JUEGOS OLÍMPICOS PARIS 2024

La otra cara de la ceremonia inaugural de París 2024

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No todo fue grandeur en París la tarde del 26 de julio, durante la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos. Parisinos y visitantes sufrieron las consecuencias de una jornada agridulce -perturbada por el extraordinario dispositivo de seguridad y el mal tiempo- que nadie olvidará.

Hasta las 19:30, no fue fácil desplazarse por la ciudad, que viene soportando desde hace días enormes atascos de tráfico y el ruido constante de las sirenas de coches y motos de la policía. Si la solución era moverse en Metro, mala idea. A las estaciones cerradas con aviso previo (Invalides, Concorde, etc.) se unieron otras muchas (Passy, Bir Hakeim, Dupleix), clausuradas de pronto y sin información en los vagones y en las estaciones. Caminar varios kilómetros fue la única opción. Pero ¿hacia dónde? El centro, vallado y repleto de controles, fue un infierno. Hay quien ha estimado en un 5% la superficie de la ciudad afectada por el perímetro de seguridad junto al río Sena. Calles muy poco concurridas, comercios a medio gas… un paisaje excepcional en una zona que suele estar abarrotada. Miles de policías llegados de todo el país controlaban cada acceso, cada cruce, cada esquina, pero en muchos casos eran incapaces de dar una indicación correcta, por no conocer París. Un desolé servía de poco. Mapa, GPS y vuelta a empezar. 

La sensación de estar asistiendo a un momento histórico y las pantallas que servían la señal de TV ayudaron a aguantar el chaparrón. Las actuaciones musicales de primer nivel pasaron inadvertidas

Lo peor vino después. La lluvia empezó al mediodía pero, después de una tregua, la meteorología habitual de París se convirtió en protagonista absoluto. Cuando se inició la ceremonia, empezó a caer agua con fuerza. Los más previsores iban provistos de chubasqueros, que también usaron los mandatarios, la “familia olímpica” y los invitados vip. La sensación de estar asistiendo a un momento histórico y las pantallas que servían la señal de TV ayudaron a aguantar el chaparrón. Las actuaciones musicales de primer nivel pasaron inadvertidas. 

Muchos turistas extranjeros -que habían pagado un dineral por entradas en tribunas al descubierto (previsión mínima, pero todo sea por el espectáculo de TV)- empezaron a marcharse después de ver (y fotografiar) el barco de su país. Los galos esperaron hasta el final, cuando el barco del país organizador surcó el río, y a partir de ahí… desbandada general, sobre todo familias con niños pequeños.

Cuando Rafael Nadal se abrazaba con Zinedine Zidane, el caos estaba instalado, de nuevo, en el Metro, que se convirtió en una ratonera

Quizá muchos pensaron que podrían ver la segunda parte de la ceremonia en sus casas, después de secarse y cambiarse de ropa. Cuando Rafael Nadal se abrazaba con Zinedine Zidane, el caos estaba instalado, de nuevo, en el Metro, que se convirtió en una ratonera. La línea 6 fue cerrada e impidió a muchos viajeros llegar a Étoile, la estación del Arco del Triunfo, clave en la red. Cualquier combinación alternativa por el centro, o por líneas periféricas, suponía dar una vuelta tremenda. Cerradas también estaciones con posibilidades de transbordo, como Javel-André Citröen, Michel-Ange-Auteuil. Una ratonera.

Tampoco fue fácil para los periodistas acreditados. Acceder a la zona de Trocadero fue privilegio de unos pocos. Otros muchos -que habían tenido la “fortuna” de acceder a una zona situada entre el puente de Austerlitz y Nôtre Dame (al principio del recorrido) se encontraron con un panorama inesperado, al no tener asiento. Las mayores quejas, de los gráficos, sin posiciones de trabajo asignadas, en una zona a la que finalmente entraron muchas personas con acreditación pero sin la famosa “pegatina” de los eventos de alta demanda. Los más previsores lo vieron en el Centro de Prensa y -en el caso de los españoles- en Casa España, sede del COE en ellos Juegos.

Mucha gente aceptó el desafío de la meteorología y caminó media ciudad para ver, en la distancia, el espectáculo de luz y sonido de la torre Eiffel y el globo aerostático que se elevó al encapotado cielo después de que Marie-Josée Pérec y Teddy Riner encendieran el fuego olímpico, que iluminará la “ciudad-luz” hasta el 12 de agosto.