miércoles. 07.08.2024
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A raíz de la conquista de la Eurocopa 2024 por parte de la selección masculina de fútbol se ha puesto de moda una vez más el grito de ¡Gibraltar español! Y, de nuevo, se ha podido constatar que toda o casi toda la izquierda española sigue considerando de derechas esa reivindicación, al igual que en los tiempos del franquismo. Durante la dictadura, tanto el PSOE como la izquierda española -que es como decir el PCE- cometieron el inmenso error de considerar favorable a su causa cualquier expresión o acción que emprendía o se apropiaba el franquismo, asumiendo, por ejemplo, la leyenda negra o reivindicaciones como es el caso que no ocupa. Con ello se pensaba que la dictadura acortaría su tiempo y no fue así porque aquella duró casi 40 años y el dictador murió en la cama. Un caso curioso y aparentemente extremo se daba en Andalucía donde había militantes del PCE -o en la versión andaluza, el PCA- que eran a la vez miembros de cofradías religiosas. Pasaba igual con todas las manifestaciones folklóricas regionales, que el franquismo utilizó inteligentemente para su superviviencia y que la izquierda -en general- cometió el error de despreciarlas. Más grave fue el caso de lo que se llamó “la otra generación del 27”, donde se depreció su teatro, su literatura en general, y su cine, como fue el caso de Edgar Neville y su generación (1). El que sí fue capaz de ver que las manifestaciones populares culturales no eran de derechas por más que algunas dictaduras se las apropiaran fue Gramsci para Italia, claro. El gran político e intelectual italiano era un experto, por ejemplo, en literatura popular y dejó ver su importancia ¡para la izquierda!, en aras de construir ese bloque dominante o hegemónico que oponer a la cultura importada -sobre todo en cine- del bloque anglo-yanqui. Por supuesto que hubo excepciones y aquí hubo gentes relevantes de la cultura que en la práctica supieron ver o intuir el error, pero no lo fueron para la ideología o la política de izquierdas. Estoy pensando en manifestaciones culturales importantísimas como la copla o la zarzuela, o en casos particulares como es el de Lola Flores, una genio de la copla, el Dúo Dinámico, cuya canción Resistiré va camino de convertirse -yo lo apoyo- en himno nacional y que sustituya al actual que representó al franquismo. Los casos son casi infinitos de manifestaciones culturales que la izquierda despreció porque fueron utilizadas por la dictadura como no podía ser menos.

Ahora, al cabo de más 40 años del final de la dictadura, la cosa parece que va cambiando, pero en cuestiones como la de Gibraltar no hay manera - parece- de hacer ver a la izquierda española el inmenso error que está cometiendo al seguir considerando esa reivindicación como de derechas: es un caso de ceguera que no parece tener cirugía. A la izquierda le debiera interesar Estados fuertes, democráticos, pero fuertes, para dar mejor satisfacción a la inmensa mayoría social que no puede permitirse una pensión, educación, sanidad y dependencia privadas pagadas enteramente de su bolsillo y con nivel de calidad suficiente para ese fin. Y para que el Estado sea fuerte -pero al servicio de los no privilegiados por herencia- son necesarias varias cosas: una de ellas es una financiación a través de los impuestos de lo público cercano al 50% del PIB, como ocurre en Francia por ejemplo; otra manifestación de un Estado fuerte es una capacidad defensiva autónoma lo suficientemente disuasoria frente a sus enemigos potenciales, enemigos que no podemos neutralizar simplemente con diplomacia; otra manifestación es su tamaño, pero cuando éste está muy lejos de las grandes potencias ha de compensarse con alianzas elegidas inteligentemente. En el caso español esas alianzas no son las derivadas del mundo anglo-yanqui porque ese es el enemigo histórico de España. Esas alianzas ha de ser el mundo iberófono, que está formado por los más de 30 naciones que hablan el español o el portugués de forma nativa; también incluso por naciones que quieran unirse a esta alianza porque consideren que su enemigo no buscado es el mundo anglo-yanqui. Y la punta de lanza de ese mundo iberófono que defiende el argentino e historiador Marcelo Gullo Omedeo o el economista e intelectual español Santiago Armesilla deben ser Brasil, México y España, aunque omito estas razones que creo que lo son por no extenderme en demasía.

No se trata de construir una alianza basada en lo militar -o no principalmente- como es el caso del mundo anglo-yanqui, sino en una alianza basada en la cultura y que tenga como columna vertebral los idiomas español y portugués, que son los únicos idiomas mutuamente comprensibles sin necesidad de estudiarlos previamente por parte del nativo de turno. El mundo anglo-yanqui no teme la influencia cultural china porque su columna vertebral -el idioma- no es aprendible, salvo excepciones, fuera de China; no lo son las culturas francesas, italianas o alemanas -si es que se puede hablar de culturas autónomas- porque sus idiomas están, bien en decadencia como es el caso del francés, o bien no demandados apenas fuera de Europa. Tanto miedo tienen estos países mencionados indirectamente que están negociando con el gobierno brasileño que no sea obligatoria la lengua española como segunda lengua en la enseñanza secundaria en Brasil. También lo reconocen como enemigo del mundo anglo-yanqui la derecha americana -la de USA-, cuyo partido republicano ha tomado medidas contra el español y contra los que hablen español, en un alarde de fascismo de nuevo cuño. Me remito al libro de Santiago Armesilla Iberofonía y Socialismo para ver estos temas. Tampoco tiene miedo el mundo anglo-yanqui a las culturas rusas o las del mundo árabe por sus limitaciones geográficas o, al igual que el chino, por su escritura y sus Estados autoritarios o, directamente, por sus dictaduras religiosas.

Gibraltar es un territorio “pendiente de desconolonizar” según la ONU y que, a partir del brexit, no es sólo una colonia del Reino Unido en el Reino de España sino una colonia en el seno de la UE

Pues bien, para construir esa alianza cultural que afiance el mundo iberófono y de la que depende muchos puestos de trabajo en el futuro, España debe dar ejemplo de su determinación de construir ese Estado fuerte en alianza iberófona, y nada más ejemplar y absolutamente necesario que Gibraltar sea de soberanía española, al igual que las Malvinas sean argentinas o Puerto Rico pueda ser una autonomía española si así lo decidieran los puertoriqueños en un referéndum o los saharauis en otro. Es verdad que la soberanía del peñón la perdimos en el tratado de Utrecht (1713-175) por la maldita sucesión dinástica, pero desde entonces han pasado muchas cosas. Para empezar los ingleses han ido apropiándose de aguas y territorio que no figuran en el tratado a lo largo de estos más de tres siglos; más aún, ahora quieren actualmente construir viviendas y equipamientos apropiándose de aguas jurisdicionales españolas. Pero Gibraltar es un territorio “pendiente de desconolonizar” según las Naciones Unidas y que, a partir del brexit, no es sólo una colonia del Reino Unido en el Reino de España sino una colonia en el seno de la Unión Económica. Es un casi análogo -por no decir igual- que el de Hong-Kong y China, pero que el país anglo entendió que el país asiático se lo acabaría arrebatándolo por la fuerza tarde o temprano y lo cedió en 1997 aunque como “región administrativa especial”. Y es que este país de piratas al servicio de la Corona inglesa, país depredador por excelencia de acuerdo con la taxonomía de Gustavo Bueno -España frente a Europa-, sólo entiende las relaciones exteriores basadas en la fuerza militar y en su alianza con USA; así lo entendía Winston Churchill cuando decía que Inglaterra “no tiene aliados sino intereses”, intereses impuestos normalmente manu militari. Gibraltar en un istmo estratégico de primer orden mundial, donde pasa más del 10% del tráfico comercial mundial, es la puerta tanto de entrada como de salida del Mediterráneo y representa la posibilidad de que España tenga el control de sus aguas jurisdicionales de verdad y no la actual pantomima; Gibraltar es un paraíso fiscal donde hay más sociedades mercantiles registradas que habitantes, un lugar obligado del tráfico de estupefacientes, es decir, de droga, pero es también la única posibilidad de que el Reino Unido -nuestro secular enemigo- pueda recuperar alguna de su relevancia estratégica que tuvo en el pasado. El centro de gravedad de Europa se ha desplazado del septentrión de nuevo al Mediterráneo, y dentro de poco bajará hasta el centro de África por el interés de China en este continente. Incluso objetivamente a USA le interesa más la alianza con España que con sus primos anglos precisamente por el cambio de gravedad geoestratégico y por la decadencia en la que está la patria de Newton. De ahí que España tenga una baza frente al país yanqui: mantenimiento de bases y alianza con USA a cambio de un Gibraltar bajo soberanía española. España aún tiene un sistema defensivo débil por falta de presupuestos dedicado a la Defensa, pero va camino de compensar parcialmente si se llega a ese 2% del PIB destinado a una filosofía defensiva bajo el lema si quieres la paz prepara la disuasión. España tendrá - si no hay más retrasos- en este decenio 3 submarinos más de la clase S-80 y 5 fragatas F-110, ambos -submarinos y fragatas- de lo más avanzado del mundo. Pero por muchos esfuerzos que se hagan y sin errores -la concesión en el Sáhara ha sido un error- España sola no puede construir el tan deseado Estado fuerte capaz de competir con el mundo anglo-yanqui por muy en decadencia que esté, por eso necesita esa alianza iberófono en todos los terrenos: cultural, diplomático y, también, militar. Un Estado fuerte en alianza mencionada, con dos idiomas en expansión mutuamente comprensibles de forma nativa, será la palanca de un desarrollo cultural y, por tanto, económico, empresarial, que permita la extensión de lo público y, por tanto, que mejore la vida de ese 90% que no puede permitirse un Estado sin Estado de Bienestar, lo que sería equivalente a una dictadura privatizadora de lo público o al servicio directamente de lo privado. Lo que está en juego son millones de puestos de trabajo a repartir entre el mundo anglo-yanqui o el mundo iberófono.

Para acabar y no se me olvida, tenemos un déficit diplomático-estratégico para conseguir ese Gibraltar español y es que el Reino Unido tiene la bomba atómica y el Reino de España no: a buen entendedor le sobra más comentario.

(1) Jardiel Poncela, Antonio Lara, López Rubio y nada menos que el genial Michel Mihura, por poner los más conocidos.

Gibraltar y la izquierda española