viernes. 04.10.2024
El_Coyote_y_el_Correcaminos_Beep_Beep

Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna

 

La disolución de la lucha de clases como motor de la historia es un fenómeno constatable desde hace décadas. De facto desde la entronización del mercado como instrumento de organización social frente a otros mecanismos que han ido perdiendo su potencial, incluso su oportunidad. La lucha de clases es en parte una metáfora que ilustra el deseo y el empeño de la humanidad por oponerse a la desigualdad entre ricos y pobres, entre propietarios y desposeídos, entre amos y esclavos. Las batallas históricas encajables en el concepto de lucha de clases, sean huelgas, sean formaciones de comunas o logros legales, tienen sentido en una pugna sin cuartel entre aquellos que poseen las riquezas de este mundo y aquellos que no.

Las cristalizaciones de cada momento en el que se expresa esta confrontación tienen diversas formas evolucionadas desde los modelos feudales a los aristocráticos y más tarde a los burgueses y capitalistas. En cada momento los poseedores de recursos han podido marcar el terreno de juego donde llevar a cabo esa partida. En el feudalismo es la idea de dios y su designio de las formas de la sociedad lo que acota el campo de juego, más tarde es la posesión y legado de las tierras y todos sus frutos entre personas aparentemente elegidas para llevar adelante el fin económico moral de la sociedad aristocrática. Dada esta batalla con los resultados conocidos, la pujante burguesía busca en el poseer cosas el sentido de la vida. Diseña mercados que van más allá de lugares de intercambio de lo necesario, se convierten en el lugar que certifica quien es quien, los mercados se especializan en dotar de preeminencia a través de posesiones sofisticadas obtenidas por todo el mundo y hacia todas las cosas. La diversificación hacia los mercados del lujo, los viajes y el arte son la etapa final de este modelo de control social vía ostentación.

Para alimentarlos, para proveer de recursos a los imparables mercados, los desposeídos van a tener que jugar un nuevo papel, van a perder sus particularidades individuales y ser sustituidas por características estándar acopladas a las formas de producción industrial orientadas a las primeras fases de los mercados artificiales (siglos XIX y XX) La producción estándar y la estandarización de las condiciones de vida lleva la lucha por la igualdad a una imagen que se corresponde perfectamente con la de la existencia de dos clases en conflicto antagónico.

En el fondo de la lucha de clases lo que existe es una irrefrenable ambición por la justicia y por derribar todo aquello que fortalece la desigualdad

Lo que quiero remarcar con este recordatorio es que en el fondo de la lucha de clases lo que existe es una irrefrenable ambición por la justicia y por derribar todo aquello que fortalece la desigualdad, no entre sujetos, sino entre poseedores y desposeídos. Y esto es muy importante en la búsqueda de la justicia y la dignidad, y de paso para tener una mejor oportunidad de acción social de tipo obrerista o de los necesitados, porque el proceso histórico no se detiene. De hecho la respuesta de los poseedores a las reivindicaciones de los luchadores de clase fue la de no os preocupéis, habrá para todos, eso sí a través de la sacralización del merado, agigantándolo alimentado por grandes bolsas de capital y asunto concluido, tendréis tantas cosas como imaginar podáis (piensa en la tecnología) excepto una: poder regular el mundo en el que vivimos. Los poseedores respondieron a las formas tradicionales de lucha de clase con un, si vuestra indignación proviene de la percepción de carencias, no os preocupéis, habrá para todos (aunque sea mierda) Y vaya que si hay.

Los desposeídos en cambio no parecen haber dado con el resorte que les permita mantenerse en la confrontación histórica. Sus instrumentos de organización y propuesta de acción se mueven con una lentitud y torpeza paquidérmica, las pautas que definen los accesos a la toma de conciencia de clase son exasperantemente inútiles, las particularidades históricas han convertido a la propuesta de acción revolucionaria en un lento coyote al que siempre le sobrepasa un correcaminos que le saca la lengua, emite un beep-beep y desaparece en polvorosa.

La conciencia de clase forjada en la lucha se me aparece como una tartana añosa ineficiente para sostener el pulso a los poseedores

La semana pasada la izquierda de la izquierda se dio cita en Rivas, antiguo bastión del obrerismo, para debatir fundamentos de una alianza de las formaciones a la izquierda del PSOE. Importante signo y buena convocatoria, pero uno de los grupos, Podemos declina asistir aduciendo nada, yo oigo el primer beep-beep. Entre los asistentes había ausencias notorias de grupos sociales emergentes, inmigrantes, LGTBI, estudiantes, arrendatarios, etc. Yo oigo un segundo beep-beep que se acerca. Al salir del evento y dirigirme a tomar el metro, paseo por un zona de nueva construcción que semeja a Aravaca pero en el Este de la ciudad. Propietarios que ingresan en sus inmuebles acorazados por garaje, piscina, padle y demás. La zona está repleta de espacios comerciales a la última, para que olviden hallarse a 30 km del centro comercial propio de la ciudad. El barrio y la gente tiene aspecto de clase media…

Media alta me dice con su mirada llena de desdén alguien desde su rutilante eléctrico pagado en cómodos plazos. Oigo el tercer beep-beep y veo al tesla correcaminos desaparecer por una ajardinada avenida regalo del ayuntamiento progresista (a punto de extinguirse). La conciencia de clase forjada en la lucha se me aparece como una tartana añosa ineficiente para sostener el pulso a los poseedores.

El mercado diluye la lucha de clases. (Fábula del Correcaminos)