CRÍTICA DE JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS

2024 es el año de la novela número ciento tres de César Aira

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Narrativa | JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS | @ibanezsalas

Ciento tres. La novela número ciento tres del escritor argentino César Aira se titula En El Pensamiento, y fue publicada en 2024. Ciento tres, has leído bien. No es una gran novela, y no me refiero al número de páginas —como siempre en su caso, pocas—, sino al hálito literario insuficiente de sus párrafos, repletos eso sí de los hallazgos propios de todo gran escritor.

“Hace poco empecé a ver en la memoria imágenes nuevas, distintas de las que el recuerdo me había venido trayendo desde mi pasado más lejano”.

Así empieza la 103 de Aira. Con el narrador, que a menudo es Aira en la obra de Aira, pero que en esta novela no tiene nombre, viendo en su memoria imágenes nuevas. La memoria y lo que hace con nuestros recuerdos: un clásico. Recuerdos que “podrían venir de los sueños”, que ya le habían engañado antes al narrador protagonista, pero estas imágenes “tenían un inconfundible color de realidad, y cuando al fin las reconocí pude entender por qué me habían resultado tan extrañas. Venían de lejos, de mi primera infancia en El Pensamiento”. (El Pensamiento es, digámoslo ya, una estación de ferrocarril y poco más, un lugar argentino donde “a nadie se le habría ocurrido irse a vivir si no había nacido en él”.)

No olvidemos que, “en el relato general”, lo mismo valen las veras que las burlas.

“¿Cómo pude olvidarlo durante tanto tiempo? Quizás lo dejé en reserva, para cuando lo hubiera contado todo y faltara lo más importante”.

Contarlo todo para dejar para después lo más importante. Las genialidades de Aira.

“Podría haberlo olvidado. Es una lotería. A veces se atesora lo inservible, y se ha perdido lo que se buscaba”.

Quien narra lo que leemos, el protagonista, ya digo, recuerda a sus progenitores de una manera distinta, mientras para su padre no necesita “poner en marcha la máquina del recuerdo”, por la sencilla razón de que su padre “es en buena medida lo que yo soy”, pero “en un espejo deformante”, de tal manera que “vuelve naturalmente, sin que lo llame”; su madre lo que hace, su recuerdo, se entiende, es volver “en imágenes, en una ensoñación cercana a la invención”.

¿Tiene la culpa nuestra manía de ponerle nombres a las cosas de que a veces no sepamos que las estamos viendo?

Cuanto hacemos en tanto que “parte del trabajo de la vida” se distingue, ahora lo sé por César Aira, de lo que llevamos a cabo “porque sí”, es decir, “por arte”. De tal manera, esto ya es mío, que cuando un escritor como él escribe como él escribe no lo hace como parte del trabajo de la vida, sino por arte. Porque sí.

La literatura se basa en la realidad, y es natural que la realidad a veces devuelva su reflejo a la literatura”.

Dice nuestro narrador, nuestro protagonista, que para lo que se escribe es “para ganar tiempo, para demorar el momento en que se haga necesario escribir, es decir, para prolongar el estadio de la escritura porque sí, libre y gratuita”.

Es éste de alguna manera un libro sobre la infancia, ese tiempo en el que nuestros intereses son fruto del impulso de “la más intensa pasión”, pero no dejan de ser pasajeros, pues son siempre reemplazados “por otros no menos apasionados”. Esos intereses tienen que pasar necesariamente “para dejar algo”. Ese algo, “lo permanente”, no deja nada porque sigue con uno. Por ejemplo, “la obsesión o el miedo”.

Si la infancia ocupa un papel preponderante en la novela, el ferrocarril es un personaje que es también ámbito y ensueño. Leamos la prosa magnífica de Aira:

“Su realidad de mensajero del progreso que llevaba los frutos de la civilización adonde nadie se los pedía, todo el discurso que lo justificaba de cara a las compañías que lo fabricaban y las poblaciones en las que se introducía cesaba cuando empezaba a temblar la tierra bajo el rugido arrollador de su llegada. Entonces los sordos oían, los ciegos veían. No era el instrumento del progreso, era el hijo de los titanes del hierro y el fuego, el portento de las eras legendarias, su peso y volumen era excesivo para los mezquinos caminos de la actualidad y lo expulsaba a un pasado perpetuo·.

César Aira sabe muy bien que cuanto nos cuenta es casi una obligación que contrae con su memoria. Y que lo hará siempre… aunque no le creamos.

Finalmente, tras leer En El Pensamiento (que su autor acabó de escribir a finales de 2020, cuatro años antes de su publicación, cuatro años antes de que yo lo leyera), quizás sea cierto eso de que “no hay que tomarse nada en serio”. Al fin y al cabo, “todo en la vida es ejemplo de otra cosa”.

En el pensamiento. César Aira. Random House 2024. COMPRA ONLINE


JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS es escritor,
editor y crítico literario