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Las horas pasan
Y nadie viene a recoger a estos niños…
Un niño iraquí con melodioso acento
Me pide que pliegue su camisa incendiada
Y me explica sumergiéndose en el frío
que no quiere volver a su país en guerra.
Asiento, le abrazo, se despide con calma
Y se marcha al fin a un lugar posible,
A un lugar limpio y con alma,
apto para niños que no quieren las guerras,
Con su acento dulce y una bandera blanca.
Las horas pasan,
Y nadie viene a recoger a este niño...
La niña gazatí que huele a queroseno
Me pide que le indique la salida
De esta ciudad ocupada por el miedo;
No puede soportar el grito de las piedras
Ni el sollozo de las rosas bombardeadas.
Asiento, la abrazo, le doy ánimos,
Y se marcha en busca de un lugar posible,
De un lugar limpio y con alma
Apto para niñas que no quieren las guerras,
Con su olor a queroseno y su bandera blanca.
Y pasan otros niños: libios, yemeníes, saharauis, afganos,
Que surgen de las ruinas humeantes de sus pueblos
Sembrados de estrellas del color del fuego
Y todos quieren conocer la salida
De ese lugar donde llora el viento.
Y se marchan
Con sus camisas rojas y su bandera blanca.
Las horas pasan,
Se convierten en siglos,
Y nadie viene a recoger a estos niños
De las ciudades bombardeadas
Que siempre invaden las arenas
Del tiempo y de los muertos.
Nadie viene a recogerlos,
Nadie queda.