miércoles. 17.07.2024
Empar Pablo | Secretaria confederal de Comunicación de CCOO

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Con el avance de la inteligencia artificial y la generalización de la mentira y los bulos como forma de acción política, cada vez resulta más difícil discernir qué noticia es falsa y cual es verdadera. 

Las sistemáticas campañas impulsadas por decenas de webs falsas, perfiles personales fictícios en las redes sociales y la connivencia entre determinados sectores de la prensa, la judicatura y organizaciones fantasmas creadas expresamente para generar confrontación y odio, están suponiendo un aumento de los actos violentos, la falta de diálogo y y la disminución del debate y la conversación política que está llevando a un deterioro de la democracia.

Para debatir de la desinformacióm, que alguna ponente calificó, como una forma confusa y poco didáctica de denominar a los bulos y la mentira, la Confederación Sindical de Comisiones Obreras, ha reunido en una jornada de trabajo a expertos en redes sociales, periodistas y directoras de medios de comunicación españoles. La desinformación se relaciona con el incremento de la desafección y desconfianza hacia las instituciones democráticas y otros garantes de las mismas, como los medios de comunicación.

Bajo el título “La maquinaria de la desinformación. Horizontes para una sociedad consciente”, especialistas y periodistas analizaron los desafíos y consecuencias de la desinformación, considerada como uno de los problemas de mayor calado para la democracia.

El secretario general de CCOO, Unai Sordo, durante su intervención en la apertura de la jornada

¿Cómo afecta todo ello a los medios de comunicación?

Como expresó el secretario general de CCOO, Unai Sordo“la mentira no es algo nuevo, ni mucho menos. Pero vivimos tiempos muy cambiantes y complejos”. Es una época en la que la información vive inmersa en una zozobra permanente. Y el sindicato se preocupa por la sociedad en la que trabaja, dado su carácter sociopolítico. “Aunque las fuentes de legitimidad y el funcionamiento de los agentes de intermediación, como los partidos, los sindicatos y otras instituciones están fijadas por ley; los medios no tienen una ley que les regule. Hagámoslo aunque sean empresas y, lógicamente, respondan a sus accionistas”, zanjó el secretario general. Esa reclamación, una Ley de Medios para la democracia del siglo XXI, acorde a las nuevas necesidades y tecnologías gravitó sobre las cuatro mesas que figuraban en la jornada.

Para caracterizar el papel actual de la comunicación, Unai Sordo habló de la evolución hacia la multiplicidad de agentes y a una forma mesocrática de informar con la irrupción de las redes sociales. Y reconoció: “Los sindicatos teníamos la idea de que las redes sociales eran una ventana de oportunidad. Pero ahora sabemos que se ha generado una enorme confusión de las agendas y se ha provocado una ‘desjerarquización’ de la importancia de los acontecimientos”.  El sindicato, “dada su capilaridad al llegar a cientos de miles de empresas y lugares”, está obligado a responder adecuadamente al reto de la desinformación y las ‘fake news’.

Marc Rius, colaborador de la centro Europeo para la Acción Digital (ECDA) y la periodista Marta Peirano, dialogaron sobre el capitalismo de vigilancia como motor de la desinformación, asumiendo que el ecosistema es amplio. Para Ríus, “debemos cuidar la forma en que los usuarios nos acercamos a la información”. Para la segunda, las redes sociales, pero aún más Whatsapp o Telegram, están imposibilitando el debate social limpio y democrático en una suerte de ‘muerte de la alteridad’, incluso en campañas electorales. “Puesto que cada usuario de estas redes, a imagen y semejanza de los medios tradicionales, tiene su propia portada de periódico que es personal y única, se imposibilita el intercambio de ideas. Así todo lo que no sea nuestra portada es falso y queda invalidado”, zanjó Peirano. ¿Cómo dialogar entonces? Y la conclusión es obvia y puede ser una encerrona: “Las víctimas de la desinformación somos, también, desinformadoras”.

Sara Plaza, periodista de El Salto; Julián Macías , experto en análisis de redes y fundador del sitio Pandemia Digital; Valentina Raffo, periodista de El Periódico de Catalunya; y Dani Domínguez, subdirector de La Marea, tienen claro que la información juega un papel central en la sociedad. Es la materia prima con la que se construye el conocimiento y la discusión y toma de decisiones democráticas. De ser falsa o engañosa, pervierte este proceso, pudiendo llegar a bloquearlo.

¿Pero qué hacemos al respecto?

Se trata de un fenómeno complejo con causas sistémicas asentadas en la confianza en las instituciones, la economía, la sociedad y los canales y tecnologías que median la información que se consume. “Es mucho más peligrosa la desinformación difusa que la mentira manifiesta”, alegó Plaza, para quien la solución es la vuelta a pulcritud profesional, “y el periodismo posicionado”. Para Macías, las redes empresariales y accionariales difusas, “crean grandes grupos comunicativos internacionales que crean marcos discursivos alternativos a la realidad”. Por eso para Valentina Raffo, hay que utilizar la maquinaria judicial contra la mentira, y “ofrecer amparo democrático y cívico a las víctimas”.

La era digital permite una amplificación sin precedentes de la desinformación y otros desórdenes informativos

El reto es que el tratamiento de la desinformación por parte de los profesionales proteja a la ciudadanía y amplíe sus derechos sin restringir otros como la libertad de expresión o el derecho a la información veraz. Y para ello, como antes había alertado Unai Sordo, hace falta una regulación. Sobre ello debatieron Magda Bandera, directora de La Marea; Virginia Pérez  Alonso, directora de Público; Ignacio Escolar, director de Eldiario.es; y Jesús Maraña, responsable de Infolibre moderados por Pablo Elorduy de El Salto. 

“Es necesario regular claramente la publicidad institucional”, llegó a reclamar Jesús Maraña, mientras que Magda Bandera apostaba por “llamar las cosas por su nombre y reapropiarnos del lenguaje porque la información es un derecho y no un negocio cualquiera”. Hubo, incluso, quien, como el director de eldiario.es Ignacio Escolar reclamaba una nueva Ley de Prensa: “La que hay es de 1966 y la promulgó Franco. No puede ser que algo tan importante como los medios, resulte tan opaco a la sociedad en muchos aspectos”. De todos modos, como reconocía Bandera, “no hay regulación que vaya a acabar con la desinformación”.  Virginia Pérez Alonso directora de Público se manifestó contraria a aumentar la regulación de los medios de comunicación

El marco europeo promueve medidas orientadas a defender y reforzar la democracia ante la desinformación y consolidar mecanismos que la combatan de forma sistémica. Las instituciones democráticas y sus garantes deben fomentar un diálogo con la ciudadanía que refuerce la confianza y se adecúe al nuevo contexto informativo. 

Los directores de estos medios discutieron entre otros temas de la necesidad de definir que es un medio de comunicación, clarificar la financiación y las campañas de publicidad de las administraciones públicas y de las empresas privadas, la necesidad o no de regular más el funcionamiento de los medios y el papel del periodismo de investigación como aspecto básico de la denuncia de la corrupción y el malgobierno.

Asimismo se solicitó por parte de Magda Bandera una mayor coordinación entre los medios democráticos y progresistas para contrarestar las campañas que sistemáticamente y de forma conjunta marcan la agenda informativa por parte de los medios conservadores.

Para finalizar Empar Pablo resaltó que todas y todos hemos sido víctimas de la máquina de la desinformación y realizó un llamamiento a "Comprometerse conjuntamente para combatir la manipulación, y hacer un frente común para luchar contra la desinformación”, .

Periodistas y sindicalistas debaten sobre bulos y mentiras en medios de comunicación y...