viernes. 06.09.2024
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Por desgracia, cada día, observamos cómo la deslealtad política y con ello la indignidad que esta conlleva es la línea argumental y política de muchos dirigentes políticos, tanto de ámbito nacional como internacional. A nivel nacional, el último esperpento circense de indignidad y deslealtad política ha venido de la mano del ex presidente de Cataluña: Puigdemont. Un “político” que ya demostró su cobardía, su deslealtad al pueblo catalán y con ello su indignidad política. Pero ahora, con su regreso y “escapismo” posterior, ha demostrado que no solo ha sido indigno para aquellos ciudadanos y ciudadanas que creían en él, sino también con su partido, a los que engañó demostrando con ello su propia falta de respeto por las instituciones, su gran cobardía, la deslealtad a su partido, a los que confiaron en él, a los principios que pregonaba, demostrando a la vez que estos eran falsos. Ha perjudicado, una vez más, a su partido: recordando lo que algunos dirigentes anteriores provocaron con sus corruptelas y prevaricaciones. Su deslealtad e indignidad han hecho “buenos” a los Pujol, Mas, etc., políticos ellos que demostraron lo peor de la burguesía catalana y de lo que esta quería hacer e hizo durante un tiempo con Cataluña y su ciudadanía. Destrozaron todo lo que Tarradellas quería para el pueblo catalán, puesto que ni Pujol, ni Mas, ni Puigdemont han querido nunca para los catalanes: la república catalana. Puigdemont ha demostrado con su cobardía, deslealtad e indignidad que el independentismo no le importaba nada, lo único que le importaba era seguir la estela de sus predecesores, aumentar su patrimonio y enriquecer a la burguesía catalana, la más retrograda de este siglo.

Pero si Puigdemont ha demostrado una deslealtad e indignidad, con su partido y con la ciudadanía catalana; no se queda atrás el presidente de Castilla la Mancha: Page. Un político que se cree que está por encima de todo y de todos, que solo piensa en él, con la excusa de que lo hace por los castellano-manchegos y que indica que él es el reflejo del socialismo. ¿De qué socialismo habla, del de Felipe González, Guerra, etc., socialistas que han renunciado a los principios socialistas para estar más cercanos al conservadurismo más retrógrado de la derecha, o al socialismo del fundador del PSOE, Pablo Iglesias? Está claro que está junto a los primeros, y muy alejado de los postulados dignos socialistas y de defensa de la ciudadanía, puesto que tanto Felipe como Guerra y otros “arcaicos socialistas” se han aprovechado y viven de las puertas giratorias, destrozando de manera desleal e indigna a los socialistas puros y convencidos de que el socialismo es la alternativa para mejorar el bienestar social y no como camino para aumentar sus estatus sociales y económicos Pero el señor Page, en un alarde de deslealtad e indignidad, no solo critica sino que ataca a aquellos que durante años "le han dado de comer” y le han dado un poder que, como está demostrando, no debería tener. “Señor Page, su puesto lo tiene por estar en una lista: PSOE, y si no está de acuerdo con los principios ideológicos, puede protestar en los órganos internos, pero si lo hace públicamente, lo que tiene que hacer por dignidad es dimitir y pasarse a otro partido más cercano a usted: el PP. Lo que no puede hacer es vivir a costa de su partido y ocupar un escaño al que no respeta ni le es leal. Entiendo y comprendo que se puede discrepar, pero lo que no se puede hacer es atacar. Por dignidad hay que dimitir, y eso sí que no sería el comportamiento desleal e indigno que está demostrando a toda la ciudadanía.

Y, cómo no, si vamos a los partidos conservadores, ultraconservadores y ultraderechistas, tenemos políticos como Feijóo, Ayuso, Cuca Gamarra, Tello, Abascal, Alvise, Aznar, Cayetana Álvarez de Toledo, Esperanza Aguirre... que con su forma de actuar, con sus continuas falacias, con sus compras de votos y personas, con sus continuas deslealtades e indignidades, no solo a sus propios votantes, sino a toda la ciudadanía española, demuestran el cariz indigno que tienen como políticos y su deslealtad a esa patria falaz que pregonan y, lo peor, demuestran que lo único que pretenden es continuar con sus abusos de poder, allí donde lo tienen, continuar sus prevaricaciones y sus corrupciones, utilizando aquellas instituciones donde son mayoría, como la de algunos organismos de justicia, comunidades autónomas, municipios y el Senado para provocar odio, crispación, provocando con ello “un golpe de estado a la democracia y sus valores”. Para ellos solo hay democracia si ellos mandan. Una democracia basada en la falta de libertad y recortes en los servicios públicos. De ahí que estos dirigentes sean tan desleales e indignos con la ciudadanía, escondiéndose en un falso patriotismo y cargar sus discursos de bulos, falacias destructivas y falta de transparencia. Con el fin de llegar a conseguir un poder que las urnas y la ciudadanía no le han dado. También algunos políticos de izquierda han sido desleales e indignos con su partido y con la ciudadanía a la que decían representar, como son entre otros Pablo Iglesias y Monedero, que han sido capaces con su deslealtad de acabar con lo que la ilusión del cambio y de una sociedad más igualitaria pretendía el 15M, de los que ellos fueron abanderados e impulsores ilusionantes de ese posible cambio, pero el poder les cambió y cuando lo han perdido su deslealtad ha hecho que muchas de sus acciones se hayan convertido en indignas, puesto que han marchitado y desilusionado la unión de la izquierda y que el pueblo asumiera el poder frente a los poderes económicos, eclesiásticos y de la manipulación informativa. Cierto es que fueron perseguidos, acosados por las llamadas “cloacas” del Estado de la derecha, pero también es cierto que, si hubiesen actuado con más lealtad y dignidad y no atacando y poniendo piedras en el camino, el resultado de la izquierda en las últimas elecciones hubiese sido mayor. Han provocado con su acción absurda y de división, la desilusión del 15M y que ese hecho, hoy por hoy, solo haya sido una utopía. Tal vez sus políticas actuales no sean tan indignas como las de la derecha y ultraderecha, basadas en bulos, falacias, censura y corrupción, pero sí es cierto que son desleales, más aún, cuando eso provoca que aquella gente que creyó en el cambio ponga la excusa para no votar o votar a partidos que nunca cambiarán o para decir la frase más indigna en política: “todos los políticos son iguales”; y eso es mentira. No todos son iguales.

Luchemos para acabar con aquellos que hacen de la política una profesión indigna y desleal

Como he dicho al principio, la deslealtad e indignidad política también existe a nivel internacional, pues observamos que políticos como Trump, Meloni, Milei, Putin, Maduro, Netanyahu, entre otros, con sus formas de actuar y de llegar al poder, con sus argumentaciones y propuestas políticas y acciones a la ciudadanía en contra de sus derechos y libertades y con sus discursos cargados de odio y rencor, están demostrando que son desleales e indignos a la ciudadanía que les ha votado o que todavía cree en ellos, además de demostrar que, para estos dirigentes, lo único que les importa es su “ego” y su afán de poder. Se sienten “dioses” cuando en realidad son culpables e indignos de sus acciones deshonestas y de falta de libertad. Se arropan en falsos patriotismos y sectarismos religiosos ortodoxos, demostrando que su línea argumental política es el menospreciar y humillar a la ciudadanía, sirviéndose de ella para conseguir sus indignos proyectos de poder y estatus social. Seguro que algún lector me indicará que en esta lista todavía faltan muchos políticos. Es verdad. Pero así mismo quisiera lanzar una reflexión: ni todos los políticos son desleales ni indignos, ni toda la política es igual. Existen y han existido políticos que a lo largo de la historia, en nuestro país y a nivel internacional han destacado y destacarán por su honestidad, su dignidad y por dar “su vida” por la ciudadanía a la que representan y ante todo han sido y son leales a sus partidos y a sus ideologías. Han existido políticos de izquierda, centro y derecha que, pese a tener ideas diferentes a las de sus adversarios políticos y tener en contra a gran parte de la ciudadanía, dialogaban, escuchaban y planteaban y plantean sus argumentos de una forma cabal, con un diálogo constructivo y ante todo tienen muy claro que ser político no es una profesión, sino una vocación de servicio a la ciudadanía, y por tanto su objetivo no es lucrarse sino estar al servicio de las necesidades de los que le han votado y de los que no les han votado, es decir, están al servicio de toda la ciudadanía y cuando ya ven que sus “servicios” ya no sirven o van en contra de sus principios, dimiten y se retiran a sus trabajos, de donde salieron para dedicarse al servicio del pueblo. Es decir, unos políticos leales y dignos para una sociedad plural, democrática, libre y defensora de los valores democráticos.

Por tanto, pienso que, para nuestra suerte todavía, hay esperanza para la política y con ello para tener una sociedad con democracia plena, aunque por desgracia, actualmente existen demasiados dirigentes que están poniendo difícil esta democracia y creer todavía en la política. Luchemos para acabar con aquellos que hacen de la política una profesión indigna y desleal y pongamos al frente de nuestros gobiernos y sociedad a personas que hagan de la política una defensa de los derechos humanos, de los valores democráticos y que sean seres humanos: leales y dignos.

La sociedad necesita de políticos leales y con dignidad