jueves. 01.08.2024
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Hace poco, aconsejado por alguien que me juró y aseguró que, por mi perfil –sic– iba a vivir una experiencia tan agradable que no olvidaría jamás - también sic-, leí una de las sensaciones del último año en el tan –demasiado– manido género literario como es la novela negra. Para vuestra información acerca de mi disfrute, adiviné al asesino o asesina – no lo desvelaré - alrededor de la página 100, más o menos cuando aparece éste por primera vez, lo cual puede dar una pista de la decepción que me causó esa experiencia inolvidable que me vendieron.

¿Qué hace buena o de calidad a una novela? La respuesta no se basa en algo que se defina de manera rápida, más cuando la respuesta está viciada por el gusto personal de cada cual que se acerque a la obra en sí. Hay gente a la que no le ha gusto el Quijote, pero nadie, salvo Lope de Vega y partidarios, ha discutido su genialidad y lo divertida que resulta ésta, más la primera parte que la segunda en la humilde opinión de quién escribe estas letras. De sus cerca de 1200 páginas hay detalles que la hacen una maravilla, pero quiero destacar uno y es la poca gente que se percata de que sus capítulos se intercambian, concretamente cuando el Rucio desaparece y reaparece sin explicación más que la de un fallo de los impresores. Al lector le puede dar lo mismo, se mete en la obra y no sabe salir de ella sin mirar una página más. Eso ya es un síntoma de que una novela resulta de calidad, pero vayamos más allá de esto.

“Al margen de lo que considere cada autor, hacer la crónica de un tiempo determinado y que el lector pueda tratar dicha información y validarla o no según sus sesgos y pareceres es un éxito para quien se empeña en explicárselo”

El prestigio del escritor siempre ayuda. Si miramos la obra de Gabriel García Márquez podemos encontrar diferentes títulos que, reconozcámoslo, nos arrancan una sonrisa. La Hojarasca – no Hojarrasca – , El coronel no tiene quien le escriba... Cien años de soledad... El amor en los tiempos del cólera... Cada uno tenemos una favorita dentro del universo del realismo mágico que las obras del Gabo tienen como hilo conductor. Crear y expandir en el papel un estilo da una consistencia a la obra de todo autor o autora. Segunda – el prestigio – y tercera respuesta al dilema.

Otra cuestión para destacar es la descripción del tiempo en el que se vive desde un prisma que puede ser general o propio. Galdós y sus Episodios Nacionales son un ejemplo de la visión más panorámica y Almudena Grandes del punto de vista individual en sus Episodios de una guerra interminable. Al margen de lo que considere cada autor, hacer la crónica de un tiempo determinado y que el lector pueda tratar dicha información y validarla o no según sus sesgos y pareceres es un éxito para quien se empeña en explicárselo. Por lo tanto, tenemos la tercera respuesta a la pregunta.

Hagamos un resumen. Tenemos el seguimiento o enganche a la novela, el prestigio del creador o creadora, el estilo y la descripción de su tiempo o un tiempo determinado. Seguramente habrá más, pero estas parecen básicas. Entonces, ¿por qué llevamos tanto tiempo sin una obra maestra?

Muchos escritores noveles se quejan de que tienen que autopublicarse para poder experimentar la sensación de que alguien les pueda leer. No debemos obviar que las editoriales son empresas y que su cometido principal es ganar dinero, pues si no es así dejan de existir. Tampoco olvidemos que reciben centenares de manuscritos a diario tanto dentro como fuera de sus concursos literarios y que un nombre conocido les hace echar una mínima ojeada por mera comodidad o gestión del tiempo.

“Y entonces te preguntas por cuántos Galdós, Grandes y Gabos se han quedado en el tintero o por cuántas novelas fallidas de aquel que con esmero y sin padrino desea ver su nombre en las librerías pudieran llevar a la historia más grande jamás contada.”

Pero cuando estos escritores noveles se enteran de que una editorial potente le ha ofrecido publicar una novela a Pablo Motos, el cual declinó dicha oferta, o dan un premio a una empleada de su grupo, las ganas de seguir peleando por una carrera literaria suelen irse por el sumidero. También, si te limitas a ser lector, te puedes encontrar con 'la novela del año', como he explicado al inicio del artículo, y se queda olvidada en una librería, en el lugar más escondido que se te pueda ocurrir. Y entonces te preguntas por cuantos Galdós, Grandes y Gabos se han quedado en el tintero o por cuántas novelas fallidas de aquel que con esmero y sin padrino desea ver su nombre en las librerías pudieran llevar a la historia más grande jamás contada. A Cervantes le pasó algo parecido.

¿Qué hace buena a una novela?