los gatos mueren como las personas es una obra que busca provocar al espectador y llevarlo hasta los límites de su paciencia, como bien sentencia un personaje al final de la obra, cuando dirigiéndose al patio de butacas dice: "espero que no os hayáis aburrido". Porque sí, lo cierto es que durante la función más de un espectador se levantó indignado y se fue del teatro con cierto aire de desdén, algo que, en cierta medida, no solo es buscado, sino que incluso puede ser considerado como un logro por Dan Jemmett.

Bajo el marco del vestíbulo de un teatro y de un bar en el que no paran de servir cubalibres (claro guiño al cine de Fassbinder y en especial a la ya mencionada Atención a esa prostituta tan querida), la obra se divide en dos partes muy claras: una especie de introducción en la que teóricamente podríamos decir que están ensayando, y una segunda parte en la que veremos representada una escena de Las amistades peligrosas, en la versión escrita en 1981 por el dramaturgo alemán Heiner Müller. Todo ello en teoría, ya que en realidad Los gatos mueren como las personas se construye como una muñeca rusa llena de capas que se retroalimentan entre ellas y que tampoco necesariamente deben tener sentido. Así, en la primera parte, llena de nihilismo y surrealismo, los personajes se comportan de forma muy errática y hablan de cosas inconexas y sin mucho sentido, casi como si fueran robots. Posteriormente, veremos que parte de estas frases y comportamientos aparentemente absurdos pasan a formar parte de la segunda parte, dando vida a Las amistades peligrosas más extrañas que hayamos visto en escena. Todo ello bajo la atenta mirada de un director de escena que no para de beber whisky y que de vez en cuando cuenta algún chiste malo.

El reparto está encabezado por José Luis Alcobendas, Valérie Crouzet, Clemente García, Violeta Linde, David Luque, Julia Piera y Nico Romero

Felicitaciones en este sentido para el reparto encabezado por José Luis Alcobendas, Valérie Crouzet, Clemente García, Violeta Linde, David Luque, Julia Piera y Nico Romero, quienes no lo tienen nada fácil para dar vida a personajes que requieren potenciar sus venas más exageradas y abrazar el caos con gusto. Ambientados en los años 80, con looks imposibles, y mientras bailan canciones de Elvis Presley o Bob Dylan, la obra va mutando y mutando mientras asistimos a frases inconexas y movimientos aleatorios sin rumbo. ¿Una obra maestra o una tomadura de pelo? No hay que elegir, ya que es las dos cosas a la vez.

Dejando a un lado su evidente tono provocador, Los gatos mueren como las personas debe ser entendida como una obra sobre el proceso de creación y sobre los fantasmas que acompañan a todo director o escritor. En ese sentido, Dan Jemmett nos ofrece una maravillosa reflexión sobre el poder del teatro y sobre cómo es necesario darlo todo, sangre incluida, para lograr sacar adelante los procesos creativos, ya sean obras, películas, libros... Así quedará claro cuando al final de la obra se abran las puertas que estaban cerradas y comprendamos que solo los que se sacrifican por su profesión pueden obtener el éxito.

Los gatos mueren como las personas puede verse del 16 de mayo al 23 de junio de 2024 en el Teatro Valle Inclán (Centro Dramático Nacional)

Dan Jemmett desafía al espectador con 'Los gatos mueren como las personas'