jueves. 18.07.2024

El mundo sigue andando

"Qué asco de mundo. Ya ni de los mayas puede uno fiarse", decía ayer mi vecino Antonio, quizás porque el uso de sus facultades, en parte recuperadas luego de una apocalíptica jornada regada de vinos de garrafa, rezos y otras insanas ingestas etílicas y místicas, lo ponían al corriente de una realidad inesperada: El mundo continuaba su marcha.

"Qué asco de mundo. Ya ni de los mayas puede uno fiarse", decía ayer mi vecino Antonio, quizás porque el uso de sus facultades, en parte recuperadas luego de una apocalíptica jornada regada de vinos de garrafa, rezos y otras insanas ingestas etílicas y místicas, lo ponían al corriente de una realidad inesperada: El mundo continuaba su marcha. "¡Me voy a cagar en todos los mayas!", ladraba envuelto en su robe de chambre mientras leía la carta certificada de la compañía eléctrica, mediante la cual era anoticiado del inminente corte de luz por falta de pago. "¡Me voy a cagar en todos los mayas!".

La peor de las predicciones finalmente se cumplió. Y a pesar del hombre el mundo sigue andando. "Yo no tengo miedo a que la Humanidad acabe, sino a que siga igual", me decía un amigo mientras aguardábamos juntos al colapso que no fue, y que nos obliga ahora a pagar las deudas que supimos contraer con la esperanza de que, con un poco de suerte y buen atino maya, un sanador cataclismo nos eximiese de ellas.

Como no podía ser de otra manera –o tal vez sí– los medios de comunicación en todas sus formas se vieron abocados estas últimas semanas a las conjeturas. "¿Se vine el Fin del Mundo?", interrogante que encabezó las portadas de periódicos tradicionales y digitales, incluso de aquellos que ostentan poseer el preciado don de la coherencia. "Y qué querés que te diga....", me decía el jefe redactor de un medio argentino de gran tirada; "... a la gente le gusta todo esto del apocalipsis. Incluso a más de un lector le preocupa más que la inflación, la inseguridad y los saqueos".

Los medios europeos también aprovecharon el tirón. Las encuestas a pie de calle, las predicciones de místicos de salón, los arrebatos sabiondos de futurólogos de pacotilla invitados a los platós de televisión, y todos los etcéteras imaginables, conformaron una suerte de compendio de imbecilidades a la que no escaparon ni siquiera las secciones de política y economía que, mitad con tono socarrón y otra midad sin tono, sucumbieron ante la magnitud de la cuestión. A los dirigentes de los países más afectados por la grave crisis que asola la región, la posibilidad de la desaparición de la especie humana les vino como anillo al dedo para ir adelantando los presupuestos para el año venidero; y ya de paso -y ante la duda- responsabilizar a los mayas de cualquier infortunio que imposibilite la recuperación del empleo, la estabilidad económica, la bajada de las primas de riesgo y otros asuntos no menos significativos que, vaya uno a saber por qué motivos, escapan siempre de la pericia de quienes se jactan de ser más listos que dos mayas juntos.

El panorama es desolador. El mundo sigue a la deriva y la Humanidad ni si siquiera halla consuelo en un apocalipsis como dios manda. "Me voy a cagar en todos los mayas", insistía Antonio desde el rellano, ya sabiéndose en la terrible obligación de seguir existiendo, una misión cada vez más difícil para el hombre de a pie.

El mundo sigue andando