domingo. 13.10.2024
Ni genocidas ni esclavistas 1942

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El sábado 12 de octubre fue la Fiesta Nacional, la televisión pública, en su ángulo superior derecho, coloco nuestra bandera roja y gualda. Hubo, asimismo, banderas en los autobuses de la EMT. Se trataba de conmemorar tantas efemérides: Hispanidad, Día de las Fuerzas Armadas, Descubrimiento de América, Fiesta de la Virgen del Pilar. Da este día para muchas reflexiones. Hace relativamente poco tiempo en términos históricos -49 años-, un dictador genocida, golpista y exento de cualquier sentimiento de paz, piedad y perdón determinó nominarla como el Día de la Raza - ¿qué raza? -, me pregunto perplejo. Podía hacerlo, porque el maldito prócer militar era, nada más y nada menos, que Generalísimo y además sólo respondía ante Dios y ante la Historia.

Con la más bellaca perversión de la veracidad histórica veo, con estupor, una publicidad en las marquesinas de los medios de transporte y en las paredes carteles con el siguiente tenor literal: “1492. Ni genocidas ni esclavistas: fueron héroes y santos”. Así, sin anestesia. Se trata de un reclamo organizado y financiado por la Asociación Católica de Propagandistas, institución vinculada a la Universidad Privada CEU San Pablo. Parpadeo e intento recomponer mis neuronas aturdidas, aturulladas y ofuscadas ante semejante barbaridad. Se me antoja, que una parte de nuestra imperial derechona se lo cree a pies juntillas. Especialmente, los apasionados de esta tergiversación de la realidad colonial y paternalista son los reaccionarios, la ultraderecha, los fascistas, carlistas y demás “gente de orden”.

El encuentro de dos mundos siempre tiene una cara bifronte de difícil digestión. Seguro que hubo acciones buenas y otras nauseabundas, ignominiosas de oprobio infame. No obstante, las barbaridades, calamidades y desafueros de distinta naturaleza fueron mayoritariamente perpetradas por los colonos y “conquistadores”.  En cualquier caso “los descubridores” no eran los detentadores de la Civilización y la Religión; todos esos pueblos “subyugados” tenían su propia cultura (Civilización), creencias religiosas (Religión) y conflictos (Historia, en unos casos de colaboración pacífica, y en otros de crueldades abominables, acciones bélicas y demás tropelías indígenas).

Pónganos un poco de orden, ese Imperio incluía a unos Reinos sureños, que en absoluto tenían conciencia alguna del concepto de Nación. Lo que hoy denominamos España no existía y pertenecía a una multinacional de la Dinastía de los Austrias, o Casa de los Habsburgo –Sacro Imperio Romano Germánico-, del cual eran vasallos los  hispánicos contemporáneos de esos atribulados tiempos- Castilla, Aragón, Cataluña-, lo que viene siendo una especie de franquicia, que compartían con otros territorios: Holstein, Bohemia, Moravia, Silesia, Borgoña (Franco-Condado), Saboya, Génova, Lombardía , Toscana, Países Bajos con la excepción del Artois y Flandes – después entrarían en guerras y conquistas imperiales -. En el momento de su mayor expansión, el Imperio comprendía casi todo el territorio de la actual Europa central, así como partes de Europa del sur.

Todas esas heterogéneas tierras y zonas “del viejo mundo” jamás se consideraron, durante el período comprendido por casi la totalidad de la Historia Moderna, ni un Estado-Nación, ni una Confederación. La verdad, que siempre es revolucionaria, es que mantuvieron un “estatus” de un gobierno monárquico y una tradición imperial estamental. Por tanto, la expresión de la leyenda negra de los “españoles” ni me representa, ni me revuelve, ni genera ninguna emoción patriótica y mucho menos de honra, desprecio o aversión.

Señoras y señores me deja frío; es decir: objetivo, desapasionado, neutral y ecuánime. Eso de que “los españoles” hicieron tal o cual barbaridad, nada tiene que ver conmigo. Las víctimas y verdugos fueron otras personas hispanas, que vivieron aquellos momentos de iniciales “glorias” y, posteriormente, una involución plena de desastres económicos, sociales y políticos atribuibles sólo a las élites monárquicas y a una burguesía depredadora, avara, esclavista, opresora, con una falta absoluta de valentía y capacidad para jugar el papel histórico que le correspondía, enfangada siempre en el vuelo a corto plazo- falta de inversión modernizadora-, rentista y monopolística. ¡Qué inventen ellos! Los ilustrados eran demonios para esa caterva de energúmenos: ¡vivan las “caenas”! A estas alturas de mi torpe discurso, yo creo que ya he enseñado la patita ideológica. Mi condición de patriota es, más bien, precaria e insuficiente como le cuadra a un mal estudiante repetidor, sin nisiquiera solución de repesca para septiembre.

No obstante, entiendo perfectamente que todo Estado o Nación debe tener su himno, su bandera y su Fiesta Nacional, por meras razones institucionales y de cohesión territorial y social. Ahora bien, quien suscribe prefería otra fecha para tan insigne manifestación de orgullo comunitario; por ejemplo, el 14 de abril. ¡Hay gente “pa to”! Y qué le voy a hacer si soy nieto de perdedores de la Guerra Civil, criado en una corrala de Cuatro Caminos (Madrid), rodeado de familiares que, además de ser del Atleti, eran subversivos, obreros concienciados y antifranquistas convencidos: “niño; mira Paco el rana”, también conocido como “el galán del NODO”. Veía yo, en la única cadena que existía, coincidiendo con las vacaciones escolares, que era cuando me dejaban mis padres acostarme tan tarde; el final de las emisiones de la televisión en blanco y negro: oración, despedida y cierre. Me iba a la camita con la imagen de un “abuelito”, una bandera ondeando al viento con pollo e himno, afortunadamente, sin letra. Amigos, yo no me puedo creer todas estas patrañas imperiales, que huelen a naftalina, reparten caspa a discreción, y te dejan un regusto a reflujo gastroesofágico.

Como refiere hoy, en un excelente artículo publicado en el periódico digital Nueva Tribuna, escrito por Antonio Monterrubio y titulado Hispanidades, la siguiente conclusión: “El tópico de la España muy católica y filantrópica que jamás se ensució las manos con tan turbios negocios tiene muy poquita relación con los hechos. Pero bueno, no insistiremos en el tema. Esto no le quita el sueño a nadie, al contrario que la presencia de ministros de según qué fuerza política, la cual, al parecer, no dejaba dormir en su día al 95% de los españoles”.

Bueno, yo creo que no debo persistir en daros la paliza con este discurso agotado ya por mi parte. Para acabar bien hay que concluir con una cita de autoridad, en este caso, de Frantz Fanon (1925-1961) que fue un revolucionario psiquiatra, filósofo y escritor francés, nacido en Martinica, cuya obra es muy influyente en los campos de los estudios poscoloniales, la teoría crítica y el marxismo. Fanon es conocido como un pensador humanista existencial radical en la cuestión de la descolonización y la psicopatología de la colonización. Venga, vamos con la cita demoledora:

“El bienestar y el progreso de Europa han sido construidos con el sudor y los cadáveres de los negros, los árabes, los indios y los amarillos. Hemos decidido no olvidarlo” (1961)

Ojalá no lo olvidemos nunca, tengámoslo bien presente, cuando hablemos de los migrantes extranjeros, que aún hoy conociendo todas estas evidencias palmarias; unos cuantos estúpidos racistas y xenófobos nos intenten inocular su odio, su intento de blanqueamientos paternalistas, de supuestas benéficas acciones civilizatorias, o extensión de un cristianismo que bendice ciertos abusos de poder para erradicar “inferioridades” culturales y religiosas –incluso supuestas deficiencias naturales genéticas y étnicas -, de seres humanos libres a los que había que “salvar” a toda costa.

Gritad conmigo, la célebre frase de Rigoberta Menchú: “La paz no es solamente la ausencia de la guerra; mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión difícilmente podremos alcanzar un mundo de paz"

El colonialismo y las ambiciones imperiales que, desgraciadamente, siguen hoy vigentes son un insulto a las inteligencias de todos nosotros. Un vómito, una mierda, una blasfemia laica que nos asola con su estulticia. “Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida”. (Silvio Rodríguez).

En el Día de la Fiesta Nacional