viernes. 27.09.2024
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¿Quién ganará las elecciones del próximo 5 de noviembre? Sólo Harris o Trump pueden ganarlas y por ahora tienen parecidas posibilidades de lograrlo.

La campaña electoral sigue dividiendo y polarizando a la ciudadanía estadounidense, sin que acontecimientos como la renuncia de Biden y su sustitución por Harris o los dos atentados contra Trump hayan despejado las dudas sobre el ganador. Finalmente, no se conocerá el nombre del nuevo inquilino de la Casa Blanca hasta que los 538 miembros del Colegio Electoral emitan su voto y lo elijan por mayoría absoluta (a partir de 270 votos). Esa votación del Colegio Electoral, que es la decisiva, no se producirá hasta el 16 de diciembre (el primer lunes tras el segundo martes de diciembre).  

El propósito de estas líneas es explicar las razones que permiten pensar que estas elecciones implican una pugna real entre dos proyectos divergentes de país. Harris y Trump no son los mismos perros con distintos collares.

El resultado electoral en EEUU condicionará el nuevo orden económico mundial por construir

En todo caso, el resultado electoral condicionará el nuevo orden económico mundial por construir. Las condiciones de vida y trabajo de buena parte de la humanidad durante la próxima década se verán influidas por las circunstancias y contingencias que resulten de la pugna entre estos dos proyectos de país. Cualquier demócrata haría bien en desear a Harris la máxima fortuna en su empeño de cerrar el paso a Trump y convertirse en la primera presidenta de EEUU. No da lo mismo quien gane estas elecciones.

Dos proyectos divergentes

Antes de entrar en harina, conviene hacer una advertencia: los nuevos modelos de capitalismo y globalización por construir no se van a decidir de una sola vez, por mucho que el resultado electoral del 5 de noviembre pueda tener un impacto significativo en su configuración, ni sus contenidos van a depender en exclusiva de la voluntad de EEUU, sea quien sea la persona elegida para interpretar y aplicar esa voluntad.  

Harris y Trump comparten el objetivo de preservar una hegemonía global que viene siendo cuestionada

Si se observaran desde la luna los proyectos de país que ofrecen Harris y Trump se apreciarían elementos comunes. Ambos comparten el objetivo de preservar una hegemonía global cuestionada y ambos pretenden superar aspectos centrales del consenso económico neoliberal que ya no son funcionales y necesitan ser redefinidos para que el capitalismo estadounidense recupere su capacidad de generar crecimiento, renueve el apoyo social del que aún goza y facilite las grandes y necesarias transformaciones comprometidas o en curso. Esos rasgos compartidos existen y tienen su peso. Vistos desde la luna, los proyectos en liza parecen y son intercambiables.

Sin embargo, cuando esos proyectos se examinan de cerca predominan los desencuentros. A ras de tierra, en las propuestas en las que se juegan las condiciones de vida de la población, el avance o el retroceso de derechos y libertades, la posibilidad de evitar las catástrofes climática y militarista que están al acecho o las políticas económicas de las que dependen buena parte del bienestar de la mayoría, resulta obligado reconocer los distingos y las diferencias que separan sus programas.

Las políticas económicas de Biden desde 2020, año de la pandemia, marcaron distancias con el consenso neoliberal

Las políticas económicas impulsadas por el presidente Biden desde 2020, el año de la pandemia y la explosión de una crisis multidimensional de enorme envergadura, marcaron distancias con el consenso neoliberal que había reinado en las cuatro décadas anteriores. Ese distanciamiento adquirió en EEUU mayor intensidad y consistencia, pero algo similar ocurrió en la UE y en todo el mundo capitalista desarrollado.

Lo previsible es que gane quien gane estas elecciones, la acción política del gobierno estadounidense seguirá alejándose del consenso neoliberal en crisis. Tanto Harris como Trump trabarán la liberalización y desregulación del comercio internacional y la inversión extranjera e impulsarán, con una regulación y financiación públicas crecientes, su poder militar, la reindustrialización y el avance de la investigación y el desarrollo hacia nuevas fronteras tecnológicas. Ni Harris ni Trump ofrecen una alternativa a ese movimiento de distanciamiento del neoliberalismo; pero que tengan que afrontar las mismas tendencias de fondo o se vean arrastrados por parecidos vientos no significa que las diferencias entre sus proyectos de país sean menores.

Las propuestas en liza

En las propuestas económicas de Trump cabe destacar tres aspectos: primero, el aumento de los derechos de aduana sobre todas las importaciones, ignorando sus costes económicos (inflación o guerras arancelarias) y creyendo en ideas económicas simplistas que ya demostraron su fracaso en 2018 y 2019, cuando el entonces presidente Trump aumentó los aranceles a las importaciones chinas desde una media del 3% al 21% e inició una guerra comercial que no ha hecho más que endurecerse, sin que sus supuestas bondades (proteger el mercado interno y la facturación de las empresas estadounidenses o favorecer la relocalización en EEUU de actividades económicas antes deslocalizadas) se hayan materializado; segundo, la anulación de la Ley de Reducción de la Inflación aprobada en 2022, pretendiendo dejar sin efecto sus contenidos progresistas (que ya habían sido recortados durante su tramitación legislativa por la oposición republicana y las reticencias de representantes demócratas) a favor de una estrategia industrial verde, frenar los poderes oligopolistas, recuperar el poder de compra de las familias de las clases medias y trabajadoras o reforzar la protección social; y tercero, el recorte sustancial de la inmigración mediante deportaciones masivas, más muros fronterizos y mayor presión policial, judicial y social, medidas costosas y poco eficaces que alimentarían un nacionalismo excluyente e irrespetuoso con los derechos humanos que siempre acaba alentando derivas racistas, xenófobas y autoritarias.

Estas propuestas ocasionarán un aumento de la inflación y las tasas de interés que pagarán la mayoría de la ciudadanía, cuyo poder de compra se vería menguado, y la mayoría de las empresas, a la que afectaría la reducción de la demanda y el encarecimiento o aplazamiento de sus planes de inversión. Factores que generarían empobrecimiento, desigualdad o crispación social y alentarían las tendencias a favor de una salida iliberal al desorden, la desprotección social y la incertidumbre tan irresponsablemente creados.  

Todo un mundo separa las medidas y pretensiones reaccionarias de Trump de las propuestas de Harris

Las propuestas que esboza el programa de Harris suponen una orientación política y económica muy diferentes. Algunos ejemplos sirven para concretar las diferencias:

- Continuar la estrategia de reindustrialización verde iniciada por Biden, encaminada a impulsar la productividad y competitividad de los sectores con más futuro y capacidad de crecimiento.

- Impulsar la economía de los cuidados y mejorar su financiación, que hasta ahora descansa fundamentalmente en los créditos fiscales y en la reducción de las deudas estudiantiles o médicas.

- Controlar los precios de las medicinas y aumentar la competencia en la industria de la salud para reducir los gastos sanitarios.

- Facilitar el acceso a la vivienda, ofreciendo exenciones fiscales para la construcción de primera vivienda, subvenciones para compradores e inquilinos o estableciendo límites a la compra de viviendas por inversores financieros y especuladores.  

Propuestas que indican una revalorización de la intervención pública, la importancia de la reconstrucción de las clases medias y la necesidad de reconocer la acción y el poder de negociación sindicales o la actuación de sindicalistas, activistas climáticos y empresas que invierten en sostenibilidad y expansión de las tecnologías que favorecen la descarbonización de la actividad económica.

La mayoría de estas medidas necesitarán más financiación pública, lo que exigirá cuadrar el círculo de reducir la presión fiscal sobre las clases medias y trabajadoras y aumentar la presión fiscal sobre los beneficios en alza de las grandes empresas, las rentas más altas y los grandes patrimonios. Lo que implica adoptar una visión más amplia y flexible sobre la política fiscal y sus importantes funciones.

Todo un mundo separa las medidas y pretensiones reaccionarias de Trump de las propuestas de Harris, aunque éstas últimas no conformen un programa de izquierdas.

¿Qué posiciones de la izquierda ante esta encrucijada?

Hay una izquierda que se contenta con ser profeta del nuevo mundo que tarda en aparecer o con anunciar las catástrofes sin fin que genera el viejo mundo que se resiste a ser sustituido. Hay otra izquierda que centra sus afanes en influir sobre la acción política que impulsa el cambio posible y en tratar de ensanchar el horizonte de lo posible. Esas dos líneas de pensamiento y acción siguen vivas en las filas de la izquierda, forman parte de su historia e inspiran parte de sus quehaceres y debates políticos. La cuestión sólo empieza a ser problemática cuando las dos pulsiones chocan entre sí.    

Ante el dilema electoral, la estrategia de los actores políticos y sociales que representan a las fuerzas progresistas de EEUU no se ha situado por encima o al margen de la disputa política real entre los dos proyectos de país. La gran mayoría respalda el proyecto que encabeza Harris, aunque no han desaparecido los rechazos que consideran que ambos proyectos son más de lo mismo y obstaculizan el verdadero cambio.

Lo que las izquierdas y las fuerzas progresistas de EEUU han tenido que discernir en estas elecciones es si el consenso o nuevo pacto social progresista puede avanzar desde el apoyo a la candidatura de Harris, pese a sus insuficiencias, o si no hay nada que hacer y da lo mismo que gane Trump. La mayoría ha optado por apoyar a Harris. 

Las dudas de las izquierdas y las fuerzas progresistas de EEUU van más allá del dilema votar o no votar a Harris

En el actual momento político, de crisis y sustitución de los modelos y consensos neoliberales en decadencia, las dudas de las izquierdas y las fuerzas progresistas de EEUU van más allá de un dilema, votar o no votar a Harris, que mayoritariamente está superado. El problema a resolver es cómo pensar y encontrar una práctica política capaz de conjugar el objetivo esencial de defender y consolidar la democracia, que es compartido por la mayoría de la sociedad y el conjunto de las fuerzas democráticas frente a una extrema derecha en ascenso, con las tareas esenciales de nuestro tiempo en las que continuará la confrontación entre izquierda y derecha: mejorar los derechos y las condiciones de vida de la mayoría social, hacer avanzar la descarbonización de la actividad económica, impulsar una transformación a favor de estructuras, especializaciones productivas y energías con futuro o frenar la deriva militarista de las relaciones internacionales.

En definitiva, se trata de cómo lograr que la inevitable y conveniente pugna política entre izquierda y derecha se enmarque en la tarea de construir un amplio y heterogéneo campo de alianzas que abandere la defensa inequívoca de la democracia, los derechos humanos y un orden mundial inclusivo y pacífico regido por reglas multilaterales abiertas a las necesidades de desarrollo de los países más pobres y empobrecidos.

¿Kamala Harris o Donald Trump? Una disyuntiva real entre dos proyectos de país