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'The Bear' T3: entre fuegos y fantasmas en la temporada más Intensa

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Jaime Polo | @lovacaine

La tercera temporada de The Bear, la cual se encuentra ya disponible en Disney +, confirma lo que muchos ya intuían desde sus primeras entregas: esta serie ha trascendido su premisa inicial para convertirse en una exploración profundamente humana de los mecanismos que nos impulsan a perseguir la perfección, incluso cuando esa búsqueda se da en medio del caos. Si las dos primeras temporadas sirvieron como un lienzo en blanco, aquí vemos cómo la historia empieza a adquirir las formas y colores de un cuadro que desafía las expectativas, al tiempo que juega con las tensiones entre el arte y el oficio, el pasado y el presente, lo crudo y lo cocido.

La serie se inscribe en la rica tradición narrativa de obras que examinan el peso de la herencia y el legado familiar

La serie se inscribe en la rica tradición narrativa de obras que examinan el peso de la herencia y el legado familiar. En muchos aspectos, recuerda a la cruda y visceral tensión de Whiplash (2014), donde la búsqueda de la perfección consume y transforma a sus protagonistas. Al igual que en la película de Damien Chazelle, The Bear nos muestra cómo el deseo de excelencia puede ser tanto un don como una maldición.

La tercera temporada avanza con un ritmo meticulosamente calculado, casi como si siguiera la estructura de un menú de degustación cuidadosamente diseñado. Cada episodio es un plato que revela nuevas capas de sabor, texturas y significados. La dirección y el guion de Christopher Storer continúan demostrando una maestría que recuerda a la precisión de un chef Michelín, donde nada es superfluo y cada detalle cuenta. Las metáforas culinarias no son gratuitas aquí; la cocina de The Bear es un microcosmos donde los ingredientes se mezclan y se enfrentan en un ballet de sabores y tensiones humanas.

Las relaciones entre los personajes son el verdadero núcleo de esta temporada, y el guión se mueve entre la camaradería y la confrontación con la misma fluidez que uno encontraría en las mejores novelas de relaciones humanas como La montaña mágica de Thomas Mann. Los conflictos entre los miembros del equipo, especialmente con la brillante Sydney Adamu (Ayo Edebiri), recuerdan a las luchas internas por el poder y el reconocimiento en las instituciones cerradas, ya sea un hospital, una academia o, en este caso, una cocina.

Y bueno, me ha entrado mucha hambre viéndola.