domingo. 30.06.2024
Luis 'Alvise' Pérez Fernández
Luis 'Alvise' Pérez Fernández

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La figura del sacamuelas, presente en todas las plazas de pueblos y ciudades hasta bien entrado el siglo XX, ha estado vinculada no tanto a la historia de la profesión odontológica como a la figura del vendedor ambulante, la del embaucador y charlatán que consigue vender productos y remedios que no sirven para nada, mediante el engaño y la mentira. Todo ello gracias a sus habilidades oratorias, a la puesta en escena impactante que logra con sus atuendos llamativos, a la música que lo acompaña y, finalmente, a los recursos que utiliza para ganar la confianza del auditorio.

Joseph Goebbels, el gran sacamuelas nazi de la mentira repetida mil veces, confesó sin empacho: “La propaganda es como el arte, no tiene necesidad de respetar la verdad”. Son estrategias que, después de la caída de los fascismos en Europa, se consideraban anatematizadas para siempre por las terribles consecuencias que tuvieron en su día. Empero, hogaño han vuelto con notable éxito envueltas en el posmodernismo de la posverdad que no cree en la convivencia democrática y sí en el odio y la exclusión del otro mediante la violencia verbal y doctrinaria. Como escribe el poeta Otoniel Guevara, ¿Acaso se puede morir / si hay alguien en el mundo que pronuncia tu nombre? Y el nombre del fascismo se pronuncia cada vez más.

Partido Popular y Vox, representantes de una dialéctica trufada de esencias predemocráticas, también están inmersos en el goebbelianismo de los equívocos calculados

Wolfgang Streeck afirma que el capitalismo inevitablemente subvierte la democracia; es, en sus propias palabras, una fantasía “utópica” creer que ambos pueden reconciliarse. Claus Offe está de acuerdo, y afirma que hoy “los mercados marcan la agenda política” y “los ciudadanos han perdido su capacidad de influir en el gobierno.” Esa incompatibilidad entre el capitalismo financiero y especulador necesita una opinión pública sumisa que actúe en contra de sus propios intereses. Y ello, como sabía muy bien Goebbels, se consigue mediante el fraude de la mentira.

Las consignas groseramente falsarias repetidas como ritornelo producen, entre otros graves desafectos democráticos, fenómenos como el de Alvise Pérez, cuyo principal elemento programático es construir una enorme cárcel para encerrar a políticos de izquierdas, inmigrantes y a los que le caen mal. ¿Qué ventaja tiene esa pobre y maligna cosmovisión política para el ciudadano de a pie? ¿Mejorará su vida? ¿Supondrá que sus hijos tengan un provenir digno? ¿Serán más eficaces los servicios públicos desde ideas que los criminalizan? ¿Somos más libres en la abducción de la mentira?

Una solución política autoritaria requiere con anterioridad un caos necesario aunque sea inexistente, crear una ficción de país que suponga una distopía para esa España real que la derecha niega

Partido Popular y Vox, representantes de una dialéctica trufada de esencias predemocráticas, también están inmersos en el goebbelianismo de los equívocos calculados y el embeleco estratégico. Todo ello produce una vida pública tóxica y disparatada que obnubila a la ciudadanía ya que el envés de la verdad también es la confusión. Los sacamuelas quieren controlarnos perdiéndonos, creando caos en nuestro criterio, para que la vulgaridad, la falta de inteligencia, la simplicidad y la mentira triunfen. En realidad, la mentira es rentable políticamente porque a la realidad maledicente del mentiroso todo le está permitido al no tener que demostrar nada puesto que sus partidarios no pueden seguir a un mentiroso y por ello la mentira se convierte en verdad irreversible y la verdad en una conspiración maligna. Todo ello es la causa de la extremosidad a la que la derecha intenta llevar la esgrima de la vida pública española. El franquismo reformado en el que se instala el conservadurismo carpetovetónico utiliza todo su arsenal de dialéctica autoritaria y obscenidad verbal ante una mayoría parlamentaria que es el reflejo de una España muy diferente a aquella que la derecha sepia quiere volver a reunir en la Plaza de Oriente.

Una solución política autoritaria requiere con anterioridad un caos necesario aunque sea inexistente, crear una ficción de país que suponga una distopía para esa España real que la derecha niega. La beligerancia crispante e inmoderada del PP y VOX, y ahora también de Alvise Pérez, abren un camino inextricable en la vida pública y la sociedad española de consecuencias imprevisibles. El enfrentamiento sin reservas contra la pluralidad democrática del país, la negación violenta del adversario político, la posición ideológica propia como única posible son elementos seminales de escenarios donde la democracia es impracticable.

Los sacamuelas nos quieren gobernar