EDUCACIÓN

Mentir para educar

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La mentira descarada e interesada acaba arrojándonos a un callejón sin salida. Pero si además estas mentiras tienen que ver con la educación de las generaciones futuras, raya en lo suicida atender opiniones que manan desde el desconocimiento, la simpleza o el puro interés material. Y sin embargo, es un campo en el que todo el mundo opina desde su “contrastada” experiencia personal.

Como maestro de futuras maestras y maestros de educación infantil, me gusta recurrir a ese verdadero maestro de la vida que fue, y es, Jesús Quintero, cuando decía: “¿Por qué hay que adaptarse a la mediocridad, al mal gusto, a la basura, a la mentira, al paro, a la corrupción, a la guerra, al miedo, a la infelicidad permanente?”. Porque no debemos trabajar desde las aulas resignados a nadar entre la mentira, el mal gusto o la basura. Incluso a la ignorancia, aunque esta sea ejecutada con buena intención. Abramos los ojos, escuchemos las palabras sabias y sepamos que en este camino no cabe la certeza absoluta ni las recetas milagrosas para todos los paladares.

Cayó en mis manos el libro ‘Educafakes’ de Jesús Rogero y Daniel Turienzo, recientemente editado por Capitán Swing, en el que se recogen 50 mentiras y medias verdades sobre la educación española. Aunque cincuenta puedan parecer muchas, aún me surgen otras cincuenta tonterías sin fundamento que flotan en el ambiente y que he escuchado como verdades absolutas dignas de ser grabadas en piedra. 

No está en el ánimo de esta breve obra profundizar en cada una de las mentiras presentadas, sino más bien enumerarlas y mostrar la ubicación de ese iceberg, citando algunas fuentes y estudios en cada caso que permitan profundizar en cada una de estas cuestiones. Mentiras ante las que no cabe resignarse ni adaptarse, pues el daño a futuras generaciones puede ser irreversible. Me detengo en la sección dedicada a las relaciones entre educación y política. 

El debate sobre la educación sólo puede construirse sobre la sensatez, el análisis y la reflexión

Aún sabiendo que la educación es un campo abonado para la lucha cultural e ideológica, hemos de reivindicar que esta batalla se circunscriba a ciertas cuestiones y no a la generalidad del sistema basándose en mentiras o medias verdades. La educación actual no es peor que en otros momentos de la historia, sino todo lo contrario, como lo demuestran los datos. Tampoco el sistema ha naufragado irreversiblemente. Otra cosa es que estemos sufriendo tendencias implosivas que pretenden dinamitar lo construido colectivamente en las últimas décadas.

El éxito de la educación española en las últimas décadas es innegable, con el analfabetismo prácticamente erradicado, la universalización del segundo ciclo de infantil y de la educación secundaria. Y aunque tenemos puntos muy débiles como la tasa de abandono escolar, en las últimas décadas ha descendido aceleradamente.

Como dicen los autores, “la educación refleja el modelo de individuo y sociedad que queremos ser”. Modelos que siempre han estado en diálogo conflictivo e inestable, pero que no podemos permitir que estén basados en mentiras o en medias verdades, las más de las veces con intereses camuflados. Mentiras ruidosas y simples que tratan de confundir. Si en otros campos es dudosa la utilidad de las soluciones simples, en educación es muy peligroso, porque los resultados se ven a medio y largo plazo. El debate sobre la educación sólo puede construirse sobre la sensatez, el análisis y la reflexión. Algo que parece más que difícil en unos tiempos a los que parece gustarle jugar con fuego.