domingo. 30.06.2024

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Celín Cebrián | @Celn4

Sin ninguna duda alguna, es el director más importante de la historia de China, reconocido internacionalmente por la calidad de su cine y la originalidad de sus obras. O como dicen otros “es el camaleón del cine chino”, que atesora una carrera que abarca un total de 22 películas en un período que va desde 1987 hasta 2020 y que, en todos esos años extraños y convulsos, siempre se ha mantenido fiel a sí mismo, sorprendiendo a propios y a extraños con propuestas audaces y fuera de toda norma, resistiendo incluso la presión de la feroz maquinaria política china, abriendo la cinematografía de su país a todo el mundo y, en definitiva, formando parte de una de las generaciones más importantes de las últimas décadas.

Durante la Gran Revolución Cultural Proletaria se vio obligado a abandonar sus estudios y a trabajar durante diez años en fábricas textiles y en los campos de arroz. Lejos de recordar esa etapa con amargura, la sigue considerando muy decisiva en su vida, ya que con ella maduró como persona, conoció a verdaderos proletarios que salían adelante con sus propias manos sin deberle nada a nadie y con dignidad, y se empapó de la miseria y la riqueza de un país enorme y complejo como era China a finales del siglo XX y principios del XXI. Volvió a los estudios, pero, como tenía una edad avanzada, ya no se pudo matricular en la Academia de Pekín en Dirección Cinematográfica y tuvo que hacerlo en Fotografía, debutando como operador en Tierra amarilla. Demostrando su pericia y gran gusto por la iluminación, con el tiempo se convirtió en realizador. No dirigió su primera película hasta los 37 años.

“La belleza y la violencia se encuentran, quizás sin saberlo, a un solo color de distancia” 

Antes de entrar en su obra, me gustaría decir que me parece incomprensible que, un cineasta como Zhan Yimou, que hace dos décadas estaba en boca de todos los cinéfilos y cuyo cine seleccionaban todos los festivales, ahora, sin que nadie cuestione su talento ni su obra, se ve relegado como un simple artesano y nadie le presta demasiada atención. Pues, ¡vivan los artesanos! Como dice Adrián Masanet ꟷ”ya les gustaría a muchos directores occidentales filmar así, con esa épica y esa grandiosidad. Pero, claro, la crítica purista eso no lo va a consentir, y además es chino, o sea, que filma de otra manera o de manera diferente a la habitual. Si alguien quiere encontrar un sucesor de Kurosawa, lo tiene en Zhang Yimou. Si quieren ver maravillas intimistas las tienen en Sorgo rojo, La linterna mágica o Camino a casa. Ahora bien, si quieren ver una épica y no aquella que reduce Peter Jackson a la nada, también tienen en este cineasta al referente ineludible. Por eso y por muchas otras cosas es y seguirá siendo uno de los grandes directores del mundo”.

El olvido del didactismo y la propaganda dejó espacio para un cine más estético, más emocional y libre de consignas ideológicas, con capacidad para explorar a través de la ficción historias individuales. Y ahí, muy pronto, el talento de Zhang Yimou adquirió rápidamente la suficiente dimensión narrativa y simbólica para hacer una reflexión sobre la historia reciente de su país y ver los problemas socioculturales desde una perspectiva más crítica y humanista. 

Su estilo visual queda plasmado con imágenes deslumbrantes, aunque parezcan sencillas. Los guiones son adaptaciones cinematográficas que trabaja con los propios autores para ser más riguroso y que queden plasmadas las luces y las sombras, y los personajes se solapen al núcleo. Por eso Zhang Yimou suele escoger como protagonistas a mujeres. La representación de la figura femenina ha dado lugar al desarrollo de la psicología del personaje y sus vivencias sin necesidad de ir acompañada de la perspectiva masculina. La vemos como hija, madre, patrona, concubina, enemiga… No sé dónde leí una frase que dijo este director que venía a decir que… “la gente en la miseria es lo más importante del arte”.

Es el director más importante de la historia de China, reconocido internacionalmente por la calidad de su cine y la originalidad de sus obras

Con el fin de delimitar su cine de una forma coherente, vamos a dividir su obra en cuatro etapas, cada una con sus variables. La primera etapa (1987-1994), que consta de seis películas, denominada “El renacimiento del cine chino”, se vuelca la época de la China milenaria, en la que el joven director muestra un impulso creativo, mientras explora un estilo propio con historias de alta emotividad y en un contexto histórico convulso. Cabe citar Sorgo rojo, Yu dou: la semilla del crisantemo, La linterna mágica y La joya de Shanghai. La segunda etapa (1995-2000), denominada “Reflejo de los cambios sociales”, en la que vemos una evolución hacia el realismo, incluso casi podríamos decir que llega al hiperrealismo en las temáticas sociales y un estilo más sobrio. Es la etapa del “wuxia” o cine de artes marciales. Pensemos que en el año 2000 el éxito del taiwanés Ang Lee con Tigre y Dragón, que consiguió 4 Oscar, trajo un revival de este tipo de cine. En este bloque, tenemos algunas películas que siguen esa línea aunque algunas se hiciesen en años posteriores. Pero el espectáculo visual sigue siendo fastuoso, y la enjundia, la estética, la exquisitez… Todo eso comienza con ese tipo de cine. Hero, La casa de las dagas voladoras, La maldición de la flor dorada, La gran muralla y Sombra. La tercera etapa (2001-2009). la “Representación del poder cultural de China”, tiene una apuesta más comercial, con películas ambientadas en el pasado, elementos épicos y grandes efectos visuales. Este nuevo enfoque marca la consagración definitiva de Zhang Yimou como cineasta de éxito en taquilla. Tendríamos Vivir, Camino a casa, Ni uno menos, Un segundo y Amor bajo el espino. La cuarta etapa, llamada “La Épica de la cultura china”, recupera algunos temas anteriores y les da continuidad pero ahora con una producción más ambiciosa, con claros objetivos comerciales, tipo Hollywood, y un acabado más perfeccionista. En este apartado estarían Qiu Ju, Keep Cool, La búsqueda y Happy Times. En consecuencia, lo que queda claro es que el director chico es muy versátil y no podemos encasillarlo en un estilo concreto. Ha dirigido dramas, cine de autor, comedias, películas de aventuras, filme noir… Y ha hecho uso de las mejores lecciones de John Ford y del citado Kurosawa, pero también de las vanguardias, no nos engañemos. Estamos ante un director de gran envergadura. Regresamos a las palabras de Adrián Massanet: ꟷ”Sus películas de acción y aventuras son, todas, sin excepción, obras maestras del género, de una fuerza visual, un ingenio narrativo, arrolladores, y de una perfección técnica que deja sin aliento. Ya les gustaría a directores occidentales filmar así, con esa épica y esa grandiosidad”.

Estamos ante la mirada de unos de los grandes directores. Hay una película que parece puede llegar a parecernos incluso una película tonta, pero no lo es. Me refiero a Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos, remake del primer filme de los hermanos Coen Sangre fácil. Es una obra con una fuerza. La atmósfera, el tono, la forma de mirar la naturaleza… esos personajes en esta disparatada comedia en la que Yimou traslada la acción de Texas a la China de hace siglos. Decía Godard que para filmar sólo hacía falta una mujer y una pistola. Pues eso.

El olvido del didactismo y la propaganda dejó espacio para un cine más estético, más emocional y libre de consignas ideológicas, con capacidad para explorar a través de la ficción historias individuales

Y vayamos, por último, a Yu dou. La joven y bella Ju Dou es vendida por su familia al viejo propietario de un próspero negocio textil de un pequeño pueblo de la China profunda. El viejo, al ver que ella no le da descendencia, empieza a maltratarla y despreciarla. Ju Dou cada día se siente más destrozada y más cercana al sobrino de su marido, un hombre que trabaja para él y al que también explota. Entre ambos surge un amor prohibido y apasionado de cuyo fruto nace un niño. Obligada por el anciano a mantener en secreto la condición del bastardo, la mujer deberá afrontar su difícil situación ante la comunidad. Un retrato social brutal en el que los personajes quedan envilecidos por el horror y el odio y la hipocresía, siendo presos de la tragedia. Rodada en unos preciosos espacios en los que los colores cobran un significado poético, marca de la casa. Yu Dou es una obra maestra que fue nominada al Oscar como mejor película extrajera.  Posiblemente el director ambientó esta obra a principios del siglo XX para así hablarnos de los problemas que persistían entonces en China y torear de alguna manera a la censura, porque en ella nos habla de clasicismo, de la marginación de la mujer, el empobrecimiento de las clases desfavorecidas, la opresión de las costumbres , la dominación jerárquica… El filme está divido en tres fases o partes. En la tintorería, al principio, cuelgan unas telas verdes, que han sido teñidas y se están secando. La idea es que sean igual que el telón en una obra de teatro. Y hay tres actos. A medida que transcurre el drama y los acontecimientos son más duros y violentos, las telas que cuelgan son entre un tono amarillo-anaranjado. Y al final, en la cumbre de la tragedia, las telas son de color rojo dramático. Maravilloso, genial, impresionante.

Antes de terminar, me gustaría hacer un pequeño repaso de cómo el cine de Zhang Yimou se mueve alrededor de la mujer. Ellas lo son todo. El rojo pasión elegido como color dominante en sus películas es mucho más que una intromisión de la estética en la temática. El rojo expresa el amor y la fuerza, el calor y el camino arrollador de la propia vida. La mujer es el ser reflexivo que padece, espera, sufre, ama y le busca un sentido a la vida. Pensemos en La linterna roja, con esa Gong Li estupenda, excepcional, y a la sazón pareja del director hasta 1996 , cuya separación se produjo con La joya de Shanghái.  En 1999 comienza a trabajar con el director chino la actriz Zhang Ziyi. Su nueva musa. Entonces hizo Camino a casa, con una magnífica banda sonora. Y de nuevo un personaje tenaz, una mujer dura, incapaz de volverse atrás, sabedora de su poder, a la que le dedica todo un bello poema amoroso, que es lo que viene a ser todo el filme. Y por último, Jing Tian la actriz de La gran muralla. 

El maestro pone la cámara, que es una brújula imantada que busca el espectáculo y la elegancia, y ambas se funden en una magnífica fotografía que llena el plano de belleza. Eso es Chang Yimou. 

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