sábado. 14.09.2024

Es indudable que España debería jugar un papel importante en las relaciones entre Europa y América, por compartir un idioma común con la mayoría de sus habitantes, por los lazos históricos, culturales y familiares que nos unen desde hace siglos y por la buena acogida que en tiempos crueles dieron a nuestros exiliados. Venezuela se ha convertido en las últimas semanas en la noticia más publicada y comentada por los medios, el supuesto fraude electoral protagonizado por Maduro ha llevado a la nación bloqueada por Estados Unidos a acaparar la apertura de telediarios, tertulias y artículos periodísticos, colocando a los líderes de la oposición venezolana, rosario al cuello, en lo más alto del escalafón informativo.

Al bloqueo económico y político, sucede el cierre de filas de los gubernamentales, y a éste la sucesiva aparición de opositores venezolanos educados en Miami

No seré yo quien defienda a Maduro ni a su gobierno, entre otras cosas porque no tengo datos suficientes para evaluar la situación de su país desde que el manda, aunque está claro que la economía venezolana se ha deteriorado gravemente, que son incapaces de explotar adecuadamente las mayores reservas petrolíferas del mundo -cosa en la que tiene mucho que ver Estados Unidos, que espera la ocasión para hacerse con ellas gracias a sus estrechos vínculos con GuaidóLópezGonzález o Corina Machado- y que las libertades democráticas han sufrido un fuerte deterioro, aunque desgraciadamente Venezuela nunca fue un modelo a imitar. De nuevo un proceso “revolucionario”, en este caso improvisado y dirigido por personas de escasa formación y altas dosis de narcisismo mesiánico, ha entrado en la dinámica diseñada por el Pentágono según su manual para la sumisión de naciones díscolas. Al bloqueo económico y político, sucede el cierre de filas de los gubernamentales, y a éste la sucesiva aparición de opositores venezolanos educados en Miami que llevan autoproclamándose vencedores de las elecciones desde los tiempos de Carlos Andrés Pérez, íntimo de nuestro fascinante Felipe González. Ahora, de nuevo, con todos los medios y redes a su servicio, la oposición reaccionaria apoyada por la Casa Blanca aprieta el acelerador y el país de Bolívar se convierte en el epicentro informativo del mundo occidental, que es donde pasito a pasazo se está fraguando el nuevo fascismo, un fascismo tecnológico que amenaza con reducir a escombros los ideales de justicia, fraternidad y libertad que durante años fueron predominantes.

¿Es de verdad Venezuela el principal problema del planeta? ¿Es un problema vital para España?

Venezuela tiene un gravísimo problema, es un país muy rico en combustibles fósiles y materias primas que siempre ha estado pésimamente gobernado por una minoría criolla corrupta al servicio de la mayor potencia mundial. En la mayoría de los países iberoamericanos existe desde tiempo inmemorial un sentimiento antiyanqui que en los últimos tiempos está siendo sustituido, gracias a medios y redes, por un deseo irracional de imitación, hasta el punto de que la crítica contra el país del norte ha desaparecido hasta de los medios intelectuales más solventes. La reacción chavista tenía ese embrión, como lo han tenido otros movimientos similares en todo el continente, una contestación ante el vasallaje, ante la colonización, ante la pobreza extrema, ante la corrupción sistémica. Sin embargo, los chavistas ni tenían un programa claro ni tampoco sabían como ejecutar las cuatro ideas generales que alimentaban su respuesta. Es, por tanto, una vía muerta que terminará cayendo dados los gigantescos intereses económicos que hay puestos sobre el tablero. 

Desde hace meses contemplamos cómo una nación amiga y confesional, Israel, lleva aniquilando a miles de palestinos inocentes

¿Es de verdad Venezuela el principal problema del planeta? ¿Es un problema vital para España? No, no lo es, aunque como decíamos al principio de este artículo, nuestro país debiera hacer las veces de mediador para buscar una salida de progreso, libre de Maduro, pero también de los del rosario al cuello que sólo desean restablecer el viejo orden del privilegio y la corrupción sistémica. Desde hace meses contemplamos como una nación amiga y confesional, Israel, lleva aniquilando a miles de palestinos inocentes en una tierra castigada desde 1948, gracias a la decisión de Inglaterra y Estados Unidos, con más plagas que las que Dios envió a los desobedientes según cuenta la Biblia, libro indispensable para comprender todavía hoy que pasa en América. Me cuesta trabajo, mucho trabajo, entender por qué siguen viviendo allí los palestinos cuando la inmensa mayoría de los supervivientes han visto alguna vez bombardear su casa, asesinar a sus hijos, padres, hermanos, maridos, esposas, violar, destruir sus menguadas cosechas o impedirles algo tan esencial como pescar en el mar que les es propio. 

La atrocidad que se está cometiendo en Gaza y Cisjordania quedará marcada para siempre en los libros de historia

Volviendo al libro sagrado de los cristianos, no hay en sus páginas, pese a la intención de los redactores, ni una sola descripción del infierno que se aproxime a lo que están soportando los palestinos en su tierra. Es cierto que Israel sufrió un brutal atentado, pero también que es una economía de guerra, que se mantiene con la guerra y la muerte, porque en una democracia no se aniquilan pueblos, se detiene a los responsables, se les juzga y, en su caso, se les condena. No hay justificación posible para tanta barbarie, para tanto odio, para tanto dolor innecesario. La atrocidad que se está cometiendo en Gaza y Cisjordania quedará marcada para siempre en los libros de historia que, desde luego, muy pocos leerán. Empero, Gaza ya abre los noticiarios, los asesinatos masivos, la destrucción, la aniquilación, la tortura ya forman parte de nuestra vida cotidiana y lo contemplamos con la misma indiferencia con la que vemos un anuncio de Bankinter. Pero, cuando somos capaces de vivir como si nada pasara ante tal grado de deshumanización, es que nosotros también hemos perdido gran parte de nuestra humanidad.

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Venezuela y Gaza