lunes. 02.09.2024
Felipe VI y Salvador Illa
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Vuelve a girar el mundo. No se sabe si avanza o retrocede. Se supone que en septiembre, por poner un ejemplo, la Audiencia de Madrid resolverá sobre si el juez Peinado puede o no proseguir ese ingenioso e imaginativo modelo de investigación en el que primero se fija el culpable y luego se busca el delito. Que estemos esperando la resolución de un asunto así da idea suficiente de la pobreza -más bien de la miseria- del debate político español. 

Días más tarde, tras haber saludado en Barcelona al President de la Generalitat después de muchos años, el jefe del Estado se quedará con la mano en el aire en la apertura del año judicial, porque no hay presidente del Supremo. El mundo se divide entre los que avanzan más de lo que hablan y los que hablan más de lo que avanzan. 

Y empezará la vida parlamentaria, perdón por lo de vida, con sus complejidades, disculpen la broma. No les cuento el pleno del próximo miércoles porque ya lo han visto. 

Se supone que la Audiencia resolverá sobre si el juez Peinado puede o no proseguir ese ingenioso modelo de investigación en el que primero se fija el culpable y luego se busca el delito

Y sin embargo, la vida sigue: a diferencia de otras ocasiones, no sabemos qué va a resultar de los congresos que en este otoño renovarán -o no- las direcciones de algunos partidos tan relevantes como el PSOE y tan incidentalmente relevantes como Junts y Esquerra. Los socialistas tienen que tomar decisiones importantes en las distintas comunidades autónomas, donde los liderazgos van desde los que se ocupan de los ciudadanos hasta los que se ocupan de enfrentarse a Moncloa, pasando por los que se ocupan de sobrevivir en territorios que merecerían algo más de atención. No señalo a nadie.

Lo de Esquerra y Junts tiene más miga. Porque lo que tienen que decidir es, directamente, si se van a bajar del carrusel para hacer política o si van a seguir dando vueltas en un limbo feliz en el que todo se resume en incordiar o no al vecino. De lo que decidan dependerán también las posibilidades de la ultraderecha de acabar con todo lo construido durante décadas, así que más nos vale que se lo piensen bien. Es hora de avanzar.

Lo de que en España todo esté bajo el sol es lo que tiene: a más de uno se le achicharran las neuronas

Porque, y es importante recalcarlo, avanzar sigue siendo posible. Se está demostrando cada día, a pesar de los rabiosos esfuerzos del búnker conservador no ya por impedirlo, sino porque no se note, porque no se sepa, porque no se tome conciencia del progreso. A ese esfuerzo brutal de encubrimiento se debe que haya tantos que todavía no saben que desde las cavernas se trabaja contra ellos mientras se les halaga, tantos a los que se les dice que los inmigrantes les quitan el trabajo mientras los que lo dicen, y no otros, les pagan sueldos de miseria. Ojo: cualquier excusa vale para crear malestar. Este verano, la culpa de todo la tenían los turistas, en el país que presume de tener la mayor industria turística del mundo. Lo de que en España todo esté bajo el sol es lo que tiene: a más de uno se le achicharran las neuronas. 

Adelante o atrás