OBITUARIO

Teresa Gimpera, la actriz y modelo que tenía la capacidad innata de seducir

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Celín Cebrián | @Celn4

Ayer martes, 23 de julio, falleció Teresa Gimpera a los 87 años, la que fuera la “Gim”, para unos, y la “it girl”, para otros…, en definitiva, la mujer que revolucionó la moda y la vida desde Barcelona.

Teresa Gimpera siempre destilaba glamour y solía hablar de la muerte con normalidad, sin complejos. Dejó dicho que, cuando llegara la hora, le pintaran los labios con el rojo que tanto le había caracterizado en la pantalla. La escritora y amiga Maruja Torres, le ha mandado un mensaje: “J´arrive, ma belle” (“ya voy, querida”). Incluso se atrevió a darnos consejos para llegar a la madurez de manera espléndida. Quizás se atrevió con todo, con las cuestiones sensibles y a la vez divertidas como pudiera ser la metamorfosis del cuerpo, con la seducción, la vida amorosa y sexual, la armonía de la vejez, el futuro… Y como titula en su libro, “Eso se nota por fuera…”.

La trayectoria de Teresa Gimpera en el cine está marcada por su capacidad innata de seducir desde el misterio

Modelo, actriz de cine, de teatro y televisión…, además de empresaria, gracias a su agencia de modelos “Gimpera Models”, era una mujer guapa, elegante, refinada e inteligente, que se coronó Lady España y Lady Europa en 1969, descubierta a los 21 años por el fotógrafo Leopoldo Pomés, y que, con el tiempo, acabaría recibiendo el apelativo de “la chica de la tele”. Sin embargo, sería en el cine donde dejaría una mayor impronta en títulos como “La colmena” de Víctor Erice, “La ciutat cremada” junto a Ángela Molina, “Vida conyugal” con Ana Belén o “Juego sucio en Panamá”, con Mickey Rooney. En 1990 obtuvo el Premio de la Asociación de Cronistas del Espectáculo de Nueva York como mejor actriz secundaria por “Asignatura aprobada” de José Luis Garci y en el 2010 la Medalla del Trabajo de la Generalitat. Es más, en 2017 fue reconocida con la Creu de Sant Jordi. 

Manifestaba haber tenido una vida feliz con todos sus problemas. Sus padres habían sido republicanos y los primeros años de su vida los pasó en el exilio, concretamente en un hotel abandonado en Pas-de-Calais, mientras su padre estaba preso en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Nacida en Igualada en 1936, estuvo casada con Octavio Sarsanedas, padre de sus tres hijos (el menor falleció tras una larga lucha con las drogas). Tras el fracaso de su primer matrimonio, conoció al actor estadounidense Craig Hill con quien compartió posiblemente los años más felices de su vida. Se conocieron en el rodaje de “Amenaza Black Bo”" y se casaron tras veinticinco años de relación. Por su vida pasaron estrellas como Brigitte Bardot, Claudia Cardinale, con la que rodó “Las petroleras”… Llegó a tener un pequeño papel en “Topaz” de Alfred Hitchcock. Al morir Craig Hill en el año 2014 en su vida se produjo un punto de inflexión. Su amiga Colita, una de las cronistas fotográficas de Barcelona llegó a afirmar que “cuando Gimpera y Hill entraban en un local la gente se les quedaba mirando porque eran hermosos dioses”.

Modelo, actriz de cine, de teatro y televisión…, además de empresaria, gracias a su agencia de modelos “Gimpera Models”, era una mujer guapa, elegante, refinada e inteligente, que se coronó Lady España y Lady Europa

La trayectoria de Teresa Gimpera en el cine está marcada por su capacidad innata de seducir desde el misterio. Siempre sabía guardarse algo: ya fuera físico o anímico. Por otra parte, sus aventuras cinematográficas iban todas ligadas a su presencia incesante en los anuncios publicitarios de la época, por lo que Teresa Gimpera pasó a ser un objeto de deseo. Y esto se trasladó también a la pantalla. En 1965, Vicente Aranda, le ofreció un papel en “Fata Morgana”. No era el primer papel que le ofrecían, pero sí el primero que aceptó. No solamente personificaba una idea de la mujer, sino que la de un país diferente. Servía hasta para anunciar un par de medias: nada mejor que una mujer moderna. Lo anunciaba todo. Ernest Urtasun, Ministro de Cultura del Gobierno de España, ha dicho: “Teresa Gimpera tenía el aura y el talento de las grandes actrices de su tiempo. El cine no siempre acompañó a su valía interpretativa, pero brilló en todos los papeles de su carrera, como modelo pionera y rostro de una ilusión colectiva de libertad. No lo olvidaremos”.

Su figura moderna, atractiva y sensual, cautivó las miradas de todos. Su primer anuncio fue de una marca de cerveza. Hizo también otros de deportes para grandes marcas e incluso desfiló como modelo. Y pronto también se convirtió en uno de los iconos de la Gauche Divine de Barcelona, un movimiento de intelectuales y artistas de izquierdas de la década de los sesenta/setenta, antifranquistas, hijos de la burguesía catalana, que eligieron Bocaccio como su centro de operaciones, en la calle Muntaner, 505, donde la felicidad olía a wiski. En la planta de arriba se hablaba y en la de bajo se bailaba. La discoteca que Serrat definió como un aquelarre de gente que convocaba a los dioses de la vida y la libertad. Un movimiento con sus contradicciones, certezas y paradojas, que, con el tiempo, aunque cada uno ha ido ajustando sus cuentas, hasta ahora nadie ha dicho la última palabra. 

Hay dos momentos que marcan su arranque: uno, la edición de su primera novela: “La torre del vicis capitals” en 1968; otro, la apertura en 1967 de Bocaccio, la discoteca en la que estas divinidades encontraron su templo y la que les dio autenticidad, más allá de las imitaciones de lo que hacían otras deidades en París, Milán…Londres… En Madrid, atizando la hoguera intelectual, se encontraban Umbral, Buero Vallejo, Gerardo Diego… En Barcelona, más cercana a la frontera, soplaban otros aires. Y esto era algo decisivo en aquellos años en los que había una extraordinaria ebullición cultural y política. En ese grupo había arquitectos, cineastas, artistas, cantantes, escritores y editores. En su gran mayoría eran nens de la casa bona (niños bien), hijos de esa burguesía catalana que nunca aceptó el régimen de Franco. Todos guapos, jóvenes, brillantes, snobs fascinados por la imagen. Como dijo Oriol Regás a la escritora Ana María Moix en 1971 “gente de izquierdas que hacía lo posible por vivir como gente de derechas”, como confesó Román Gubern tiempo después: “Sí, la mayoría éramos hijos de papá, pero por eso podíamos hacer otras cosas constructivas que no podían hacer los pobres obreros”. 

Todos veraneaban en la Costa brava, visitaban a Dalí y cruzaban los Pirineos para ver el cine de Buñuel. La lista sería demasiado extensa: Ricardo Bofill, Jorge Herralde, Esther Tusquets, Pere Gimferrer, Juan Marsé…, y Teresa Gimpera. Es decir la crema de la intelectualidad catalana, trasnochadores que burlaron la represión y la censura. Era el discreto encanto de…, la burguesía, en este caso catalana. Fue un soplo de aire fresco, quizás una necesidad. Eran europeístas, cosmopolitas y antifranquistas. También sentimentalmente liberales, que fue como los llegó a definir Manuel Vázquez Montalbán en las páginas de la revista Triunfo. 

Nos quedaremos con esa piel que había ido adquiriendo una luminosidad estupenda. Gracias, Teresa.