lunes. 26.08.2024
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Imagen: Internet

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Acaban de poner un cartel en una playa que frecuento a menudo. La de Hendaya. Se prohíbe hacer nudismo justo en la zona más apartada donde se practica desde tiempo inmemorial. Está en un extremo cubierto de peñas y hay que ir aposta porque no pilla de paso. Francia siempre fue pionera en playas nudistas, como testimonia por ejemplo el Grau d’Agde que conocí de niño. Asombraba cruzar los Pirineos y encontrarse con una cultura menos pacata que la sesgada por los confesionarios. Luego conocí la normalidad con que se asumía el nudismo en los parques y lagos de Alemania.

Nunca olvidaré que para visitar los Museos Vaticanos el portero aconsejó a mi prima Caty comprar un pañuelo de recuerdo para cubrirse los hombros en plano agosto romano. Ni corta ni perezosa, ella sacó su impermeable transparente y así la dejaron pasar. Fue asándose de calor y captando las miradas de los visitantes, que vislumbraban sus piernas en pantalón corto y su camiseta de tirantes con un velo demasiado sugerente, porque parecía poder atisbarse cualquier cosa que recreara la imaginación.   

Un buen amigo me hizo descubrir un spa berlinés nudista y mixto. Llevas tu batín o toalla para comer y desplazarte por las instalaciones, pero te lo quitas para entrar en una u otra sauna y servirte de las duchas compartidas por ambos géneros, al igual que los vestuarios. Tardas muy poco en acostumbrarte, porque no hay ambiente de mal rollo. El voyerismo necesita superar obstáculos para complacerse, a través de una mirilla o con un catalejo. Pero al mostrarse todo sin más, no hay barreras que franquear y lo raro es que alguien conserve su toalla, lo cual atrae las miradas por contraste.

En este complejo nudista donde hay gente que pasa todo el día descansando, se reúnen cuerpos de toda edad y condición. Hay algunos esculturales pero abundan los normalitos con sus michelines y barriguitas. La comparativa puede hacer trizas nuestros absurdos complejos y pulverizar de paso los más inveterados prejuicios. Lo que abundan son las caras de satisfacción al compartir las diversas liturgias de cada sauna o pileta. Las duchas tienen un tiempo limitado de uso para posibilitar que pases por ellas con frecuencia. Tras un par de horas desaparecen los dolores corporales y te sientes como si hicieras un viaje astral.

¿Qué pasaría si el nudismo estuviera más normalizado por doquier? Quizá no habría tanta demanda por ver cuerpos desnudos en internet o en el mostrador de un bar

Pocas cosas recuerdan tanto la igualdad como el compartir enclaves como este, donde no hay abalorios ni vestimentas que nos diferencien, aunque no falten tatuajes realmente creativos e ingeniosos en ocasiones. En Berlín mucha gente se da un chapuzón sin ropa en sus múltiples lagos y en cualquier estación del año. Impresiona ver los agujeros hechos en el hielo para no dejar de bañarse cuando a uno le apetezca, pese a la copiosa nieve caída en febrero.   

Desde luego el nudismo va por barrios y tiene sus épocas. Hay oleadas de puritanismo que hacen utilizar el bañador a los hijos mientras prescinden del mismo sus progenitores. En Japón se bañaba toda la familia junta, hasta que llegó el protectorado norteamericano y decretó la segregación de géneros, cambiando con ello un vector más de sus patrones culturales.

¿Qué pasaría si el nudismo estuviera más normalizado por doquier? Quizá no habría tanta demanda por ver cuerpos desnudos en internet o en el mostrador de un bar. Bien al contrario, parece prosperar el control de los atuendos femeninos, para que no vayan provocando a los fogosos machirulos con una mente trastornada de oficio. Hace medio milenio Cranach el Viejo podía pintar desnudos que hoy se verían censurados por una hipócrita pacatería digna de mejor causa.

Utilizar un recodo de una playa para prescindir del bañador no es obligatorio y resulta sintomático que se prohíba, como si con ello se ofendiese a quienes disponen del resto de la playa para ir como les plazca. Escandalizarse ante un cuerpo desnudo que solo puede contemplarse al buscarlo es cuando menos pintoresco. Sobre todo porque ciertas prendas de baño resaltan justamente las partes del cuerpo que se consideran obscenas en ciertos lugares. Recuerden lo del impermeable transparente deambulando por los Museos Vaticanos. Eso sí que suscitaba curiosidad, y no unos hombros al aire.

Lo del nudismo va por barrios y tiene sus propias épocas