SER, O PARECER, MUJER (3/3)

Símbolo y realidad

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Condición de ciudadanía

Cuando la propia izquierda defiende el acceso de las mujeres a cargos políticos y listas electorales prometiendo así una política buena, me parece que el discurso feminista más radical es aquel que recuerda que, incluso pudiendo ser malas, al menos tan malas como los hombres, tenemos derecho al poder en igualdad de condiciones que los hombres.” (Clara Serra, El País, 12/12/2023)

Aunque cada una de esas fuerzas opere en niveles distintos, somos una inextricable mezcla de naturaleza y cultura, de genes y de educación, de sustancia y de condición. 

Hobbes, a mediados del s XVII, escribió De Corpore (sobre la naturaleza: física, química, biología...) y De Cive (sobre el hombre, en tanto que ciudadano, y sus creaciones artificiales: la ley, de manera especial). Junto con un tercer volumen, del que más tarde hablaremos, Hobbes quería articular un sistema filosófico, una especie de máquina filosófica casi determinista, una suerte de materialismo mecanicista, que abarcara desde lo más simple, no causado, mecánico y espontáneo, la naturaleza, hasta lo más complejo, motivado, voluntario y consciente, la sociedad.

Su obra más conocida, Leviatán (1651), que es prácticamente una especie de divulgación, donde no una traslación literal, de De Cive, diseña el marco, el terreno de juego en el que toda la filosofía política posterior, todos los pensadores que vendrán desarrollarán sus pensamientos, sus teorías o sus ideas, unas veces a favor y otras en contra del propio Hobbes. Y es así hasta nuestros días: el imperio de la ley, como condición de posibilidad de una sociedad; su necesaria artificialidad, tanto de la ley como de la sociedad; la ley política como condición de posibilidad para no caer en el estado de guerra que es el estado de la naturaleza: la ley del más fuerte; su legitimación en ejercicio: será el uso, y no el origen -en lo fundamental, el pacto primigenio, siempre es desconocido-, lo que legitime la ley; y, por último, la cesión del monopolio de la violencia al poder soberano [2] siguen siendo los principales parámetros, los límites del campo de juego donde cualquier filosofía política no autoritaria se debe mover.

La ciudadanía por encima de la biología; la ciudadanía como una realidad que trasciende la naturaleza del ser humano

Ya escritos De Cive y De Corpore, sobre lo mecánico y lo artificial, Hobbes intentó con su libro De Homine(escrito a rastras y casi por encargo editorial, para dar fin a la promesa de los tres volúmenes) cerrar la cesura entre el conocimiento de los hechos de la naturaleza y los de la sociedad. 

De homine debía ser el puente entre De Corpore y De Cive, debía ser la respuesta a cómo el ser humano deviene artificial desde su existencia natural. Es decir, debía explicar, a través de su antropología, cómo, desde la naturaleza, se llega a la creación de una ley política. En el propio libro Hobbes admitirá [3], y esto es lo importante para nosotros, que los resultados que vuelca en este libro están “casi en precipicio” (“quasi ad Praecipitium”), dando a entender que no puede establecer puente alguno que salve el precipicio epistemológico existente entre la naturaleza y la sociedad. Nada en la física, la química o la biología del ser humano pueden explicar, pueden dar razón de su ser ciudadano. Y dentro del marco de filosofía política que este pensador estableció, también esta verdad nos llega con toda su fuerza.

La ciudadanía por encima de la biología; la ciudadanía como una realidad que trasciende la naturaleza del ser humano -en el sentido de lo natural, de nuestra condición de ser animal vivo- fue la realidad con la que Hobbes se encontró al intentar deducir con una explicación determinista lo artificial de lo natural, y tuvo la profunda honradez de pensamiento como para aceptar la existencia de un precipicio epistemológico tal que no hay puente que lo pueda salvar: lo natural, sus leyes físicas, químicas y biológicas, no son causa ni sustento de lo artificial, de la política y sus leyes. La realidad, física, química y biológica, debemos tenerla en cuenta. A la par, no debemos considerarla determinante.

Campoamor, cuando afirma: “«soy ciudadano antes que mujer»" acepta esa trascendencia -independencia, alteridad- que Hobbes da a la sociedad con respecto de la naturaleza, y ataca cualquier intento de fundamentar en una y en cualquier diferencia biológica una diferente condición social -intento de fundamento espurio que incluye, como dice Valcárcel, negar el derecho a ser una mala persona o, como recuerda Serra, a ser simplemente una política mala o una mala política.

O peor. Quien por mor de cambiar para mejor la política y la sociedad quiera poner más mujeres al frente de empresas, organizaciones, partidos o instituciones políticas, quien considere a las mujeres esencialmente, y como un bloque, mejores (sin un valcarciano “derecho al mal”), quien lo pida, pero no por su derecho en tanto que su legítima e impostergable ciudadanía, sino por que son “más pacíficas o más cuidadosas, menos competitivas o violentas, más solidarias o generosas”, caerá en la peor trampa dialéctica del patriarcado: o eres así, o asumes ser así, o te sometes a ser pacífica, cuidadosa, menos competitiva y menos violenta, o fallarás en tu de deber de ser mujer.

Quien considere a las mujeres esencialmente, y como un bloque, mejores […], caerá en la peor trampa dialéctica del patriarcado

Y no, la única vía para evitar la exclusión, la discriminación, la marginación de ese 50% de las personas es, de la mano de Campoamor, afirmar exclusivamente de la mujer que “«[es] ciudadano antes que mujer»"

Aún fue más lejos Campoamor en su voluntad de negar cualquier esencialismo.

En su libro “El voto femenino y yo: mi pecado mortal” (1935), negaba esencia alguna de ser mujer con este discurso donde reafirmó la necesidad de hacer valer su ciudadanía:

la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras” (la negrita es nuestra)

Ese "nosotras" referencia a la condición de mujer, no a ninguna esencia, forzada por la obligación discriminante a ser un colectivo a su pesar (un género, un símbolo a cumplir), cuando, porque no hay, ni existe ni se da tal esencia de mujer, la verdad es que "solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común". 

El feminismo de la igualdad es el feminismo de la ciudadanía [4], no el de un género, no el de un colectivo, sino el de toda la ciudadanía, y al que toda la ciudadanía debe, porque puede, dar soporte: cada batalla ganada por el feminismo de la igualdad [5] es un nuevo espacio de libertad para toda la sociedad. Esa es la más incluyente condición de ciudadanía a la que debemos, porque podemos, aspirar, la que trasciende la biología.

Semiótica del género

A lo mejor todas las cosas que creías que te definían no son las que te definen” (Barbie, minuto 1h35m de la película Barbie, Warner Bross, 2023)

Cuando salgo a la calle con mi novio y su hijo, al que he cuidado desde que nació, todo el mundo nos lee como la mujer cisheterosexual con el esposo y el hijo, y esas lecturas te llevan a esas figuras patriarcales. Pero yo por ejemplo soy bisexual, tenemos una relación abierta y mis cuidados no tienen que ver con roles de género. Esas lecturas sociales no alcanzan a ver esos puntos de fuga de la normatividad.” (Frida CartasEl País, 15/12/2023, autora del libro Bullying: la violencia de género nunca termina)

La palabra género, en su acepción sociocultural y no sólo meramente gramatical (amén de ser sinónimo de mercancía o de clase, categoría o conjunto de realidades con particularidades comunes) fue admitida por las academias de la lengua como terminología propia de la sociología en el Diccionario panhispánico de dudas(2005). En 2015 la RAE incorporó en la tercera acepción de género la siguiente definición:

“3. m. Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico.

Corroborando a Alex Grijelmo [6], El Oxford English Dictionary (OED), en su entrada para la palabra géneroexpone en su tercera acepción que:

“3.a. gen. Hombres o mujeres vistos como un grupo; también: la propiedad o el hecho de pertenecer a uno de estos grupos.

Originalmente extendido (a veces con humor) del uso gramatical en el sentido 1, gramática, ["cada una de las clases (típicamente masculina, femenina, neutra, común) ... por las diferentes inflexiones que tienen"], como también en Anglo-Normando y Francés antiguo. En el siglo XX, a medida que sexo pasó a significar cada vez más relación sexual (ver sexo n.1 4b), género comenzó a reemplazarlo (en sus primeros usos eufemísticamente) como la palabra habitual para la agrupación biológica de hombres y mujeres.” [7], (el subrayado y la negrita es nuestro)

Más interesante es lo que el OED refiere en el punto 3.b de su entrada para la palabra género:

El estado de ser hombre o mujer expresado por distinciones y diferencias sociales o culturales, más que biológicas; los atributos o rasgos colectivos asociados con un sexo en particular, o determinados como resultado del sexo de uno.” (la negrita es nuestra)

Género en tanto que atributos o rasgos colectivos asociados con un sexo en particular. Es decir, género en tanto que simbolización para aparecer ante terceros -grupo, éste de terceros, en el que la propia persona se ve incluida quiera o no, al aparecer en primerísimo lugar ella como símbolo ante sí misma- investida con aquellos atributos o rasgos colectivos que, semiótica mediante, nos harán parecer lo que decimos ser, con independencia de cualquier otra razón, incluso la de ser (amparado en este ultimo caso, es decir, en el caso de serlo, por la salvedad de “o determinados como resultado del sexo de uno”).

El feminismo de la igualdad es el feminismo de la ciudadanía, no el de un género, no el de un colectivo, sino el de toda la ciudadanía, y al que toda la ciudadanía debe, porque puede, dar soporte

Por ello la semiótica del género, y no hablamos de la semiótica de la palabra “género” (es decir, de por qué usamos esta palabra y no otra, sabiendo que su etimología, en tanto el anglicismo que es, remite a “palabra habitual para la agrupación biológica de hombres y mujeres”, usada para relegar la palabra “sexo” a la mera “relación sexual”), sino de la semiótica como herramienta de análisis para determinar el porqué del uso del género como forma de que “Hombres o mujeres [sean] vistos como un grupo” o de que adjudiquemos a -o digamos de- una persona el “pertenecer a uno de estos grupos”, como venimos diciendo, es por ello que es tan importante y tan vital utilizar la semiótica para estudiar la relación de los conceptos sexo y género más que -o mejor, en lugar de- usarla para imponer el género.

Una determinada forma de luchar contra la discriminación por razón del sexo pasa, por una parte, por naturalizar nuestra relación con el sexo, despojándolo de cualquier carga pecaminosa, y por otra, dicho en el sentido que más nos interesa, por aceptar la desimbolización, la descolectivización, la individuación de la persona con independencia del sexo. Pasa por nuestro alejamiento de cualquier tópico, de cualquier simbolización que lo homogeneice y, desindividualizándolo, lo iguale a su –o para su- pesar. Como dice Frida Cartas: “todo el mundo [me] lee como la mujer cisheterosexual”, lo que no es un problema si a lo que denota la imagen (“mujer cisheterosexual”) no asociamos toda una suerte de connotaciones negativas. 

Cuando, como parece decir Cartas en su artículo, basamos la lucha contra la discriminación y la marginación en la semiótica del género (es decir, en la elección de qué imagen, qué características, qué propiedades usamos y proyectamos, elección que realizamos porque resolvemos que simbolizan -nos simbolizan y nos simbolizamos- por una imagen, la del género), no sólo no ayudamos en esa batalla, sino que solidificamos y esclerotizamos la diferenciación por motivo de sexo [8]. Esta segunda vía conduce al anquilosamiento de las relaciones sociales, a la creación de fosos que dividen el nosotros en tuyos y míos. O el nosotras en tuyas y mías.

Pensamiento rápido, pensamiento lento.

Siguiendo a Kahneman, psicólogo y Nobel en Economía (2002), el pensamiento rápido nos puede salvar la vida por ser intuitivo, ágil y automático, el segundo, el lento, que es más deliberativo, argumentativo y pausado, corrige los sesgos del primero. Si en un primer vistazo Frida Cartas es vista como una “mujer cisheterosexual”, pues la semiótica de su apariencia así lo indica, respuesta que activará, para bien o para mal, los sesgos que el observador tenga, es posible que, después de hablar con ella argumentada, razonada y reflexivamente, veamos la realidad tal y como es, y no como creíamos que era tras la primera impresión.

No se puede dar carta de existencia al género sin que se le asocie una simbología, unas características y unas singularidades. Simbología, características y singularidades cuya carga semiótica debemos analizar para entender si tras la voluntad de asociar ciertas propiedades al signo (género) se da una lucha contra la discriminación o más bien se da una pura y dura discriminación, tanto en un sentido, la del colectivo que se pretende dar a sí mismo carta de naturaleza con respecto el resto, como en el otro, la del resto que usará esa voluntad de significación semiótica para levantar barreras basadas en el sesgo.

No se puede dar carta de existencia al género sin que se le asocie una simbología, unas características y unas singularidades

Fuente de la imagen: https://acortar.link/CHT9ty, Being a Woman (Ser Mujer). Música: WHISTLE. Intérprete: Cat Cattison

En todo caso, dar carta de existencia al género como arma de reivindicación es olvidar el sueño de Gayle Rubin, quien no niega su existencia (“El género es una división de sexos impuesta socialmente [...] Por lo tanto, transforman a hombres y mujeres en “hombres” y “mujeres” [9]), sino que afirma la necesidad de su anulación (“El sueño que encuentro más convincente es el de una sociedad andrógina y sin género (aunque no sin sexo), en la que la anatomía sexual es irrelevante para quién es uno, qué hace y con quién hace el amor.” [10])


¿Parecer para ser?

"Ser es ser percibido"

Esta es la más famosa de las sentencias de George Berkeley, padre del empirismo inglés. Como buen empirista, buscaba el ser en la realidad, en lo empírico, lo experimentado, y de ello dedujo que sólo lo que tenga la condición de experimentable puede ser. Así que, si algo no es percibido, no es.

Ahora, como entonces en el s XVIII, muchos le critican por esa especie de idealismo inmaterial filosófico, al fiarlo todo a esa suerte de aparecer ante un tercero, quien así, al experimentar este tercero el objeto -su imagen, su apercepción-, le da la al mismo la base para poder ser sujeto. El objeto percibido pasa a ser sujeto de la percepción.

Berkeley -quien dijo, por otra parte, auténticas bestialidades cuando dejaba su labor de filósofo de la ciencia y se metía a político de la cristiandad- no dice nada que hoy no se acepte en un sentido más social: el arte necesita del espectador, el escribidor del lector. Es el espectador y es el lector quienes otorgan razón de ser al acto cultural. Pero...

Es curioso, aunque no extraño, que muchos filósofos se hayan fijado en el óptica, en la luz, en el sentido de la vista. En resumen, que se hayan fijado en la visión como fuente de conocimiento de lo real: Al-Kindi (IX), Ibn al-Haytham (XI, conocido como «el padre de la óptica moderna»), Bacon (XIII), Da Vinci (XV), Descartes(XVI), Newton (XVI), Kepler (XVII), Berkeley (XVIII) o Schopenhauer (XVIII) (el porqué de que hasta el s XII fueran árabes y a partir del XIII europeos, lo hemos documentado en Nueva Tribuna, La religión importa, 27/11/2022).

Veleidades metafísicas a parte, pues este empirismo escéptico dará lugar mas tarde a la fenomenología (en burdo: un árbol existe mientras lo miramos, pero si nos giramos y no lo miramos, el fenómeno “árbol” puede ser cualquier cosa) y ésta al posmodernismo (todo es apariencia y lo único que vale es el marco y el relato), Berkeley acierta en un sentido: los humanos necesitamos ser percibidos para ser, como una obra de arte necesita a un espectador o un libro a su lector.

Necesitamos ser reconocidos por nuestros pares para no caer en la indignidad y la locura. Y por ello aparecemos como queremos ser reconocidos.

Por eso la apariencia es tan importante para el ser humano, no importa ni dónde ni con quién, siempre apareceremos de alguna manera y seremos percibidos, y por tanto en ese sentido vital y social seremos, en tanto que aparecemos de esa y no de otra manera:

Cuando salgo a la calle con mi novio y su hijo, al que he cuidado desde que nació, todo el mundo nos lee como la mujer cisheterosexual con el esposo y el hijo....” (Frida Cartas, El País, 15/12/2023,)

Aún más. El primer espectador de una obra es el propio creador, así como no hay libro que no tenga al menos un lector: el propio escribidor. Por eso toda persona, aunque perdida en la más absoluta de las soledades, tendrá siempre al menos un apercibiente: ella misma como espectadora y lectora de su propia imagen.

Necesitamos ser reconocidos por nuestros pares para no caer en la indignidad y la locura. Y por ello aparecemos como queremos ser reconocidos

Si algo tiene de positivo este empirismo escéptico es su negativa a aceptar esencia alguna de las cosas. No hay esencia de mujer como no hay esencia de hombre, ni tampoco esencia de ser humano. Si la hubiera, si se diera esa esencia, podríamos contestar a la cuarta pregunta kantiana: qué es el ser humano. Y entonces tendría sentido preguntar qué es ser mujer, qué es ser hombre. Kant, por cierto, nunca la contestó.

Si la esencia mandara, entonces podríamos decir que: hoy un ser humano sólo puede ser el descendiente engendrado por otro ser humano, lo que conlleva que no existió un primer ser humano, porque si hubo un primer ser humano, entonces éste tuvo que ser creado, y no engendrado. Por reducción al absurdo, y como queríamos demostrar, no hay esencia.

En la naturaleza, en su más amplia y fuerte concepción: el universo entero, se da un continuum desde lo más inmensamente sencillo (conocido hoy, los fermiones y los bosones) a lo más inmensamente complejo (conocido hoy, el cerebro humano), y no hay solución de la continuidad entre un extremo y otro, por lo que lo único que hoy podría tener la etiqueta de esencial serían los fermiones y los bosones... y eso si no es que mañana se demuestra que nos son elementales, sino que son compuestos.

Ser mujer
no es algo que se pueda fingir
Sólo una mujer
sabe lo que realmente conlleva
Ser mujer
es nuestro derecho de nacimiento
No es una lección que puedas practicar
hasta que te salga bien
” (Being a Woman (Ser Mujer). Música: WHISTLE. Intérprete: Cat Cattison, fuente: Youtube)

Esta estrofa la firmaría desde Clara Serra hasta Elizabeth Duval o Frida Cartas, ¿Simone de Beauvoir? Y la firmarían porque esos versos remiten a un conocimiento que sólo la mujer sabe, que no se puede fingir, y tanto Serra como Duval o Cartas afirman que todas ellas, y como ellas tantas otras personas, saben desde su nacimiento que son mujer, y que precisamente se rebelan contra la obligación de practicar una lección, la de ser hombres, que las violenta. Lo que piden es que se les permita ser lo que ya les sale bien y saben desde que nacen: ser mujer.

Y la firmarían porque esos versos remiten a una esencia de mujer. Y es cuando jugamos en su marco teórico, el de las esencias, y nos olvidamos del verdadero marco político, el de las condiciones, que caemos en la trampa del género.

Y la trampa del género nos debería asustar hasta lo indecible porque puede marcar trágicamente a nuestros hijos o nietos; nos debería asustar que para luchar contra los fanáticos del género -el patriarcalismo- usemos sus armas esencialistas; o porque la pregunta “¿Qué es ser mujer?” conlleva la trampa de que ser mujer es algo que implica un discontinuo para con el resto de la ciudadanía; o porque aceptar la apariencia como imagen de una supuesta naturaleza enjaula [11]; o porque es la condición de mujer, y no su supuesta esencia, lo que nos debe preocupar; o porque un hombre debe, porque puede, pues nada tiene que ver ni con ser mujer ni con ser hombre (recordemos a Campoamor), entender qué conlleva la condición de mujer en esta sociedad.

Porque todos debemos, porque podemos, obrar en consecuencia, y una forma de obrar es advertir de los peligros de usar la semiótica -el conocimiento del uso de los símbolos- para provocar reacciones y no para analizar el porqué de esas reacciones. Y porque decir género por sexo, o convertir el sexo en género, es, semiótica mediante, hacer de la apariencia realidad o convertir la realidad en apariencia. Y allí donde eso se da, allí donde una política que diga luchar contra la discriminación por razón de sexo usa el género -su consolidación, su esclerotización-, ocurre que los que defendemos abolir la discriminación que la mitad de la ciudadanía sufre por su condición de mujer, si asumimos el género como sustituto del sexo [12], nos quedamos sin armas, sin argumentos, sin capacidad.

Hablar de una aznariana mujer mujer, de una mujer de verdad o de cualquier otra doble afirmación de la misma índole, nos lleva a caer en una doble falacia. Primero, no cabe definir a ciencia cierta y hasta el último matiz el significado de “mujer”, y cada vez que lo intentemos erraremos ya sea por exceso (no son todas las que están) o por defecto (no están todas las que son). Segundo, el significado de “verdad” se declina de demasiadas y variadas maneras como para ponernos de acuerdo de una vez por todas o para evitar la misma trampa del exceso o del defecto de extensión.

La pregunta “¿Qué es ser mujer?” conlleva la trampa de que ser mujer es algo que implica un discontinuo para con el resto de la ciudadanía

Como otras personas de eminentes inteligencias ya dijeron, sobre las cosas importantes de la vida siempre ocurre que sabemos qué son, aunque no sepamos cómo describirlas.

Solo si somos enérgicos en la negación de cualquier esencia de mujer (o de hombre, o de ser humano), entonces honraremos a Campoamor y su "soy ciudadano antes que mujer".

Nos importa un pepino que cada uno se defina, vista o folle como quiera, pero ojo, cuidado con arrebatar derechos universales tan duramente adquiridos y que como decía Simone de Beauvoir nunca están consolidados.” (I.S.G., de un hilo de Telegram)

Una mujer trans no es una mujer, es ni más ni menos que una mujer trans [13]. Mutatis mutandis, es ciudadana antes que mujer trans. Es, también ni más ni menos, un individuo con el inalienable derecho ciudadano a definirse, vestirse y follar como quiera y con quien quiera (en los dos sentidos del “con quien quiera”: el de la primera y el de la tercera persona). Ni más ni menos.

Fuente: STVDIA COLOMBIANA, nº 5,
revista de la Universidad De
Salamanca, Bogotá, Dic/2006

Sólo el misterio nos hace vivir. Sólo el misterio

Tuvo que ser Lorca el que con sencillo trazo fuera capaz de mostrarnos el misterio del amor sexuado. Su dibujo claro expresa sin tapujos el ya mentado sueño de Gayle Rubin:

El sueño que encuentro más convincente es el de una sociedad andrógina y sin género (aunque no sin sexo), en la que la anatomía sexual es irrelevante para quién es uno, qué hace y con quién hace el amor.

Postdata

Como decíamos en el primer artículo de esta serie, aunque no compartamos todo lo que Serra dice, no nos duelen prendas para reconocer en sus escritos un nivel de análisis y reflexión que “para sí quisieran muchas y muchos de los que hablan y pontifican tanto a favor como en contra de su posición ante el feminismo de la igualdad y lo trans.” (ver primera parte de Ser, o parecer, mujer en Nueva Tribuna) Es gracias a análisis como el desarrollado con la actitud y la aptitud de Serra [14] que a través del diálogo honesto y la discusión sincera se puede avanzar. Y aquí queda el presente texto como una reflexión sincera y abierta, deudor del de la propia Serra, escrito con la esperanza de alcanzar lo que esta pensadora afirma: “toda buena teoría hace que desde el interior de sus propios términos se abran disputas posibles”.

Docugrafía institucional

Con el objeto de mostrar las mil y una maneras que se dan en las diferentes autonomías que componen España, en el enlace siguiente se relacionan los documentos utilizados tanto para dar contenido a los conceptos de sexo, género, identidad de género, expresión de género, transgénero, transexual, orientación sexual, transición sexual, etcétera, etcétera, como para conocer, valorar y analizar las diferentes aproximaciones realizadas por parte de las correspondientes instituciones públicas:

Agradecimientos

Damos las gracias a todas las personas que involuntariamente han participado en el presente ensayo, y que, por orden de aparición y agrupadas por un más o menos genérico “sexo/género”, pasamos a relacionar:

Isabel García Sánchez, Irene Montero, La Mari, Elizabeth Duval, Clara Serra, Amelia Valcárcel, Celia Amorós, Ruth Toledano, Clara Campoamor, María Moliner, Simone de Beauvoir, Judith Butler, Gayle Rubin, Rayna R Reiter, Mary Beard, Felicia Dorothea Hemans, Elizabeth Montagu, Elizabeth Vesey, M Teresa Ruiz, Lois M Verbrugge, Bernadine Healy, Elisa Chilet-Rosell, Mónica Póo, Nuria Romo, Carmen Meneses, Eugenia Gil, Marina García-Granero, Carmen Morán Breña, Frida Cartas, Cat Cattison, Isabel Valdes, Amparo Mañes e I.S.G.

Y también, 

José María Aznar, Vaucanson, Alex Grijelmo, W.I. Thomas, Naveed Saleh, Isaac Bashevis Singer, Iñaki Markez, Amando Vega, Fourier, Karl Marx, Hobbes, Roger Castellanos i Corberà, Alex Grijelmo, Kahneman, George Berkeley, Al-Kindi, Ibn al-Haytham, Bacon, Da Vinci, Descartes, Newton, Kepler, Berkeley, Schopenhauer, Kant Lorca y Braulio García Jaén.

De sexo o género no identificado:

Gómes-Porras M, Hurtado-Murillo F, Gómez-Balaguer M, Pazos-Guerra M, Martín-González A, Broccoli A, Meneses González D, Rodríguez-Collados M, Del Castillo-Villaescusa C, Cuñat-Navarro E, Morillas-Ariño C. [Autores del artículo científico original: Incongruencia de género: detransiciones y arrepentimientos, Revista de sexología 2020]


[1] “Commercial use is permitted for the generated images. You may utilize these images for any legal purposes. For full details, please refer to our Terms of Service. The generated images are considered public domain and hence, they have no owner. The images generated by the AI are not subject to copyright”, DEEP AI, INC.
[2] Nota beneHobbes, a pesar de lo que afirmen ciertas lecturas superficiales, no dio soporte al absolutismo, ni tampoco lo contrario; para él el pacto entre ciudadanos, por el que se renuncia a una libertad absoluta -y a una igualdad absoluta- se materializa con la creación de un poder soberano -por su etimología: sobre el territorio- único, formado indiferentemente por una monarquía, una aristocracia o una democracia, al cual le cedemos nuestra libertad y nuestra igualdad.
[3] “Així́ doncs, com s’ha dit, el fet que no es consolidi epistèmicament el pas de l’home natural al ciutadà̀ o súbdit –de l’estat de natura a l’estat civil–, deixa la qüestió́ antropològica a la intempèrie. (Así pues, como se ha dicho, el hecho de que no se consolide epistémicamente el paso del hombre natural al ciudadano o súbdito –del estado de naturaleza al estado civil– deja la cuestión antropológica a la intemperie)” El præcipitium epistèmic entre el coneixement de la natura i el coneixement de la política en el Leviathan de Thomas Hobbes, Tesis doctoral del filósofo Roger Castellanos i Corberà (UAB, noviembre de 2020), página 36, nota 42.
[4] Entrevista a Celia Amorós: “El feminismo es una revolución y está absorbiendo las demás”, La filósofa observa, a sus 74 años, la fuerza del movimiento de las mujeres como una apoteosisCarmen Morán Breña, El País, 17/03/2019.
[5] “A partir del viernes 16 de marzo, en España los hombres somos un poco más libres, porque, a pesar del viejo dicho, mis derechos y mis libertades empiezan donde empiezan los de mis vecinos (hoy, las mujeres) y acaban donde para ellas acaban. Aún queda camino por hacer: hagámoslo y recorrámoslo.” Se hace camino al andar, Cartas al director, Rafael Granero ChulbiEL PAÍS, 18-03-2007, en referencia a Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.).
[6] El género, como sinónimo eufemístico de sexo en su sentido informal (“Órganos sexuales externos”) nace “en el puritanismo victoriano de los británicos, durante el siglo XIX, cuando las clases dominantes evitaban decir sex porque esa palabra se contaminaba del juicio hipócrita que les merecía su práctica. Para sustituirla, eligieron el eufemismo gender, que un siglo después llegaría al español traducido como «género»” (Alex Grijelmo, El País, 4 de julio de 2021).
[7] “3.a. gen. Males or females viewed as a group; also: the property or fact of belonging to one of these groups. Originally extended (sometimes humorously) from the grammatical use at sense 1, grammar, ["each of the classes (typically masculine, feminine, neuter, common) ... by the different inflections which they have"], as also in Anglo-Norman and Old French. In the 20th cent., as sex came increasingly to mean sexual intercourse (see sex n.1 4b), gender began to replace it (in early use euphemistically) as the usual word for the biological grouping of males and females.”
[8] Hasta que punto la esclerotización del género, que ocurre cuando su significado solapa al sexo, conlleva problemas -como “vivir en un cuerpo equivocado”- lo resume perfectamente la siguiente cita: “La narrativa del “cuerpo equivocado” sería, a mi juicio, uno de los ejemplos en que el género alcanza al sexo [...] La afirmación de que una persona habita un cuerpo del sexo equivocado es el resultado de la rigidez de [...] las normas de género dominantes [...] una concepción coercitiva según la cual habría una apariencia anatómica necesaria[...] para encajar en el seno de una sociedad que mantiene intacta su normatividad de género.” (El problema de la despolitización del “género” para la teoría feminista, Junio/2020, Marina García-Granero, Universidad de Valencia. Investigadora en formación (FPU15/04085) en el Área de Filosofía Moral, Política y Social de la Universitat de València. Imparte docencia sobre filosofía moral, éticas aplicadas y pensamiento filosófico contemporáneo. La negrita es nuestra)
[9] “Gender is a socially imposed division of the sexes. It is a product of the social relations of sexuality. Kinship systems rest upon marriage. They therefore transform males and females into “men” and “women”,...” Gayle RubinThe Traffic in Women: Notes on the “Political Economy” of SexReiter, Rayna R. (ed.) (1975). Toward an Anthropology of Women. New York: Monthly Review Press. Todas las citas de Rubin insertas en el presente texto han sido extraídas de este ensayo y traducidas con Google Translator.
[10] “It must dream of the elimination of obligatory sexualities and sex roles. The dream I find most compelling is one of an androgynous and gender- less (though not sexless) society, in which one's sexual an- atomy is irrelevant to who one is, what one does, and with whom one makes love.” Rubin, 1975.
[11] “Nuestras vidas están llenas de jaulas, a veces obvias, a veces colocadas como trampas de queso para ratón. Los patrones estéticos, la maternidad y los cuidados configurados y entendidos desde el patriarcado [...] Jaulas por todas partes. Jaulas de las que hay que salir. Salid, o intentadlo, que siempre habrá otra que tire de vosotras pa’fuera.”, Newsletter EL PAIS FEM “Jaulas por todas partes”, 14/12/2023, Isabel Valdes. Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

Incluso estando prevenidos, como Isabel Valdés lo está, el peligro radica en que se puede caer en esa jaula de forma involuntaria: “acabé dándole vueltas a cómo esas cuestiones tan femeninas como son el cuidado, la protección y el amor tienen la capacidad (a veces) de amortiguar el dolor que ejerce la configuración patriarcal del mundo” Newsletter EL PAIS FEM “El capítulo 21”, 20/12/2023 ¿Hay que ser mujer, o mejor, sólo quien es mujer tendrá esa capacidad? La mujer que no la tenga ¿dejará de ser mujer? Mejor hubiera dicho Valdés: “cómo esas cuestiones tan humanas, e injustamente cargadas a las espaldas femeninas, como son el cuidado, la protección y el amor...” (todas las negritas son nuestras) ¡Ojo con las jaulas!
[12] “En definitiva, ni performar, ni excitarse, ni vestirse, ni sentirse, ni declararse mujer puede convertir a un varón en una mujer. Tampoco el rechazo a ser varón. Porque una mujer nace, no se hace. Cuando Simone de Beauvoir aparentemente dice lo contrario «La mujer no nace, se hace», no está afirmando una realidad ni cuestionando el sexo. Por el contrario, está denunciando que a la mujer no se la deja «ser» sino que se la convierte en una fantasía de los varones.” ¿Qué te hace mujer?Amparo Mañes, Psicóloga por la Universitat de València. Feminista. Agenda del Feminismo: Abolición del género.
[13] Lo mismo cabe decir de un hombre trans, que no es meramente un hombre, si no que es, ni más ni menos, un hombre trans. Sólo así, sólo entendiendo que las personas trans necesitan de una conceptualización propia que, allí donde sea necesario, permita un tratamiento distinto se puede entender en toda su necesidad y en toda su precisión el siguiente artículo 10 de la Ley 4/2024, de 15 de febrero, de no discriminación por motivos de identidad de género y de reconocimiento de los derechos de las personas trans (BOPV de 29 de febrero de 2024):

“CAPÍTULO III

ATENCIÓN SANITARIA DE LAS PERSONAS TRANS E INTERSEXUALES

Artículo 10.- Protección del derecho a la salud física y mental.

1.- Todas las personas tienen derecho al más alto nivel de disfrute de la salud física y mental, sin discriminación alguna por razón de identidad sexual o de género.

2.- El sistema sanitario público vasco, así como aquellas empresas o entidades que ofrecen un servicio sanitario concertado con financiación pública, deben tener en cuenta las necesidades específicas de las personas trans, con la finalidad de garantizarles el derecho a recibir la atención sanitaria en condiciones objetivas de igualdad.” (La negrita es nuestra.)

Sólo se tienen necesidades específicas dignas de necesidad y precisión si se tienen características específicas no necesariamente patológicas. Tanto se da sesgo discriminatorio en ver diferencias donde hay igualdad como en ver igualdad donde hay diferencias.
[14] Entrevista a Clara Serra, filósofa: “Apelar a los hombres es una revolución del feminismo”Isabel Valdés y Braulio García Jaén, El País27/08/ 2023.