viernes. 30.08.2024

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Somos nosotros y nuestras circunstancias, como bien señala Ortega. Difícilmente seguiremos a flote sin salvarlas del absurdo.

Difícilmente saldremos airosos desdeñando nuestra circunstancia. Sin salvarla, nos hundiremos con ella, por mucho que pretendamos mantenernos a flote. Nuestro entorno es cada vez más hostil. Padecemos un urbanismo que desatiende a los moradores de las ciudades para primar el mercado económico. Se destruyen zonas verdes para cambiarlas por asfalto, para colmo, luego se consiente que algo tan elemental como la vivienda se convierta en algo inaccesible para una inmensa mayoría, porque su precio de venta o alquiler supera con mucho el salario promedio. No hay parques de vivienda social y tampoco se pone coto al abuso especulativo que priva de techo a quien le resulta imposible pagarlo con un trabajo por demás precario.

Difícilmente saldremos airosos desdeñando nuestra circunstancia. Sin salvarla, nos hundiremos con ella, por mucho que pretendamos mantenernos a flote

El ambiente social está enrarecido por los discursos del odio y unas descalificaciones personales que imposibilitan cualquier acuerdo de mínimos. Hay conflictos bélicos que burlan el derecho internacional, pero ni siquiera pueden recibir comentarios meramente descriptivos, porque lo contrario te sitúa en “el otro bando”, sea cual fuera este. La salud mental no atraviesa su mejor momento y proliferan las patologías de todo tipo con una u otra intensidad. Cunde la desesperanza por lo que se otea en un horizonte plagado de adversidades climáticas y sociales. Tienta rendirse al conformismo, porque se diría que nada sirve de mucho. Así las cosas, ¿qué cabe hacer?

Somos los cooperadores necesarios de nuestra propia manipulación en muchos frentes y ni tan siquiera nos damos cuenta

Pues advertir que deberíamos cambiar nuestra circunstancia personal y colectiva. Denunciar cuánto nos parece francamente mejorable y no cansarnos de hacerlo aunque caiga en saco roto. Coligarnos con quienes compartan problemas e intereses para hacer causa común. No tolerar que quienes tienen responsabilidades políticas o de cualquier otro tipo nos traten como si fuéramos niños, engañándonos con mensajes propios de necios. Dejar de contribuir a que la IA recabe datos y pueda supervisar cada paso que damos, además de condicionar nuestra conducta y eventualmente suplantarnos.

Como afirmé hace tiempo somos los cooperadores necesarios de nuestra propia manipulación en muchos frentes y ni tan siquiera nos damos cuenta. No hay que recurrir a series como “The Capture” para preocuparnos y cobrar conciencia de nuestra constante colaboración. Lo vemos cada día que debemos utilizar aplicaciones para todo, sin comunicarnos con otras personas, como si hubiéramos logrado sobrevivir a un holocausto nuclear. La realidad se vuelve inverosímil, porque resulta más cómodo y atractivo creerse la patraña, sobre todo si es tan sofisticada como puede llegar a serlo dentro de muy poco. Hay que poner al ser humano por encima de los intereses económicos, por muy trasnochado que pueda sonar.

La circunstancia de Ortega es vital