miércoles. 28.08.2024
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En el inicio de la película “El joven Marx”, vemos cómo campesinos desposeídos van buscando leña en el bosque, algo no permitido. Los campesinos sufren una carga brutal por parte de militares, a golpe de sable. Es una carga llena de odio de clase contra los desposeídos.

En Iquique (Chile), familias enteras de obreros del salar se encontraban en la escuela Santa María. Habían marchado desde las salinas, donde la explotación era brutal, hacia Iquique en busca de soluciones, acuerdos, solidaridad. En la escuela fueron masacrados por el ejército chileno. Un acto lleno de odio de clase contra los desposeídos.

La historia está llena de ejemplos muy evidentes, como la represión al campesinado y obreros en revueltas por la tierra, por la vida. Una represión de clase contra los desposeídos. 

La guerra civil fue una guerra contra la democracia, contra la diversidad y pluralidad, contra los derechos de ciudadanía y en especial de las mujeres, pero en especial fue una guerra contra las clases trabajadoras. La represión franquista, si bien fue contra todo lo democrático, se encarniza contra las clases trabajadoras, contra sus organizaciones, mostrando un clarísimo odio de clase. Las mujeres, también de manera especial, fueron víctimas de la barbarie represiva que se desató con la victoria franquista.

Los golpes de estado en América Latina (por nombrar solo un área geográfica) son un clarísimo ejemplo del odio de clase. El ejemplo de Chile es muy esclarecedor.

El conflicto de clase puede tomar formas diversas, pero existir existe, a pesar que hoy, la hegemonía cultural de las derechas nos marcan sendas donde el conflicto se sitúa en el marco del agravio comparativo, con un incremento del retraimiento económico-corporativo en el seno del mundo del trabajo.

La falta de organización política de izquierdas transformadoras, enraizada en la sociedad diversa y plural, no facilita el combate por la hegemonía. La falta de propuesta, de un horizonte, de justicia social, con claras propuestas emancipatorias pero alejadas de viejos fracasos, dejan fuera a gran parte de la ciudadanía, abocando a una parte a seguir a aquellos que los conducen a precipicios. Las izquierdas necesitan contacto cotidiano y directo con la ciudadanía, acciones que permitan que gran parte de los que se sienten excluidos se puedan incorporar al combate por la mejora de su situación, pero además deben asumir la diversidad de las Españas y la necesidad que su conformación sea realmente confederal.

El sindicalismo necesita que se configuren opciones políticas gobernantes que mantengan políticas sociales para la mayoría

Adolecemos de esta izquierda transformadora, y hoy es el sindicalismo de clase, que incorpora con fuerza el feminismo que lucha por la igualdad y por despegar de los suelos de goma a muchas trabajadoras; y que incorpora también el combate por el planeta; el que se configura como la única fuerza que frena el clasismo y el odio de clase. Pero el sindicalismo necesita que se configuren opciones políticas gobernantes que mantengan políticas sociales para la mayoría y trabaje (junto a organizaciones sociales) por configurar una asunción colectiva de la diversidad de las Españas y el avance social y democrático.

Quizás sea una idea reiterativa, pero la necesidad obliga a reiterar determinadas ideas.

El sindicalismo de clase debe asumir, entre sus objetivos, empujar a la política hacia el terreno anteriormente expuesto.

Por todos estos motivos, las clases dominantes tienen como objetivo debilitar y si pueden, cercenar, las capacidades del sindicalismo de clase. Otras formas y actitudes, de un sindicalismo corporativo, no les generan nada más que alguna pequeña molestia.

Ejemplos de clasismo los encontramos, de manera muy evidente, en las diferentes políticas desplegadas por parte de diferentes ejecutivos. Todo recorte en servicios públicos golpea con dureza a las clases trabajadoras. Lo tienen muy claro, su modelo es el de favorecer un determinado sector de la sociedad, enriqueciendo a costa de generar una inmensa desigualdad social, porque nos quieren pobres y sin derechos.

No basta con gestionar el BOE y legislar, no es suficiente. Es necesario que la política se dote de organizaciones enraizadas y sea capaz de plantear futuros, posibles y generadores de esperanza.

En este devenir, el papel del sindicalismo de clase, es el de (entre otros muchos papeles propios) ser la organización que constantemente empuje al mundo político. Lo contrario ya sabemos que significa, abismo y oscuridad.

Izquierdas necesarias para combatir el clasismo