CONFERENCIA 1967

Rasgos del nuevo radicalismo de derecha. Theodor W. Adorno

Rasgos del nuevo radicalismo de derecha. Theodor W. Adorno

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En 1967, Theodor W. Adorno impartió una conferencia en la Universidad de Viena, invitado por la Asociación de Estudiantes Socialistas de Austria, titulada Rasgos del nuevo radicalismo de derecha. Tales observaciones han sido publicadas en 2020 en un libro con el mismo título, con un epílogo de Wolker Weis. La fecha de 1967 era importante y relevante, ya que veinte años después del final de la Segunda Guerra Mundial, la Nationaldemokratische Partei Deutschand (NPD), un partido neonazi alemán, obtuvo un notable éxito en las urnas. Hasta 1968 llegaría a entrar en siete parlamentos regionales. El fracaso por la mínima de la NPD dos años después en las elecciones al Parlamento Federal de 1969 todavía no era previsible en el momento en que Adorno impartió la conferencia. Para él parecía claro evocar como referente la experiencia histórica del nacionalsocialismo. A esta referencia anterior, hay que añadir la de la situación reinante en la década de 1960 con la presencia de la NPD. Lo más llamativo es que estas reflexiones de Adorno son plenamente válidas hoy para entender las razones y objetivos de las nuevas derechas extremistas actuales. Esta conferencia y el libro publicado, puede valorarse como un mensaje en una botella lanzado hace 50 años, cuya lectura tiene un incalculable valor hoy, si queremos entender de una manera adecuada las nuevas derechas extremistas actuales. Es todo un aviso a navegantes para los políticos, la academia y la sociedad en general de hoy. No vaya a ocurrir lo mismo que en los años 30, con la llegada de Hitler y Mussolini. “El protagonista de una novela de David Lodge dice que uno no sabe, cuando está haciendo el amor por última vez, que está haciendo el amor por última vez. Pues con el voto pasa lo mismo”. Algunos alemanes que votaron al partido nazi en 1932 sin duda eran conscientes que podrían ser las últimas elecciones libres durante algún tiempo, pero la mayoría no lo sabía. Como decía Víctor Klemperer: “No somos más sabios que los europeos que vieron cómo la democracia daba paso al fascismo, al nazismo o al comunismo durante el siglo XX”.

Esta conferencia y el libro publicado, puede valorarse como un mensaje en una botella lanzado hace 50 años, cuya lectura tiene un incalculable valor hoy, para entender las nuevas derechas extremistas

Al tratarse de una conferencia de carácter estrictamente oral, de la que solo existía una grabación en cinta magnetofónica, el texto hasta su publicación en el libro citado era prácticamente desconocido. Más de medio siglo después impresiona la validez, cual, si fuera una profecía, de un análisis que, en bastantes pasajes, parecen como comentarios a ciertos momentos actuales. Adorno no estaba por la labor de la publicación de la palabra pronunciada libremente en la conferencia, ya que la diferencia con la palabra escrita era fundamental. A diferencia del carácter perecedero de la exposición oral, el contenido de la conferencia no tiene en modo alguno una naturaleza fugaz y está más que justificada su publicación.

La disertación en Viena, debe ubicarse y leerse como una continuación de la conferencia de 1959. “Qué significa elaborar el pasado”. 

Desde el principio Adorno destaca que “…En 1959, desarrollé la tesis de que el radicalismo de derecha o, mejor dicho, el potencial de semejante radicalismo, que por entonces todavía no era visible en realidad, se explica por el hecho de que en todo momento siguen vivas las condiciones sociales que determinan el fascismo…las condiciones que determinan los movimientos fascistas, a pesar del fracaso de estos, siguen vivas en todo momento en la sociedad, aunque no directamente en política. En este sentido, pienso ante todo en la tendencia a la concentración del capital dominante tanto entonces como ahora, tendencia que es incuestionable, por mucho que se la quiera hacer desaparecer con determinadas estadísticas. Esa tendencia la concentración significa, por una parte, la posibilidad de desclasamiento, de degradación, de unas capas sociales, que, según su subjetividad, eran totalmente burguesas y deseaban mantener sus privilegios y su estatus social, e incluso reforzarlo. Son los mismos grupos de burgueses que bajan de categoría los que desarrollan un «odio al socialismo o lo que ellos llaman socialismo, es decir, no echan la culpa de su potencial desclasamiento a todo el aparato que lo provoca, sino a aquellos que adoptaron una posición crítica frente al sistema en el que en otro tiempo los miembros de tales grupos poseían un determinado estatus, en todo caso según las concepciones tradicionales (p. 9 y 10). Que lucidez la de Adorno en este análisis de su presente y de su previsión acertada del futuro. Tales juicios son perfectamente aplicables a la situación socio-política actual.

Adorno pone el foco en la burguesía y no en el proletariado como agente de este nuevo fascismo. La pérdida de privilegios parece ser una motivación clave para apoyar a líderes antidemocráticos

Como señala Eva Illouz en su libro La vida emocional del populismo: 

En las observaciones de Adorno está contenida la afirmación de que el capitalismo despliega tendencias hacia la concentración de capital y de poder (una idea poco sorprendente para un marxista, que incluso a los no marxistas les costaría rebatir hoy). Adorno aún no había sido testigo de la forma espectacular en que el capital concentrado lograría capturar procesos electorales democráticos, con un control mediático casi monopolístico. Se refería, pues, a la dinámica de clases que la concentración de capital creaba en el seno de las sociedades liberales. Dicha dinámica amenazaba con degradar constantemente a las mismas clases burguesas que antes habían contribuido al sistema capitalista y se habían beneficiado de él. Adorno pone el foco en la burguesía (una mezcla de segmentos de las clases alta y media) y no en el proletariado como agente de este nuevo fascismo. Haciéndose eco de una tradición de la sociología que consideraba el fascismo como la expresión del miedo a la «movilidad descendente», sugiere que la misma clase que tenía y sigue teniendo privilegios es la que lo apoyará cuando los vea amenazados. Así, la pérdida de privilegios parece ser una motivación clave para apoyar a líderes antidemocráticos. Esa concentración del capital, con la consiguiente degradación de las clases medias, es hoy una de las causas de la aparición de las extremas derechas.

Como también no es novedad hoy el culpabilizar de esa degradación o pauperización, no a los auténticos culpables, el gran capital, sino en una contradicción insostenible hacerlo precisamente a los que critican esa situación, es decir, los socialistas. Es una muestra palpable de la falta de capacidad para comprender las causas que explican la propia situación social. La percepción del mundo social, sugiere Adorno, puede distorsionarse de un modo fundamental. Los burgueses (y probablemente otras clases) no pueden identificar correctamente las causas de sus pérdidas y, por tanto, no pueden unirse a quienes, aun sin defender exactamente sus intereses, al menos cuestionan el sistema responsable de su degradación. 

En pocas líneas, entonces, Adorno avanza una hipótesis sobre la persistencia de las tendencias fascistas en nuestras sociedades, debida tanto a los procesos económicos de acumulación y concentración de capital como a ciertas formas de pensamiento distorsionadas o incompletas, que se encuentran sobre todo en las maneras en que construimos la causalidad, hacemos inteligibles los acontecimientos y atribuimos las culpas.

La propaganda tiene ante todo la genialidad de equiparar en estos partidos y en estos movimientos la diferencia existente entre los intereses reales y los falsos objetivos simulados

Otro aspecto que destaca Adorno es el papel que juega en la derecha radical la propaganda para conseguir sus fines. Nos dice, acierta de pleno: “No deberíamos subestimar estos movimientos por su ínfimo nivel intelectual ni por su falta de teorización. Sería una falta de visión política pensar por eso que no van a tener éxito. Lo propio de estos movimientos es más bien una extraordinaria perfección de los medios, y concretamente de la propaganda combinada con una ceguera, con una oscuridad impenetrable de los fines que persiguen… La propaganda tiene ante todo la genialidad de equiparar en estos partidos y en estos movimientos la diferencia existente entre los intereses reales y los falsos objetivos simulados. Esto es la clave del asunto, como ocurriera con los nazis. Si los medios vienen a sustituir en una medida cada vez mayor a los fines, puede decirse que en los movimientos de extrema derecha la propaganda constituye de por sí la sustancia misma de la política. Y no es casualidad que los llamados Führer, caudillos o guías del nacionalsocialismo alemán, los Hitler y los Goebbels, fueron ante todo propagandistas y que su productividad y fantasía quedaron integradas totalmente en la propaganda (p. 22 y 23).

Los dos aspectos señalados me parecen claves, la concentración del capital como factor de degradación especialmente de la burguesía, aunque no solo ella, y el papel de la propaganda. Pero hay otros también importantes, que, por las limitaciones de este artículo, me limitaré a reflejar brevemente. Sigue diciéndonos: Los movimientos fascistas son los estigmas, las cicatrices de una democracia que hasta ahora no ha conseguido entender debidamente todo su verdadero sentido (p.18). No obstante, su lectura antidemocrática sobre estos movimientos sigue teniendo plena vigencia. El radicalismo de derecha apunta a una catástrofe social, apelando a un deseo inconsciente del desastre y de la catástrofe. Hoy las extremas derechas hacen lo mismo, nos anuncian el fin del mundo.

Los movimientos fascistas son los estigmas, las cicatrices de una democracia que hasta ahora no ha conseguido entender debidamente todo su verdadero sentido

Otro tema es el problema del denominado nacionalismo en la era de los grandes bloques de la Guerra Fría. La concepción de nación que exaltan las organizaciones de derecha radical es vista “como órgano de representación colectivo”. No cabe duda, desde luego, de que existe entre la gente un temor sociopsicológico, paro también real y muy extendido, a verse metida en bloques y de paso a verse gravemente perjudicada por lo que respecta a su existencia material (p-12). Podría servir de ejemplo el miedo para la agricultura de la entrada en la Comunidad Económica Europea.

La derecha radical realiza una llamada permanente a las masas, así como una pretendida y supuesta unidad. Según Adorno estos movimientos en su totalidad se presentan como si ya hubieran conseguido éxitos enormes, y atraen a las masas simulando que son los garantes del futuro (p. 22).

El fascismo y los movimientos de masas tienen una relación estructural con la psicosis. La derecha radical necesita un tipo de líder con personalidad autoritaria. La falta de teoría e ideología clara de la derecha radical hace al líder prometer para el colectivo lo que en realidad quiere para sí mismo. Los líderes de estas organizaciones son fríos, carentes de empatía, que, en cierto modo están locos.

La falta de teoría e ideología clara de la derecha radical hace al líder prometer para el colectivo lo que en realidad quiere para sí mismo

En estos grupos de derecha radical existe un antiintelctualiismo de izquierda, que no son más que técnicas de poder y de ningún modo parten de una teoría elaborada, se vuelven contra quienes sostienen el intelecto porque son impotentes ante él. Los intelectuales son una auténtica bestia negra que suscita un odio inmenso. La expresión “intelectual de izquierdas” es una expresión tabú. Se consideran que representan la auténtica democracia, tachando a los demás, especialmente a los grupos de izquierda, de antidemocráticos. Sueltan las mentiras más burdas, calumnian y mienten deliberadamente o mencionan estar en contra de algo y en realidad están a favor, como hacia la Alemania de Hitler.

Falsa idea de libertad. Busca la manera en que la gente tenga la sensación de que al suprimir la supuesta libertad existente va a entrar de nuevo en posesión de la libertad y va a tener la posibilidad de decidir libremente.

Para Adorno la derecha radical se vale de otros trucos para legitimarse en la sociedad y ganar adeptos. Es el truco de la oficialidad o de lo estatal, como si estos grupos estuvieran revestidos de algún tipo de cargo oficial. Son frecuentes sus ataques de ira y actos violentos. Es propensa a etiquetar de traidores a la patria a todo aquel que consideren un potencial enemigo. Se atribuye la facultad de castigar. Todo ello para ocultar su falta de propuestas.

He tratado de reflejar las ideas principales de la conferencia de Adorno en Viena. Muchas de ellas las vemos reflejadas en las derechas extremistas de la actualidad, por lo que su interés parece más que evidente.