sábado. 14.09.2024

Tomo prestada una historia que cuenta Rodolfo Serrano en uno de sus libros. Dice Rodolfo que, llegado Moisés a la orilla del mar Rojo, huyendo del faraón, y no sabiendo que hacer, llamó a su jefe de prensa. Éste, le aconsejó: Da unos golpes en el suelo con tu cayado, el mar se abrirá, pasaremos al otro lado y, cuando lleguemos y el ejército del faraón esté en mitad del mar, das otros golpes en el suelo y el mar se tragará a nuestros perseguidores. Moisés, extrañado, le preguntó: Pero, ¿tú crees que eso funcionara? No lo sé -respondió el jefe de prensa- pero, que te ganas un par de páginas en la Biblia, seguro.

Y, es que, en momentos donde el relato es lo que mola, ganarse, no ya unas páginas en la Biblia, sino una portada en un medio de comunicación de referencia, es la diferencia entre ser o no ser.

No sé a cuantos de los más de veintiocho millones de venezolanos les puede llegar a interesar el que el Parlamento español reconozca a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. Ni, tampoco se, lo que al Partido Popular le puede interesar lo que les puede importar a los venezolanos lo que opine el Parlamento español.

De lo que estoy seguro es que lo que realmente le importa al Partido Popular es tocarle las narices a Pedro Sánchez.

En momentos donde el relato es lo que mola, ganarse una portada en un medio de comunicación de referencia, es la diferencia entre ser o no ser

Resulta que, en esa carrera por la portada, el Gobierno de España se ha ganado una por mor de acoger como exiliado político a Edmundo González. No es la primera, ni será, probablemente, la última persona que "cruza el charco", en uno u otro sentido, huyendo de un régimen político y/o militar que le persigue. A la historia me remito. Pero, en este momento, Edmundo González tiene suficiente relevancia para que su exilio haya merecido los honores de su entrada en cualquier informativo español. Porque, además, Edmundo González no es que haya venido en patera, es que ha ido a recogerle un avión de la Fuerza Aérea Española.

Y, claro, después de una jugada de las piezas blancas, las negras tenían que hacer la suya correspondiente. ¿Cómo? Intentaron, primero, explicar la jugada diciendo que, en realidad, el Gobierno español estaba en connivencia con Maduro para quitarle de encima un enemigo incomodo. Pero, ante la inconsistencia del argumento, decidieron envidar más: no se trataba solo de acoger a Edmundo González, sino de tributarle honores de jefe del Estado de Venezuela, cosa que, efectivamente, no ha hecho el Gobierno español.

No han ido al Senado donde, con su mayoría absoluta, podrían haber vuelto a hacer cónsul a Incitatus, el caballo de Calígula

Pero, para eso, alguien, en España, debe concederle esa condición, aunque solo sirva para eso de los honores, aunque no valga para ocupar el Palacio de Miraflores en Caracas. Pues bien, como, ni el Gobierno, que según el artículo 97 de nuestra Constitución tiene la competencia de dirigir la política exterior, ni el rey, que tiene (artículo 4) alguna competencia representativa a ese respecto, han dicho nada, el PP quiere tirar de Parlamento a ese respecto.

Pero no han ido al Senado donde, con su mayoría absoluta, podrían haber vuelto a hacer cónsul a Incitatus, el caballo de Calígula. Eso sería tan obvio que no serviría de una tocada de narices como es debido. No.

El PP ha convencido al PNV, un firme aliado del Gobierno para "hacer" presidente de Venezuela a Edmundo González en el Congreso de los Diputaos y, eso, sí que es tocar las narices al Gobierno.

Y no es que el PP crea eso de la mariposa cuyo aleteo en un hemisferio terráqueo pueda causar una tormenta en el otro. No, ni lo pretenden.

Lo único que anhelan es ser portada por un día. Y, si es molestando a Pedro Sánchez, miel sobre hojuelas.

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El arte de tocar las narices