domingo. 30.06.2024
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Vista del hemiciclo del Congreso desde las tribunas superiores de la cámara baja. (Foto: Congreso de los Diputados)

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Bill O’Reilly, unos de los presentadores más conspicuos de la cadena ultraconservadora Fox News, le espetaba al presidente Obama sobre el asalto a la embajada estadounidense de Bengasi: “Sus detractores sostienen que usted ha ocultado el hecho de que se trataba de un ataque terrorista debido a las necesidades de su campaña electoral. Eso es lo que piensan”. A lo cual el presidente replicó: “Y lo piensan porque se lo dice gente como usted”.

“Lo que dice gente como usted” es el sujeto comunicacional del que nos hablaba Hegel, el que le da forma a unos hechos para arrojarnos la construcción de esa realidad y mostrárnosla como quiere que la veamos. La ideología postmoderna convertida en sujeto comunicacional abomina de la historia como totalidad, como camino de progreso, para convertirla en elementos fragmentarios enfrentados entre sí y de esta forma dar cobertura filosófica a la irracionalidad de los mercados y a la lucha de los individuos entre sí. El efecto de esas ideas es desarmarnos intelectualmente y desactivarnos políticamente: la explotación promueve la democracia, no hay alternativa al mercado y la historia, fragmentaria y caótica, no puede ser construida por la acción del individuo. Todo ello supone el extermino social de la gente corriente.

El PP y Vox intentan reescribir de nuevo la historia glorificando el franquismo y legitimando su origen fascista

En España esta deriva conservadora para gestionar la sociedad y la historia es semilla que se ha estercolado con gran aprovechamiento. El escritor Jacques Prévert nos advertía que cuando la verdad no es libre, la libertad no es real. El postfranquismo quiere recuperar la intensidad ideológica de su esencia identitaria sin ningún tipo de complejo, en la creencia de que la democracia en España solo puede ser un simulacro como subterfugio necesario e insincero de atrezo hipócrita. El Partido Popular y Vox intentan reescribir de nuevo la historia glorificando el franquismo, legitimando su origen fascista y la brutal represión que conllevó como ejercicio macabro de limpieza ideológica. Y todo ello con el impulso coadyuvante de un Poder Judicial ideológico y politizado y un sector periodístico parcial con un escoramiento grosero a favor de la derecha postfranquista. Es el resultado de “lo que dice gente como usted".

El PP y Vox consideran la democracia plena como un fatídico error que, por imperativo del entorno que nos ha tocado vivir, hay que sobrellevar, pero sin excesos. Las autonomías, esos engendros innecesarios; Aznar en La Nueva Rioja escribía: En lugar de concebir un Plan serio y razonable de la organización territorial de España, se ha montado una charlotada intolerable que ofende al buen sentido...". Por eso vendría el problema de Cataluña, al impugnar por vía del Tribunal Constitucional un Estatuto que había cumplido escrupulosamente lo dispuesto en la Constitución. Porque la derecha posfranquista no entiende ni cree en la división de poderes, de ahí el bloqueo de la renovación del Poder Judicial para intentar recrear y hacer perdurable la doctrina del caudillaje de división de funciones y unidad de mando.

En España el fascismo, o su versión patria castiza y carpetovetónica, nunca fue vencido ni siquiera amonestado; los jueces que el viernes salieron del Tribunal de Orden Público (TOP) para pasar el fin de semana en sus casas el lunes ocuparon sus mismos despachos en la Audiencia Nacional (AN); los policías de la Brigada Político Social siguieron en las comisarias para, algunos de ellos, ser condecorados por la democracia por sus servicios; los antiguos ministros de Franco organizaron la derecha democrática; el jefe del Estado fue el que el caudillo había preparado desde su infancia para tan alta función; como dijo Azaña de la revolución desde arriba de Joaquín Costa: una revolución que deja intacto al Estado anterior a ella es un acto muy poco revolucionario. Es por lo que el conservadurismo español desde un Estado estamental y patrimonialista asume como hostilidad la realidad diversa de España.

Entre el PP y VOX es difícil distinguir quién es el muñeco y quién el ventrílocuo como en un 'remake' del film 'Dead of night'

Para Christian Salmon la derecha ha creado, como corolario al momento histórico de la posverdad, la ficción de que las redes sociales y el déficit generalizado de atención han alumbrado un nuevo paradigma: la era del enfrentamiento. Las historias ya no sirven. Ya no vence, se concluye, el que construye una narrativa más coherente, sino el que hace más ruido y actúa con más violencia. En esta estrategia conjunta del PP y VOX, es difícil distinguir quién es el muñeco y quién el ventrílocuo como en un remake del famoso film Dead of night, podemos escuchar cosas terribles sobre el gobierno constitucional que dirige el país, como que es un ejecutivo ilegítimo y criminal (sic), totalitario (sic) o incluso benefactor de terroristas. En este contexto, el conjunto de la derecha y ultraderecha en España, difícil de diferenciar en ocasiones por su origen común franquista, propician que el debate político se diluya hasta convertirse en un territorio de violencia verbal donde todo se sustancia en una dualidad segregativa entre patriotas y traidores, buenos y malos españoles, en una voluntad autoritaria de exclusión de los que no comparten la ideología ultraconservadora en un formato antidemocrático donde la política solo puede contemplarse desde una relación de vencedores y vencidos.

La derecha pretende fomentar coyunturas históricas en la que la política se comprima, se estreche en todas sus capilaridades sustantivas, para recrear una vida pública mediocre, cortoplacista, carente de grandes ideales y menuda en las aspiraciones del bien común. El conservadurismo necesita épocas contradictorias, de inautenticidad por cuanto supongan el mantenimiento del utillaje institucional de intereses y poderes poco compadecidos con los modelos de Estado donde la democracia es una convicción moral y material de que su esencia radica en dotar a la ciudadanía de los instrumentos jurídicos y políticos de autodefensa ante cualquier poder no sujeto al escrutinio de la voluntad cívica. Esta impronta democrática es la garantía de la igualdad que refrenda la redistribución honesta de poder y riqueza que nutre la primacía del interés general.

El postfranquismo y la democracia de atrezo