CÓMIC

Homenaje a Francisco Ibáñez con la reedición de ‘Olimpiadas del Humor’

Mural de homenaje al historietista Francisco Ibáñez en la fachada del Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy de Cartagena, creado en 2021 por Raúl Estal. (Wikipedia)

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Pablo D. Santonja | @datosantonja

El 15 de junio de 2024, el mundo del cómic y el humor gráfico perdió a uno de sus más grandes exponentes, Francisco Ibáñez. Conocido por su ingenio inigualable y su talento para capturar la esencia de la vida cotidiana a través de sus personajes, Ibáñez deja una marca a fuego a todo aquel niño que creció en los 80, 90, y sobre todo con las ediciones de Super Humor que llegaban cada Navidad.

Nacido en Barcelona el 15 de marzo de 1936, Francisco Ibáñez Talavera dedicó su vida a la creación de historietas que no solo entretienen, sino que también ofrecían una crítica mordaz y satírica de la sociedad. Su carrera comenzó en 1957 con la revista "Tío Vivo", pero sería en 1958 cuando su nombre se grabará en la historia del cómic español con la creación de Mortadelo y Filemón.

Mortadelo y Filemón, los dos agentes de la T.I.A. (Técnicos de Investigación Aeroterráquea), se convirtieron rápidamente en un fenómeno cultural. Con un humor absurdo y situaciones surrealistas, Ibáñez logró reflejar las absurdidades y burocracias del mundo real a través de sus aventuras. Los personajes, conocidos por su habilidad para disfrazarse y su tendencia a causar caos en cada misión, se ganaron el cariño del público de todas las edades.

Ibáñez no solo era un maestro del humor absurdo, sino también un agudo crítico social

La serie no solo se limitó a las viñetas de los cómics, sino que también saltó a la televisión en forma de Serie, al cine y al videojuego, demostrando el impacto de los personajes creados por Ibáñez. A lo largo de más de sesenta años, Mortadelo y Filemón protagonizaron más de doscientas historietas, convirtiéndose en un referente del humor gráfico patrio. 

Además de Mortadelo y Filemón, Francisco Ibáñez dio vida a una serie de personajes entrañables y cómicos que también dejaron huella. Entre ellos destacan Rompetechos: Un hombre extremadamente miope que, debido a su visión limitada, se ve envuelto en situaciones cómicas y malentendidos constantes; El Botones Sacarino: Un joven botones que trabaja en un caótico edificio de oficinas, donde su entusiasmo juvenil choca con las situaciones absurdas que enfrenta y Pepe Gotera y Otilio: Dos chapuceros a quienes se les confía la reparación y mantenimiento de diversas instalaciones, siempre con resultados desastrosos, que inspiraron una famosa serie de televisión de finales de los 90, “Manos a la Obra”, también conocido popularmente como “Manolo y Benito”. 

Ibáñez no solo era un maestro del humor absurdo, sino también un agudo crítico social. Sus obras están llenas de referencias a la política, la economía y la vida cotidiana en España, ofreciendo una mirada satírica y, a menudo, crítica de los acontecimientos y personajes públicos de su tiempo. Su capacidad para utilizar el humor como herramienta de reflexión lo convirtió en un cronista excepcional de la sociedad española del siglo XX y principios del XXI.

A lo largo de su carrera, Francisco Ibáñez recibió numerosos premios y reconocimientos, incluyendo el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona en 1994 y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2002. Estos galardones son testimonio del impacto duradero de su obra y de su contribución al mundo del cómic.

Su vida y obra demuestran que el arte del cómic es una forma vital de expresión cultural, capaz de unir a la gente a través del humor y la humanidad compartida

El legado de Francisco Ibáñez no se limita solo a sus personajes y su crítica social. Ibáñez siempre fue un defensor de la accesibilidad del cómic, creyendo firmemente que el humor gráfico debía ser para todos. Esta filosofía se refleja en la diversidad de sus trabajos, que abarcan desde historias para niños hasta sátiras políticas para adultos. Su habilidad para conectar con públicos de todas las edades es una de las razones por las que su obra ha perdurado y sigue siendo relevante.

El impacto de Francisco Ibáñez se dejará sentir en el futuro del humor gráfico. Sus historias y personajes continúan siendo un punto de referencia para los nuevos creadores que buscan combinar humor, crítica y narración visual. Su obra sirve como recordatorio de que el cómic puede ser tanto una forma de entretenimiento como una herramienta poderosa para la reflexión y el comentario social. 

Desde su fallecimiento, han surgido numerosos tributos en honor a Francisco Ibáñez. Exposiciones retrospectivas, reediciones de sus trabajos más emblemáticos y homenajes en festivales de cómic alrededor del mundo destacan la importancia de su obra. Así nos podemos encontrar esta reedición de el especial de Super Humor “Olimpiadas del Humor”, que recoge cinco de sus obras temáticas: La famosísima “Barcelona 92”, “Seúl 88”, “Los Ángeles 84”, “Moscú 80” y la particular “Gatolandia 76”, acompañado de un prólogo del escritor Antonio Altarriba y un pequeño easter egg en forma de la portada original de “Barcelona 92” a lápiz. 

Francisco Ibáñez no solo dejó un legado de risas y sonrisas, sino también un ejemplo de cómo el humor puede reflejar, criticar y mejorar la sociedad. Sus personajes seguirán viviendo en las páginas de los cómics, en las pantallas y en los corazones de quienes crecieron con sus historias. Su vida y obra demuestran que el arte del cómic es una forma vital de expresión cultural, capaz de unir a la gente a través del humor y la humanidad compartida.