TELEVISIÓN

El minué del viernes

El minué (Escena de carnaval). Giandomenico Tiepolo (1756)

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Celín Cebrián | @Celn4

Entrados ya en junio, seguimos bailando al son de las noticias, manipuladas para desenfocar la realidad. No sabemos hacer de nosotros mismos. Y la incertidumbre sigue volando a nuestro alrededor como si fuera un mosquito a punto de picarnos. Mientras en España se van multiplicando los reinos de Taifas en cada ayuntamiento.

El sol empuja hacia la verdad en la palabra, con tanta luz como hay. Por las tardes, tenemos tenis, fútbol y toros, además de esas series de diseño para hacer dinero que son como los autobuses del Imserso, porque en ellas han metido a muchos actores y actrices, ya con una edad, para que evitar que vayan al paro. Spielberg dijo que la pantalla era un pesebre para aburridos. Por eso por las tardes, por las televisiones, nos ponen la merienda asada en la parilla, que tiene más rayas que una cebra, para que la vayamos rumiando tranquilamente. El ser humano es muy de series: radiofónicas, televisivas…, las propias del barrio, incluso hemos hecho series con las creencias. Luego las representamos en las procesiones.

La vida tiene que ser otra cosa distinta, algo que no nos tenga en un rincón a la sombra matando el tiempo

Ay, los viejos esquemas. La vida en colores… La vida en rosa de famosos y reyes. La vida como un submarino amarillo en el que sondeamos los mares creyéndonos ballenas que comen grill y plancton en vez de gambas al ajillo y bocadillos de calmares, que fue el alimento de la Contrarreforma. Si tengo que elegir, prefiero una lata de caballitas o de jurel, que sigue teniendo el olor del Pacifico, que no tiene memoria.

Se hace necesario que saquemos del armario la sensatez para recuperar la dignidad que nos quede y dejemos en reposo el traje príncipe de Gales para cuando llegue el momento oportuno. Tenemos que desahogar el corazón antes de que explote y salte por los aires en busca de la luz o de la vida, ya que aquí abajo la estamos pisando como se pisa una servilleta de papel, las mondas de los cacahuetes o las cabezas de los langostinos en las barras de los bares. La vida tiene que ser otra cosa distinta, algo que no nos tenga en un rincón a la sombra matando el tiempo. Como diría Cernuda “apresemos el tiempo, antes que el tiempo venga a dormir en nuestros brazos”.