GEOPOLÍTICA

Hegemonía y Flanco Sur

OTAN.
El Flanco Sur es un concepto negativo para denominar lo que no es del interés primordial de EEUU.

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Aunque la expresión es bastante más antigua, el Flanco Sur como realidad geopolítica puede decirse que se consolida en la Cumbre de la OTAN de Madrid de junio de 2022, que bajo el concepto estratégico de “Visión 360º de la Seguridad” incluye a Oriente Medio, el Norte de África y el Sahel como “regiones de interés” para el cometido de “prevención y gestión de crisis”, que la OTAN se autoasignó en 1991, cuando, ante el colapso de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, se quedó sin enemigo que justificara su seminal cometido de la Defensa Colectiva de sus miembros, hoy día enunciada (Comunicado final de la citada Cumbre de Madrid 2022) como Disuasión, Defensa y Seguridad Colectivas.

Un concepto, el de Flanco Sur, que España, una de sus principales promotoras, ha asumido con entusiasmo en la creencia de que el mismo puede contribuir a contar con la colaboración de la OTAN para enfrentar los posibles riesgos o amenazas procedentes, o con origen en, esos territorios expresamente incluidos en la Visión 360º de la Seguridad: Oriente Medio, el Norte de África y el Sahel.

El Flanco Sur es un concepto negativo, una forma de denominar a lo que no es el interés primordial de Estados Unidos

Pero, qué es exactamente el Flanco Sur. Un concepto negativo, una forma de denominar a lo que no es el interés primordial de Estados Unidos (y, por tanto, de la OTAN): la hegemonía mundial que hoy día, de diferentes formas y con diferentes posibilidades de éxito, le disputan y/o impiden China y Rusia y su cada vez más temida colaboración (que no alianza, al menos de momento) en los BRICS+.

La guerra de Ucrania es el más explícito ejemplo de este enfrentamiento por la hegemonía mundial en territorio europeo frente a la que se creía decadente (lo fue durante los años de gobierno del presidente Yeltsin) Rusia. Una guerra que se fue cociendo desde que, como mínimo, en 1985, el presidente Gorbachov empezó a tomar las riendas de una Unión Soviética amenazada de bancarrota y creyó posible un entendimiento con Estados Unidos y los países de la entonces llamada Europa Occidental. Disolvió la URSS y el Pacto de Varsovia y facilitó la entrada masiva del capital occidental en la hasta entonces llamada Europa Oriental, incluida la propia Federación Rusa. Y el capital occidental tomó, ocupó (y utilizo términos bélicos intencionadamente) la Europa Oriental (1), incorporándola progresivamente a sus estructuras e instituciones económicas y políticas (y, por tanto, militares o de seguridad si se prefiere), la Unión Europea, fuertemente ligada al capital estadounidense a través del Plan Marshall y los instrumentos de Bretton Woods (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, paso del patrón oro al patrón dólar en 1972, ulterior creación de la Organización Mundial del Comercio en 1995, etcétera) y la OTAN, teledirigida desde Washington a través de su fuerte aportación financiera y militar a la misma. Podríamos resumirlo como que quien paga, manda o poderoso caballero es don Dinero, viejos dichos del rico y sabio refranero español.

Pero no toda esa Europa conocida como Oriental, porque estaba bajo la égida de la Unión Soviética, era histórica y culturalmente homogénea. Gran parte de ella es culturalmente eslava, incluida la propia Rusia además de Bielorrusia, Ucrania y Serbia y, en ella, la asimilación no parece que haya tenido la misma facilidad de absorción. Por eso, puede decirse que la primera manifestación de esta guerra que ahora llamamos de Ucrania, se dio entre los meses de marzo y junio de 1999 con la operación de bombardeo Fuerza Aliada de la OTAN sobre Serbia, bajo el pretexto de forzarla a cesar la represión que estaba ejerciendo sobre los separatistas de su provincia autónoma de religión musulmana de Kosovo, obligándola a concederle la independencia como el séptimo país en que se había convertido la antigua República Federativa Socialista de Yugoslavia (en la que los eslavos ortodoxos eran los dominantes). Guerra de imposición y sumisión que coincide con la llegada al poder en Rusia de Vladimir Putin y su política nacionalista, de la que el paneslavismo es parte consustancial.

El Flanco Sur es para la OTAN una miscelánea compuesta de tres áreas geopolíticas: Oriente Medio, Norte de África y Sahel

El siguiente paso en la dirección de aislar y debilitar a Rusia será la presión sobre Ucrania entrometiendose en su política interna, en competencia con Rusia. Se tratará de evitar el gobierno del paneslavista Partido de las Regiones del presidente Yanukovich, para lo cual se teledirigirán y sostendrán la Revolución Naranja de 2004-2005 y el Euromaidan de 2014-2015, induciendo la reacción rusa en Crimea y el Donbass. La posible entrada de Ucrania en la OTAN, con la consiguiente posibilidad de bases y tropas de Estados Unidos/OTAN en su propia frontera, desencadenará lo que hoy conocemos como la guerra de Ucrania.

El Flanco Sur es, por tanto, para la OTAN, centrada en el frente europeo, solamente una miscelánea compuesta de tres áreas geopolíticas, Oriente Medio, Norte de África y Sahel, claramente diferenciadas. En una de las cuales, Oriente Medio, sin embargo, estalló, en octubre de 2023, con posterioridad a la adopción del concepto estratégico de Flanco Sur en junio de 2022, la guerra “de Gaza”, que es bastante más que “en Gaza”. No solamente porque se combate también en Cisjordania, en Líbano, en Siria, en Irak, en Yemen, en el mar Rojo y recientemente incluso (en contenida escala reducida) directamente entre Israel e Irán, sino porque si esta guerra se extendiese (improbable, pero no descartable) a otros países árabo-musulmanes del área podría terminar implicando a los BRICS+, de los que Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Etiopía ya forman parte, pudiendo arrastrar a países como China, India o Rusia y convirtiendo el área en un nuevo frente de confrontación por la hegemonía añadido al europeo y al del mar de la China.

Una situación que parece aconsejar separar a Oriente Medio del concepto de Flanco Sur concebido como escenario secundario de la lucha por la hegemonía, especialmente para los países europeos centrados, a través de la OTAN, en el frente europeo. Como mostraría el contraste entre el unánime y pleno alineamiento de los países europeos con Estados Unidos respecto a Ucrania en su guerra contra Rusia, con las importantes diferencias que muestran algunos países europeos, incluida España, en lo que respecta a la guerra en Gaza.   

El Flanco Sur, que tanto preocupa en Europa, es África, su vertiente mediterránea y su retaguardia sahero-saheliana

Así pues, el auténtico Flanco Sur, que tanto parece preocupar a los países europeos, fundamentalmente a los mediterráneos, es África, su vertiente mediterránea y su retaguardia sahero-saheliana. Y no precisamente porque en ellas se esté -o se pueda vislumbrar que en un futuro previsible se pueda estar- jugando la hegemonía que tanto preocupa a Estados Unidos y la OTAN, sino, fundamentalmente, por dos fenómenos que afectan e inciden directamente en la vida cotidiana de sus respectivas poblaciones: la inmigración y el terrorismo. Se podría decir que si la seguridad que preocupa (principalmente) a Estados Unidos y a la OTAN es la geopolítica (la hegemonía), para los países que han promovido y forzado el concepto de Flanco Sur también lo es la tranquilidad de sus poblaciones, supuestamente amenazada por los citados fenomenos: la inmigración y el terrorismo.

(Que se analizarán en una posterior segunda parte por razones de espacio).


(1) Ver explicación de este proceso en “Del fascismo al Plan Marshall”, Teresa Galeote. Nuevatribuna.