sábado. 07.09.2024
manuel rico  © Antón Castro
Manuel Rico. © Antón Castro

Manuel Rico acaba de reeditar dos poemarios que, en buena medida, marcaron su trayectoria como poeta. Quebrada luz y El muro transparente confluyen en un solo volumen, publicado por la editorial Olifante, conformando un vínculo poético y esencial de la obra de este autor: “Palabra reveladora y conciencia crítica” marcan la estela de la palabra poética del escritor madrileño.


Hablamos con el poeta.

Isabel García | El muro transparente (1992) y Quebrada luz (1997), cinco años separan ambos poemarios. ¿Cuál es el vínculo que te ha inspirado para reunirlos en un solo volumen?

Cubierta

Manuel Rico | Son dos libros que publiqué en la década de los noventa, antes de que a La densidad de los espejos le fuera concedido el Juan Ramón Jiménez en 1997. Son dos libros en los que reflexiono sobre el sentido de la poesía, sobre sus vínculos con la vida y con la memoria, con el propio lenguaje y sus misterios, incluso con la sociedad y sus carencias. Quedaron un tanto ocultos por la repercusión de dos de mis novelas, El lento adiós de los tranvías (1992) y Una mirada oblicua (1995), que fue muy significativa. La narrativa, en el “mercado literario”, suele imponerse a la poesía…

Cuéntanos, ¿qué va a encontrar el lector en estas dos obras?

Forman parte de una preocupación muy vinculada a los debates, un tanto artificiosos, que teníamos entonces, entre “poesía de la experiencia” y “poesía de la diferencia”. Creo que Pepe Hierro hizo un diagnóstico acertado sobre el sinsentido de aquella polémica: en una ocasión le pidieron opinión al respecto y más o menos vino a decir que todo buen poema se nutre de la experiencia (vital, lectora, onírica) y todo buen poema es siempre “diferente”, original. En ambos libros trabajo con los conceptos “luz” y “transparencia”, como símbolos de deslumbramiento y de comunicación entre la realidad y la ficción. Siempre buscando las zonas escondidas de la vida, los resortes que nos emocionan, los momentos que han de perdurar…   

¿Has visto necesario revisar algunos de los poemas para esta nueva publicación?

La realidad es que a lo largo de los treinta años que median entre su primera edición y la actual siempre he retocado los poemas, aunque muy ligeramente. He prescindido de algún exceso verbal o retórico, pero en lo esencial los libros mantienen su integridad. Creo que son libros vivos, actuales pese a los más de treinta años transcurridos. Que no les serán extraños a los lectores y poetas más jóvenes.

¿Qué valor crees que adquieren ahora con su reedición tres décadas después?

Se trata de mi poesía más “metapoética”, con pensamiento sobre la propia poesía, sobre el poder de la palabra

He sido siempre, como poeta, y quizá como narrador, un “francotirador”. He estado atento, en mi condición de crítico, a lo que se escribía a y se escribe y, sin embargo, hay zonas de mi poesía que han sido poco conocidas y poco leídas. Se me ocurre que son una aportación cargada de actualidad: es mi poesía más “metapoética”, con pensamiento sobre la propia poesía, sobre el poder de la palabra.

Dices en el prólogo que en los años noventa escribías poesía con un convencimiento que resumes en “palabra reveladora y conciencia crítica”. ¿Sigue esto siendo tu principal aliciente?

Por supuesto. La poesía, incluso la más crítica y militante, la más social, ha de ser, ante todo, poesía. Abrir siempre una puerta a un misterio que somos incapaces de definir pero que nos emociona. En mi caso, desde hace mucho vengo afirmando que escribo poemas partiendo de ese principio: integrar palabra reveladora y conciencia crítica. El tiempo, el amor, los vínculos entre pintura y poesía, la memoria…. Todo eso aparece en mis poemas cruzado por esa doble preocupación.

La ‘luz’, la ‘transparencia’, ¿qué significado tienen estos dos términos en tu poesía?

No comparto el hermetismo en poesía y cada vez estoy más lejos de los excesos verbales y el alambicamiento

Son metáforas de la propia poesía. La luz alude a su poder iluminador en la oscuridad, en las zonas menos conocidas de nuestra conciencia. La transparencia, aplicada al “muro” que da título a uno de los libros, parte de considerar el poema un muro entre dos mundos: el real y el de la ficción. Con una condición: el muro, si es poema, solo puede ser transparente, ha de permitir que el sentido del poema sea entendible o, cuanto menos, capaz de emocionar. No comparto el hermetismo en poesía y cada vez estoy más lejos de los excesos verbales y el alambicamiento.  

manuel rico  © Antón Castro
Manuel Rico. © Antón Castro

“(…) Por ello es el poema
la secreta ventana
que hará nuevo, inmortal, no destructible,
lo que solo sería en otro caso
mortal alarde o gesto condenado.”

(De El muro transparente)

Háblanos de la mirada del poeta hacia el mundo que debe estar dotada -dices- de “un sustrato de conciencia crítica” y de la necesidad de “hacer de la poesía tierra de reflexión”. ¿El poema en sí y también el porqué y el para qué del poema?

El poeta no puede ser indiferente. La poesía tampoco

Gaza, Ucrania, la realidad cotidiana que vive en las periferias de las ciudades “super tecnologizadas”, la creciente presencia de la mentira en ciertas redes sociales, la inmigración, las amenazas a la democracia y a los derechos de las minorías de una extrema derecha que hace del odio su modo de hacer política…. Todo eso forma parte de nuestra realidad. El poeta no puede ser indiferente. La poesía tampoco.  

Han pasado treinta años de esos poemas, ¿cómo ha trascendido ese reencuentro personal con tu obra?

Me ha sorprendido su relectura de conjunto en el proceso de edición y de obligada revisión de los textos. Escribí ambos libros con mucha claridad respecto a lo que quería, pero los dejé un tanto de lado en aquella década llena de acontecimientos. Hoy, envueltos en la magnífica edición de Olifante, los leo casi con sorpresa. Los percibo y siento, aunque parezca pretencioso decirlo, maduros, actuales y formalmente muy trabajados. Treinta años después, los siento vivos. Creo que eso es lo esencial. 

¿Cómo te reconoces en ese tiempo vivido y expresado en tu poesía?

En ambos libros hay muchas claves generacionales. El tiempo histórico está contenido en buena parte de los poemas. Desde la chaqueta de pana abandonada en el armario que evoca el 25 de abril portugués hasta los veranos adolescentes o el deslumbramiento primero con Juan Ramón Jiménez o las primeras lecturas de Pavese, desde el tiempo detenido en los cuadros de Hopper hasta el erotismo primario de la primera juventud o el impacto que tuvo la figura de Carver en los medios literarios de los 90. Tiempo personal y tiempo colectivo…

¿Has encontrado algo en ese trabajo que a día de hoy tenga otra significación para ti?

De vez en cuando releo los poemas y tengo la sensación de estar ante poemas escritos hoy

Paradójicamente, todo, o casi todo lo que abordo en ambos libros mantiene, para mí, los significados de entonces. De vez en cuando releo los poemas y tengo la sensación de estar ante poemas escritos hoy, no hace treinta o más años. Será el misterio de la poesía y su capacidad de perdurar por encima del paso del tiempo. 

Por último. Dedicas este volumen a Jesús Bárez. ¿Cuál es la razón?

Fue, ante todo, amigo. Lo conocí en Soria, en las primeras celebraciones de la Feria Expoesía hacia 2007 ó 2008. Desde entonces ha sido un auténtico militante de la poesía, ha acogido a pequeñísimas editoriales en esa feria y a poetas de toda condición, fue un activista cultural y poético que, además, fue alma de la Red de Ciudades Machadianas… Falleció en marzo de este año y estuvo presente en Expoesía porque todos lo evocamos. Es mi pequeño homenaje a un hombre bueno y comprometido.


FICHA

Título: Quebrada luz y El muro transparente
Autor: Manuel Rico
Justificación (o casi): Manuel Rico
Solapa: VVAA
Foto: Pablo Moreno
Editado por: Olifante. Ediciones de Poesía
Colección: Olifante
Páginas: 168
ISBN: 978-84-128661-6-2
PVP: 15 € 
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"Siempre he sido, como poeta, y quizá como narrador, un francotirador”