domingo. 06.10.2024
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El saber popular sostiene que las personas se dejan seducir fácilmente por las primeras impresiones. Tenemos tendencia a fijarnos en aquella información que confirma la primera impresión que nos hemos hecho, y a descartar la que no la confirma. A veces eso puede llevar a la falsa sensación de que la primera impresión es la que vale.

Un nuevo estudio, titulado, “Dormir sobre él”, puede ayudarnos a evitar juzgar un libro únicamente por su portada.

En una investigación publicada en la revista Journal of Experimental Psychology: General, un equipo de investigadores de la Universidad de Duke comenzó con esta pregunta: ¿Es mejor comenzar fuerte con una buena primera impresión o terminar con una buena nota?

Para arrojar algo de luz sobre el tema, hicieron un estudio que involucraba una venta imaginaria. En una serie de experimentos realizados en línea, los investigadores pidieron a los participantes que buscaran en cajas virtuales de productos no deseados artículos para incluir en la venta.

La mayoría de los artículos dentro de cada caja no valían mucho: un viejo reloj despertador, por ejemplo, o una planta en maceta. Algunos objetos especiales, como una bonita lámpara o un osito de peluche, valían más.

Los participantes ganaron dinero real en función de las cajas que eligieron, por lo que se sintieron motivados a averiguar qué cajas eran las más valiosas.

Sin embargo, sin que los participantes lo supieran, el valor total combinado de los 20 artículos en cada caja era el mismo. Lo que variaba era la secuencia de la "basura" frente a las "gemas".

En algunas de las cajas, todos los artículos valiosos estaban en la parte superior, por lo que cuando los participantes desempacaron la caja, primero vieron esos artículos. Otras cajas tenían sus objetos de valor agrupados en el centro o en la parte inferior, y en algunas cajas estaban entremezclados.

Después de que los participantes abrieron las diferentes cajas, los investigadores les pidieron que estimaran el valor de cada una y eligieran sus favoritas. Algunos participantes juzgaron las cajas de inmediato, pero otros "durmieron sobre ellas" y decidieron después de un retraso de una noche.

Rápidamente surgió un patrón: cuando los participantes tenían que tomar una decisión de inmediato, tendían a recordar y juzgar las cajas no por la totalidad de su contenido, sino más bien por los primeros elementos que encontraban.

Una y otra vez, los participantes optaron por cajas con objetos de valor en la parte superior. Cuando vieron estos "tesoros" primero antes que los artículos de bajo precio, era más probable que eligieran esa caja que si hubieran visto primero las cosas baratas.

Los participantes también tendían a sobreestimar su valor, suponiendo que valían un 10% más de dinero de lo que realmente valían.

Este es un ejemplo de un fenómeno psicológico llamado sesgo de primacía.

Cuando se trata de formarse una opinión general de algo, resulta que estamos indebidamente influenciados por la primera información que encontramos, incluso cuando salen a la luz nuevos hechos.

En el caso de este experimento, este sesgo impidió que los participantes compararan las cajas de manera racional, e incluso los llevó a creer que algunas cajas eran más valiosas de lo que realmente eran. Al mismo tiempo, irónicamente, fueron menos capaces de recordar detalles específicos cuando se les preguntó qué artículos en estas cajas preferidas eran los "tesoros".

Sin embargo, los participantes a los que no se les pidió que decidieran hasta el día siguiente tenían menos probabilidades de caer en estas trampas.

Los participantes que "dormían en ella" ya no preferían abrumadoramente las cajas que causaban una buena primera impresión. Las cajas que guardaban lo mejor para el final tenían un peso igualmente favorable en su cálculo mental.

Juzgar por las primeras impresiones podría ser en realidad algo bueno para las decisiones en el momento. Digamos que estás viendo la escena inicial de una película o hojeando las primeras páginas de un libro. Los juicios rápidos basados en estas impresiones iniciales pueden ayudarnos a decidir cuándo sería mejor seguir adelante antes de invertir demasiado tiempo y esfuerzo.

Pero cuando se trata de situaciones con riesgos a largo plazo, por ejemplo, volver a un restaurante, contratar o salir con alguien, "hay sabiduría en la idea de “dormir” antes de tomar una decisión.

"Este es un primer vistazo emocionante a cómo nuestros cerebros resumen una experiencia gratificante". "Cuando termina, nuestro cerebro lo entreteje todo en la memoria para ayudarnos a tomar mejores decisiones, y ese truco genial sucede de la noche a la mañana", afirman lo autores.

Datos clave del estudio:

  • Los juicios rápidos conducen a una sobreestimación de los elementos vistos primero (sesgo de primacía).
  • Los participantes que "durmieron en ello" tomaron decisiones más racionales y equilibradas.
  • Retrasar las decisiones reduce el sesgo de la primera impresión en lo que está en juego a largo plazo.

Por último, compartir esta reflexión de Voltaire:

“El hombre se precipita en el error con más rapidez que los ríos corren hacia el mar”.

'Dormir sobre él' ayuda a la toma de decisiones racionales