domingo. 30.06.2024
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Todos los imperios caen. A lo largo de la historia, vastos y poderosos imperios se han sucedido a lo largo y ancho del planeta, desde las aguas del Pacífico norte hasta el sur de África, pasando por oriente, occidente, norte y sur. Todos los imperios comparten, entre otras cuestiones, un rasgo: su inevitable desaparición. Pueden destacarse grandes imperios, como el romano, egipcio, cartaginés, mongol, japonés, español, austrohúngaro, alemán, británico, brasileño, la Gran Colombia, el Gran Zimbabwe, y un largo etcétera más. Ninguno de ellos existe hoy en día; todos, después de un momento más o menos álgido, han ido cayendo, por diferentes motivos. Uno de ellos es, aunque poco se hable de ello, el desarrollo de las sociedades tanto autóctonas del propio imperio, como del resto de las naciones.

En la actualidad no podemos hablar de un imperio como los de los siglos XVIII, XIX y XX. Por supuesto existen países con tendencias imperialistas, entre los que se encuentran tanto Rusia como los Estados Unidos, así como la Unión Europea. No obstante, sobre ellos, como una nube masiva a la que nadie presta demasiada atención, está el mayor de los imperios jamás conocidos; uno que perdura aún después de múltiples guerras y crisis sociales, económicas y políticas: el Capitalismo.

El Capitalismo tiende al imperialismo. Nosotros, los humanos del siglo XXI, vivimos en la segunda etapa de su desarrollo: el imperialismo. Pero, como ya se ha dicho, las sociedades evolucionan, cambian, constantemente, sobretodo en función de las condiciones materiales (si hay, o no, estabilidad económica, social y política; períodos de paz o de guerra; la calidad democrática, etcétera.) y, al igual que ellas, la forma de ejercer dominio sobre los pueblos, las naciones, y la población, también.

Hay algo que no cambia en el Capitalismo, y son sus crisis cíclicas, una de sus mayores señas de identidad

Sin embargo, hay algo que no cambia en el Capitalismo: sus crisis cíclicas, una de sus mayores señas de identidad y características que muchos liberales aceptan como algo inevitable que hay que asumir. Por supuesto, quienes lo asumen en mayor medida, son los trabajadores y las clases más desfavorecidas. Y no sólo lo sufren en una clara depauperación de sus puestos de empleo, el paro o sus condiciones de vida, sino con inestabilidad política y social, algo que viene intrínsecamente ligado a las crisis económicas provocadas por el capitalismo.

Ese está siendo el caso de Europa y América. Frente a la crisis migratoria, la austeridad, el encarecimiento de la vida provocado por guerras imperialistas y la especulación de grandes empresarios en absolutamente todos los sectores del mercado, así como una clara pérdida de identidad de gran pérdida de la población a causa de la globalización, o el auge de trastornos mentales, la izquierda no ofrece una solución contundente y real. Por este motivo, la Extrema Derecha, aprovechando la situación de inestabilidad, lanza mensajes populistas y falsas promesas de solucionar los problemas presentes. Desde luego, cuando llegan al poder, no sólo no los solucionan, sino que, además, los incrementan en detrimento de la calidad laboral y de vida de los trabajadores.

Por poner un par de ejemplos, tenemos a Giorgia Meloni, en Italia, y a Javier Milei en Argentina. La primera, presidenta de la República Italiana desde el 22 de octubre del 2022, prometía acabar con la inmigración ilegal procedente de Libia y Túnez; la realidad es, que Meloni no solo no ha conseguido frenar la inmigración ilegal (que era su mayor ambición; el mensaje en el que apoyó su candidatura), sino que, actuando a la desesperada, ha decidido establecer un acuerdo con su vecina Albania la construcción de campos para expulsar inmigrantes ilegales de Italia e Inter allí. Ella misma admitía haber fracasado estrepitosamente en esta cuestión: "los resultados no han sido los esperados", decía en una entrevista. No sólo ha fracasado en la cuestión migratoria, sino que está comenzando a ejercer un inquietante control sobre los medios de comunicación, llegando incluso a aplicar la censura en algunos casos, provocando protestas y huelgas por parte de los profesionales de este sector denunciando estos hechos. Es cierto que la economía Italiana ha crecido, contra todo pronóstico. Pero esto ha sido posible gracias a la reducción de impuestos a grandes propietarios. La clase obrera italiana no ha visto este crecimiento del PIB en ninguna parte. Meloni, además, acabó con las prestaciones económicas para familias vulnerables. No obstante, es destacable el hecho de que en Italia el paro ha bajado exponencialmente, y se sitúa en un 11'1%, más de 20 puntos por debajo de España.

El caso de Milei es diferente: no solo no ha conseguido llevar a cabo todas las medidas de las que hablaba mientras blandía la famosa motosierra por falta de apoyos, sino que, lo poco que ha podido hacer, ha sido un completo desastre: la pobreza en el país sudamericano ronda el 55% del total de la población, y la tasa de mendicidad ha aumentado notoriamente, concretamente hasta afectar al 17% de la ciudadanía, según el diario ABC, que no es un medio demasiado afín a la izquierda, como todo el mundo bien sabe. Según INDEC, el Instituto Nacional de Estadística y Censo de Argentina, el paro en los primeros meses del presente año, es del 7'5%, mientras que, durante el segundo semestre del año anterior, el desempleo en Argentina rondaba el 6'4%. España supera con creces esta cifra, es cierto, pero esto es una clara muestra de que Milei está siendo incapaz, hasta el momento, de levantar la economía del país. Otra de sus más importantes promesas era la de reducir el aparato del Estado para, según afirmaba, acabar con "los chiringuitos" o reducir de este modo la deuda pública. Es cierto que la ha reducido en estos meses de gobierno, pero a costa del despido de más de 65.000 funcionarios y la privatización de centros de salud y educativos. Es curioso que el presidente de la República Argentina haya llegado al poder para acabar con la "casta" (como se refería a la clase política del país) y que, paradójicamente, de las primeras decisiones que tomó al obtener la presidencia, fuera nombrar a su hermana jefa del Gabinete de Gobierno. Otro dato alarmante es la reducción del consumo de la carne y de la yerba mate en Argentina. Milei, en definitiva, no está consiguiendo, tal y como prometía, mejorar la situación económica del país.

Tanto Meloni como Milei han asistido en más de una ocasión a los mítines de Vox, llegando incluso a utilizar estos espacios para atacar abiertamente al Gobierno de España

Para la extrema derecha española, estos dos personajes políticos de los que acabo de hablar, son referentes y aliados. Tanto Meloni como Milei han asistido en más de una ocasión a los mítines del partido ultra, llegando incluso a utilizar estos espacios para atacar abiertamente al Gobierno de España y poner en riesgo las relaciones diplomáticas entre los dos países (tampoco hay que olvidar las declaraciones de Óscar Puente sobre el mandatario argentino, totalmente fuera de lugar).

Vox es, a su vez, miembro del grupo parlamentario "Grupo de Reformistas y Conservadores Europeos" (CRE), de extrema derecha, que se ha consolidado como 4ª fuerza política de Europa, con 73 escaños. Por debajo de este grupo, hay otro también de extrema derecha: Identidad y Democracia (ID), con 58 escaños. Entre ambos grupos, han obtenido 131 escaños, lo que, si se juntaran en una coalición ultraconservadora, les daría la tercera posición en el Parlamento Europeo. CRE ha obtenido 4 escaños más que en las elecciones del 2019, e ID, 9.

La extrema derecha ha ganado en varios países, como Francia (con el partido de Marine Le Pen), Italia (con Fratelli d'Italia de Meloni), Hungría (con el actual presidente Viktor Orban), Austria (con el Partido de la Libertad de Austria - FPÖ), y en Bélgica (con los ultras flamencos). Pero esto no es todo: en Polonia, la extrema derecha ha sido la segunda fuerza. En España, por su parte, Vox ha quedado como la tercera fuerza política, subiendo tanto en votos como escaños y, además, hay que añadir una nueva formación - otra más - al panorama político español, también de corte ultraconservador, fundada por el ex miembro de UPyD y Ciudadanos, Albise Pérez: SALF (Se Acabó La Fiesta), que ha obtenido más de 800.000 votos y 3 escaños.

El fenómeno de la extrema derecha se está expandiendo por todo el continente europeo en un contexto de alta conflictividad internacional, encarecimiento de la vida, empobrecimiento de la clase obrera, crisis migratoria y pluralismo político que, lejos de dar soluciones a los problemas reales de los trabajadores, los acentúan, polarizando a los individuos y provocando, debido a su incapacidad de mejorar absolutamente nada, el desinterés de gran parte de la población.

Las democracias occidentales están comenzando a enfermar, y aún no se ha hallado la cura

Ya he explicado que la extrema derecha está en auge en Europa merced a la complicada situación en la que se encuentra inmerso el continente debido a múltiples factores. Pero a este fenómeno hay que sumarle otro: la abstención. Tal y como afirma la periodista Sara Plaza Casares, de 'El Salto Diario', "En España la abstención se sitúa en un 50,78% en estas elecciones europeas de 2024. En el conjunto de los países miembros, sólo once superan el 50% en porcentaje de participación". Además, "sólo once países superan el 50% de participación de los 26, con porcentajes de voto muy dispares que van del 89,2% en Bélgica al 21,3% en Croacia".

Es evidente que las democracias occidentales están comenzando a enfermar, y aún no se ha hallado la cura. Dos grandes enfermedades azotan el continente, dejándolo agonizante en cuanto a legitimidad y calidad democrática. Ante esta tesitura, quiero plantear una cuestión para que el lector reflexione: ¿Es legítimo el nuevo gobierno europeo que surgirá de estas últimas elecciones? ¿Pueden considerarse legítimas unas elecciones con tan alto nivel de abstencionismo? ¿Cuál será el futuro de Europa? ¿Se acerca el fin de la Unión Europea?

Erik Moreno Bonilla

El continente agonizante