miércoles. 14.08.2024

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Como sostiene Mister Davis en Doce hombres sin piedad, «dondequiera que se encuentre, el prejuicio siempre nubla la verdad». Que los discursos del odio surfeen en la cresta de la ola no es ajeno a la defenestración de la razón y hasta del sentido común al que nos ha llevado el auge de lo instintivo, lo gregario, lo primitivo. 

Nos encontramos ante una crisis soberana de la política y su plasmación en el Estado. Quien está contra él no es el anarquismo libertario, sino el ultraliberalismo rampante y sus escuadrones de choque (neo)fascistas, las nuevas S.A. Reducirlo a su mínima expresión es el sueño húmedo de los grandes de este mundo. 

Acabar con el Estado hoy en día sería como dejar a la clase obrera en pelotas. En cambio, la burguesía se las arreglaría muy bien con sus policías privadas y sus ejércitos mercenarios (Fernández Liria: ¿Para qué servimos los filósofos?).

Quien está contra el Estado no es el anarquismo libertario, sino el ultraliberalismo rampante y sus escuadrones de choque (neo)fascistas

¿Qué ha sido de la libertad, la igualdad y la fraternidad? Aquella solo reza, en nuestro entorno mercantilizado, para comercio, empresas y circulación de capitales; las personas permanecen atadas y bien atadas. La segunda se ha convertido en homogeneidad y uniformidad. En la base del recipiente tenemos una mayoría de moléculas de H2O encadenadas e idénticas una a otra. Encima sobrenada una fina capa de aceite –de oliva virgen extra de primera presión en frío, eso sí– inmiscible con el agua. 

La utopía de la solidaridad universal ha mutado en el ensordecedor griterío de una chusma identitaria alzada contra cualquiera que no entre en el patrón de la normalidad establecida. La razón es vilipendiada y escarnecida, sometida a atropellos similares por su catadura a los del siglo XX, y que se acercan a pasos agigantados a aquellos órdenes de magnitud. El pensamiento nulo y la amoralidad bestial se han reencarnado. Como Machado escribió, «ya maduró un nuevo cero / que tendrá su devoción». Es la Nada con patas, sí, paseándose triunfante por pueblos y barrios. 

Y esa Nada ha causado muchos llantos; 
y Nada fue instrumento de la Muerte, 
y Nada vino a ser muerte de tantos
(Quevedo: Al repentino y falso rumor de fuego). 

La Nada con patas