domingo. 30.06.2024
Presentación en el Museo de San Telmo del volumen “Soledades habitadas” (foto de Roberto R. Aramayo)
Presentación en el Museo de San Telmo del volumen “Soledades habitadas” (foto de Roberto R. Aramayo)

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En el donostiarra Museo de San Telmo pudimos asistir a una sugestiva presentación del volumen titulado Soledades habitadas. Tiene un formato peculiar, muy apaisado, que le hace sobresalir de la hilera en cualquier biblioteca. Incluso se sostiene de pie sin apoyo. A los pies de los ponentes había un ejemplar colocado en una curiosa escultura: la caja metafísica de Oteiza, concebida para que los espectadores rellenen los huecos. Eso es lo que pretende también este libro con sus espacios en blanco, para reposar la lectura. Su grafía tampoco es casual. Redactada con letra negrilla y sin justificar los márgenes encontramos el texto de los protagonistas. Las personas entrevistadas en el bilbaíno barrio de San Francisco. Unos talleres de fotografía que les invitaban a retratar la soledad en su hábitat daban paso al diálogo con los artífices del volumen. Al final hay que desplegar las conclusiones y encontramos un código QR que permite participar en el proyecto, enviando reflexiones, audios o imágenes relativas a nuestra concepción de la soledad. Este volumen práctico sigue a otro teórico titulado Soledades. El tercer volumen se irá construyendo del modo recién descrito, con la participación de quienes deseen contribuir.

La esencia de la soledad es harto compleja. Es el fruto de una compleja dialéctica entre presencia y ausencia, en que se tiende a convocar, evocar e invocar una trama de anhelos, nostalgias y recuerdos. El problema es aquella soledad que nos asola con su desolación, cuando supone un aislamiento provocados por un urbanismo deshumanizado, las desigualdades o el universo digital. Como se dijo, nadie ha conseguido quedarse la soledad para él solo, porque paradójicamente no hay nada más compartido. Aparece cuando menos la esperamos en cualquier momento y lugar. Comparece a toda edad, sin ser algo exclusivo de la última etapa vital, aunque se asocie con esta porque ciertas dinámicas de todo tipo lo imponen así. La soledad atraviesa nuestra vida con una enorme gama de intensidades, a ráfagas y de forma ondulada. Este proyecto surgió con la pandemia, cuando la soledad se hizo sentir con más fuerza dadas las restricciones generalizadas de socialización. En un primer momento el enfoque fue teórico y la insatisfacción dio pie a este acercamiento tan original.

Es el fruto de una compleja dialéctica entre presencia y ausencia, en que se tiende a convocar, evocar e invocar una trama de anhelos, nostalgias y recuerdos

Es un error horroroso responsabilizar del síndrome de la soledad a quien lo padece. Las decisiones políticas y el dinamismo social condicionan su vivencia. Se ha dicho que un libro siempre nos acompaña, como por otra parte lo hace la radio en directo. Pero como nos cuenta la letra de “Ma solitude”, conviene acostumbrarse a una compañía tan pertinaz como nuestra propia sombra. Bajo una condiciones ideales incluso puede tener sus ventajas. No deja de haber una dimensión positiva que permite a cada cual quedar consigo mismo para conocerse mejor y entablar un sosegado diálogo interno, como testimoniarían sin ir más lejos esa ensoñaciones de un paseante solitario que nos lega Rousseau.

Los aspectos negativos vienen dados por la exclusión. De ahí que ser condenado al ostracismo conmutase las penas de muerte. Sentirnos expulsados es la peor faceta de una insufrible soledad que nos quiebra el alma. Otra cosa es que decidamos apartarnos del rebaño para no seguir al abanderado, como nos dice Georges Brassens en “La mala reputación”. La gente rara con criterio propio suele quedarse sola momentáneamente, hasta que se vayan congregando sus homólogos. Fue una fiesta escuchar a mis compañeros del Instituto de Filosofía, Txetxu Ausín y Melania Moscoso, presentar este curioso libro colectivo con Aitor Sorreluz. La soledad es algo que conviene compartir y pensar en común para hacerla más amable. Lamento que mi crónica hecha en solitario no le haga justicia.

Soledades habitadas