viernes. 27.09.2024

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Ramón Utrera | Parece una pregunta con una respuesta obvia, pero sólo lo parece. El espectáculo mediático habitual que se monta en todos los países en torno a los procesos electorales se suele cerrar al final de los comicios con el anuncio de los resultados y el titular de las noticias de que la opción política que ha sacado más votos es la triunfadora. Sin embargo, a menudo ese resultado no conlleva que la ganadora sea la encargada de formar gobierno. Las aritméticas parlamentarias acaban alumbrando gobiernos formados por fuerzas que no ganaron las elecciones. Cuando esto se produce es frecuente ver a los partidos “ganadores” reclamar, con escasa convicción, su derecho a gobernar insinuando que se está defraudando la voluntad de la mayoría. Es verdad que ni estos partidos ni los medios están mintiendo exactamente, simplemente no están diciendo toda la verdad; y lo que es peor, lo hacen conscientemente. Es decir, la espiral de malentendidos lleva a una deliberada comprensión falsa del resultado electoral y a algunas frustraciones.

El error comienza con entender que los procesos electorales funcionan como una competición deportiva: El que saca la mejor marca se lleva la medalla, aunque sea por una mínima ventaja. A diferencia de los países con sistemas presidencialistas, en los que funcionan con sistemas parlamentarios las elecciones generales no son un sistema de adjudicación del poder ejecutivo con carta blanca para hacer lo que se quiera hasta las próximas elecciones; sino un sistema para elegir a los representantes políticos que elaborarán las leyes que han de regir la convivencia, y que nombrarán y controlarán al gobierno que dirigirá la política diaria del país, con derecho de revocación. Todas las opciones políticas participan en la elaboración de las leyes, e influyen y controlan la labor del gobierno. Esto es lo que se dice en la Constitución, la que hemos votado, aunque a menudo lo olvida gran parte de la ciudadanía y de las propias élites políticas. Por tanto, todos los participantes en la “competición política” participan después en la práctica parlamentaria legislativa y de control gubernamental, y en algo muy importante, en la transmisión parlamentaria de la sensibilidad y voluntad popular que les ha votado, independientemente de si su “marca electoral” ha sido mayor o menor. Otra cosa es que a la hora de las votaciones el peso de su influencia se ajusta a los escaños obtenidos. 

A diferencia de los países con sistemas presidencialistas, en los que funcionan con sistemas parlamentarios las elecciones generales no son un sistema de adjudicación del poder ejecutivo

Sin duda alguna el mayor de los “errores” de los partidos ganadores y de los medios de nuestro país es leer los resultados electorales como si nuestro sistema electoral fuera de carácter mayoritario y no proporcional como dice claramente la Constitución (art. 68, ap. 3). En un sistema electoral mayoritario el partido que saca más votos en un distrito se lleva el único diputado que se elige por ese distrito, y el que gana en más distritos es el que se lleva más diputados. En un sistema electoral proporcional en cada distrito se eligen varios diputados, y estos se adjudican en función de los votos obtenidos por cada una de las opciones que se presentan. Normalmente no hay relación entre el que gana en más distritos, o el que recibe más votos en total o incluso el que saca más diputados con el que o los que luego gobernarán. Porque en un sistema proporcional la opción que gobierna es la que logra el apoyo de más diputados de la cámara, aunque a veces para lograr esa mayoría necesite gobernar en coalición. Por tanto, ser la minoría más votada, que es lo que normalmente suele darse, es irrelevante porque después ni conseguirá aprobar sus proyectos de ley ni logrará apoyos suficientes para gobernar. Eso no deslegitima ni al Gobierno ni al sistema que hemos votado, como intenta intoxicar a menudo populistamente la opción minoritaria que ha sacado más votos, porque democráticamente gobernará y aprobará sus leyes la suma de opciones que consiga una mayoría simple. Es verdad que hay otras opciones intermedias y con variantes, pero el punto básico de partida teórico son las dos opciones que acabamos de describir. 

El sistema mayoritario es el que funciona en EE.UU. y el Reino Unido, mientras que el sistema proporcional es más propio de la tradición europea continental. Los sistemas mayoritarios son muy injustos en cuanto a reflejar la opinión de los electores porque se pierden muchos votos, hasta el punto de que por ello provocan altos niveles de abstención dadas las escasas posibilidades de conseguir un resultado positivo. Tienen la ventaja de que suelen alumbrar mayorías claras que permiten gobernar con facilidad y sin necesidad de coaliciones. Son sistemas para países que consolidan la presencia de dos partidos grandes en alternancia, y algunos testimoniales que se limitan a recordar que socialmente hay opiniones discrepantes, pero nada más. Son sistemas propios de sociedades en las que se busca la gobernabilidad y la estabilidad, y en las que es difícil que haya cambios políticos, económicos y sociales importantes; pero en las que se acumulan dosis importantes de descontento sin salida. 

El sistema mayoritario es el que funciona en EE.UU. y el Reino Unido, mientras que el sistema proporcional es más propio de la tradición europea continental

El sistema proporcional es más justo; aunque hay muchas variantes, enfocadas a corregir más o menos la proporcionalidad. Esto se debe a que, si bien cuanto más proporcional es más justo, pues permite que opciones muy minoritarias consigan alguna representación y que por ello mismo se anime la participación, es muy difícil que se den gobiernos monocolores y con mayorías parlamentarias; esto es, se dificulta la gobernabilidad y se pierde estabilidad. Por eso no hay sistemas proporcionales puros y se suelen dar diferentes grados de corrección; en parte para buscar cierta estabilidad política y en parte para impedir cambios radicales. Bien es cierto, que tradicionalmente los cambios solían ser de signo progresista; pero últimamente, y no es la primera vez históricamente, los riesgos de reversión social han crecido mucho y los riesgos de falta de estabilidad pueden incluso afectar a la consolidación de las mejoras sociales conseguidas. No obstante, en principio las correcciones para reducir la proporcionalidad buscan en general la gobernabilidad y la estabilidad a través del afianzamiento de pocos partidos.

Por esto último es por lo que los partidos más grandes en los sistemas electorales proporcionales se apresuran a cantar victoria cuando sacan más votos que los demás, aunque no logren la mayoría absoluta, y reclaman cínicamente una legitimidad para gobernar que el sistema no les permite ni les reconoce, como si estuvieran sufriendo una injusticia. Esto sirve para que su electorado se sienta “traicionado” y sea más propenso a reclamar cambios constitucionales hacia el bipartidismo, que en el fondo llevarían a un sistema menos justo. Evidentemente en un sistema de corte mayoritario hay menos problemas para formar y mantener gobiernos, el partido en el poder tiene manos más libres para hacer sus políticas y se impide un control exhaustivo de su política, y de paso los dos partidos mayoritarios crean una especie de techo de cristal que impide que nuevos partidos a derecha e izquierda puedan crecer lo suficiente como para pasar de testimoniales a alternativas de gobierno. 

Lo llamativo es el caso de los medios de difusión, quienes están obligados a tener un enfoque más independiente y a hacer un análisis más objetivo. Pero el problema es que en las democracias actuales, todas dentro de un sistema capitalista, los medios están en manos de empresas, y su objetivo principal no es informar bien o concienzudamente, sino “vender” noticias, lograr audiencia y lectores, aumentar el share y el tiempo de conexión al medio. Porque de ello depende la tirada, las suscripciones, y sobre todo la publicidad que les financia. Por no hablar de los objetivos de lograr poder e influencia. Los titulares de las noticias son transcendentales y decisivos para captar y mantener la atención. Si una noticia no es per se lo suficientemente llamativa se la enfoca de la manera necesaria para que lo sea o lo aparente. 

Las correcciones para reducir la proporcionalidad buscan en general la gobernabilidad y la estabilidad a través del afianzamiento de pocos partidos

Con este condicionante ineludible en nuestro Sistema, se vende mejor un titular de quién ha sacado más diputados, de “quién ha ganado las elecciones”, aunque sea por la mínima, en lugar de hablar de un resultado en el que la voluntad popular se ha dispersado entre varias opciones todas minoritarias. Se da el triunfo al que saca el 30% o el 25%, al margen de la lectura que se pueda hacer de cómo se ha distribuido el otro 70% o 75%. Llegando a veces a ocultar que la opción real más probable es una coalición de otro signo diferente al “ganador”, o a presentarla como espuria y fraudulenta. Los medios suelen presentar como sorpresas, las vivan de esa manera o no, o hablar de cambios sustanciales en el voto, lo que no son más que variaciones pequeñas, pero que dado el tipo de sistema electoral, especialmente en el caso de los mayoritarios, acentúan sobremanera sus efectos en términos de escaños. Los medios han vendido triunfos electorales con menos del 40% en sistemas proporcionales, o incluso inferiores al 30% en los mayoritarios, como mareas ciudadanas que han acabado influyendo en la percepción de la sociedad sobre su propio clima. Se han sacado conclusiones erróneas y hasta falsas sobre los procesos sociales, y cuando posteriormente se ha visto que eran exageradas, no se han moderado los análisis previos, sino que se han “corregido” con otro exceso de signo opuesto. Cualquier cosa al servicio del interés económico o la soberbia profesional. 

Por unas razones unos, por otras los otros, nadie está interesado en contar e interpretar la realidad tal cual es. Hoy día las elecciones se han convertido en espectáculos mediáticos y en oportunidades políticas para acelerar o revertir la realidad. En cualquier caso, como dice el dicho periodístico, “No dejes que la realidad te estropee una buena noticia”.

¿Quién ha ganado las elecciones?