viernes. 27.09.2024
Mario Draghi y Ursula von der Leyen
Mario Draghi y Ursula von der Leyen

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El reciente nombramiento de la Comisión Europea (lo más parecido a un gobierno que tenemos) ha coincidido en el tiempo con la publicación del informe Draghi, un informe encargado por la presidenta Ursula von der Leyen para fundamentar la política a desarrollar por la Comisión a lo largo de los próximos años. El informe Draghi contiene un análisis detallado de la situación actual de la UE, en comparación con los EEUU y una serie de recomendaciones que, en conjunto, pueden interpretarse como las bases de un programa de gobierno. Resulta de gran interés leer y meditar sobre el análisis y sobre las propuestas. Pero a mí me ha causado asombro la rotundidad y claridad con que plantea un cambio radical e inmediato de las políticas que, hasta aquí, han sido la normal.

Durante unos 30 años, tanto conservadores como socialdemócratas asumieron el marco conceptual del neoliberalismo. Este se basaba en la creencia de que los mercados, por sí mismos, libres de regulaciones y de la intervención del Estado, producirían prosperidad para todos. La crisis del 2008 fue la refutación más contundente de esta creencia. En los mercados financieros desregulados y libres de cualquier intervención del Estado, se desencadenó una crisis formidable que apuntó estuvo de colapsar el sistema financiero mundial. Rápidamente, la crisis bancaria se contagió al resto de la economía. Para evitar que colapsara toda la economía hubo que proceder a una intervención masiva del Estado mediante un rescate masivo con dinero público lo cual era anatema para los creyentes en el neoliberalismo. Desde entonces los economistas andan buscando un nuevo paradigma sin que, por ahora, se haya acertado a formular.

El informe Draghi contiene una serie de recomendaciones que, en conjunto, pueden interpretarse como las bases de un programa de gobierno

La propuesta más llamativa de Draghi es que la UE tiene que llevar a cabo una inversión masiva de unos 800.000 millones de euros al año destinada a la digitalización de la economía, la descarbonización y el aumento de la capacidad de defensa. Esta ingente cantidad de recursos debe ser puesta en juego por el sector público, en colaboración con el sector privado y puede ser financiada mediante deuda mancomunada. Como se ve, nada que ver con las políticas de austeridad que tanto daño hicieron en el período 2008 – 2012. El antecedente más cercano ha sido el fondo NG creado para hacer frente a la crisis inducida por la pandemia y que ha sido un éxito.

Desde el punto de vista conceptual, el sector público debe marcar el rumbo de la economía. Sobre todo, porque es, a todas luces evidente, que la “mano invisible del mercado” no encamina la economía hacia la descarbonización. Las fuerzas del mercado, por sí solas, tampoco van a crear la industria que se necesita para la defensa. Ni, mucho menos, nos libera de la dependencia exterior en semiconductores y materiales estratégicos. 

Como se ve, el informe Draghi, aunque no impugna expresamente el neoliberalismo, se sitúa en sus antípodas, puesto que es el sector público a quien toca pilotar este formidable impulso que se entiende es necesario para no perder el tren del cambio tecnológico que se está acelerando y que amenaza a Europa con quedar rezagada no sólo de EE UU: también de China.

Es notable que la iniciativa de este informe haya partido de la presidenta de la Comisión, que, como todo el mundo sabe, es miembro del PPE, o sea de la derecha. Y que la redacción del mismo le haya correspondido a un financiero sin adscripción partidaria, pero, como todo financiero más bien inclina a la derecha. En mi opinión esto da más fuerza y credibilidad al análisis y a las propuestas. Lo cual me lleva a confirmar que la izquierda no pasa por su mejor momento en Europa. En otros tiempos, propuestas como esta venían de la socialdemocracia.

El sector público a quien toca pilotar este formidable impulso que se entiende es necesario para no perder el tren del cambio tecnológico

Es una iniciativa que parte de la Comisión y no del famoso eje franco–alemán que antaño fue el motor de todos los cambios. En Francia nadie sabe cuánto durará el nuevo gobierno: más o menos lo que quiera Le Pen. En Alemania, el gobierno de coalición cosecha una derrota tras otra y no parece que pueda dedicarse a otra cosa más que a sobrevivir. El eje franco–alemán, pues, está gripado y, además, amenazado por el avance de la extrema derecha, enemigos de la UE.

Indirectamente, el informe Draghi es un alegato contra las propuestas de la extrema derecha. Una de las desventajas comparativas de la UE en relación con EE UU y, no digamos, China, es que a pesar de todos los avances Europa no es un mercado único mientras que China y EE UU sí que lo son. Las economías de escala favorecen, comparativamente, a chinos y americanos. Por ejemplo, en Europa, el mercado de las telecomunicaciones sigue fragmentado a escala nacional, con medio centenar de operadores que operan, salvo alguna excepción, en las fronteras nacionales, mientras en EE UU unos pocos operadores operan en todo el territorio nacional. La fragmentación es también la norma en el sector bancario y en otros sectores estratégicos. La conclusión evidente es que hace falta más integración europea, mientras que la extrema derecha “patriótica” pretende renacionalizar políticas y rescatar parcelas de soberanía nacional, justo lo contrario de lo que se necesita.

La conclusión es que hace falta más integración europea, mientras que la extrema derecha “patriótica” pretende renacionalizar políticas y rescatar parcelas de soberanía nacional

Lo mismo se puede decir de la emigración. En un horizonte no muy lejano se prevé un déficit de mano de obra. La solución que propone la extrema derecha es fomentar la natalidad (¿cómo?) y mientras deportar masivamente a los inmigrantes sin papeles. En conclusión, el informe Draghi no gustará lo más mínimo a la extrema derecha.

Por motivos distintos tampoco gustará a la extrema izquierda. En particular, no gustará nada la propuesta de aumentar las capacidades de defensa de la UE, en razón a que tenemos una guerra en nuestras fronteras que amenaza extenderse frente a lo cual no se puede contar con el paraguas defensivo de la OTAN.

La cuestión es si se puede crear un consenso suficiente en torno a un programa de gobierno como este. La elección de la presidenta y la creación de la Comisión ha sido fruto de un consenso entre conservadores, liberales y socialdemócratas. Tengo algunas dudas de que tanto conservadores como liberales apoyen este cambio radical por las presiones de la extrema derecha.

Para acabar, la elección de Ribera para el cargo de vicepresidenta Primera me parece un acierto. Por ser socialista y por ser mujer, vale, pero ante todo y, sobre todo, por su probada competencia al frente del Ministerio de la Transición Ecológica.

Un cambio radical en Europa