CINE

El 'Me Too' de Zoë Kravitz llega al cine

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Sofia Chiabolotti | @sofiachiab

“Parpadea dos veces si estoy en peligro” es la broma siniestra que abre el baile y da título a la primera película dirigida por Zoë Kravitz.

El magnate de una empresa tecnológica pide perdón por sus errores. El rostro arrepentido y la mirada inocente de Slater King, interpretado por Channing Tatum, se dirige hacia un público indefinido. El espectador no sabrá nunca la razón de sus disculpas, pero no le será difícil llenar los deliberados vacíos del relato.

Los casos de Harvey Weinstein y Jeffrey Epstein –solo por hablar de los depredadores sexuales más mediáticos–, nos han enseñado que el poder tiene siempre el mismo rostro. El Me Too ha actuado como una bala perdida. Sin ver por dónde iba a llegar, de pronto se nos explotó en la cara abriendo escenarios que desconcertaron por sus dinámicas impunes.

Quedó atrás lo de quemar sostenes y enseñar los pezones. Hay que utilizar las armas del macho alfa pagar ganar, el mensaje feminista del thriller psicológico ‘Parpadea dos veces’

Pero quizás no se habló lo suficiente del lado adictivo de ese poder. Frida, la protagonista femenina interpretada por Naomi Ackie, es una joven mujer que trabaja de camarera esperando a que llegue su momento de éxito profesional y revancha social.

Halagada por el interés que el joven magnate le manifiesta, acepta ir a la lujosa finca en una isla de algún lugar no bien definido de Centroamérica. Ahí, la vegetación crece como en una novela del cubano Alejo Carpentier, y las serpientes amarillas son un vago espejismo de lo real maravilloso que García Márquez describía de Macondo.

Lo que sube baja

Junto a un nutrido grupo de hombres de negocios y voluptuosas mujeres, todo se vuelve bonito. Las botellas de vino más exclusivas acompañan jugosos filetes de carne, servidos por mayordomos en uniforme negra que se mueven al compás. El sol filtra a través de las hojas de palmeras frondosas, para caer al final en la superficie cerúlea de la piscina y dispersarse en pequeños cristales.

Preciosa la fotografía en todos sus contrastes, Adam Newport-Berra hace magia. No hay medidas a medias: el rojo y el blanco estarán presentes desde el comienzo hasta la ultimísima escena. Mutando a lo largo de la película en relación coordinada con la psicología de los personajes, los giros de la trama y los repentinos cambios de encuadre.

Zoë Kravitz lo apuesta todo para ir creando un clímax ascendente de preocupación, angustia y terror. Desde el plano detalle recurrente y el plano medio corto de los actores, abruptamente interrumpido por los planos generales de la finca. Hasta el uso casi constante del efecto vibración, con las frecuencias bajas ampliadas para que al espectador se le revuelva el estómago. 

La película de Zoë Kravitz no es ni más ni menos feminista que las de sus colegas hombres. Porque nos muestra que el poder tiene el mismo atractivo que una raya de coca. Y las drogas, se sabe, no discriminan

A los cinéfilos impertérritos les explotará la cabeza por la cantidad de referentes (¿homenajeados?). No sin nostalgia recordarán la escena inicial del Crimen perfecto de Hitchcock, pero sí con indiferencia oirán los ecos de la película Shutter Island de Martin Scorsese. 

Sorry, I’m a lady

Lástima que en Parpadea dos veces haya solo buenas intenciones sin fundamento. Los psicópatas de Hitchcock eran refinados porque respaldados por la maestría del montaje. Los locos de Amenábar tenían su razón de ser porque rodeados por una escenografía acorde a su locura. Los primeros asesinos de Tarantinoeran simpáticos, fascinantes algunos, porque el guion les favorecía.

Mucho se está hablando también, en los periódicos españoles y extranjeros, de la importante carga feminista. Sin embargo, la película de Zoë Kravitz no es ni más ni menos feminista que las de sus colegas hombres. Porque nos muestra que el poder tiene el mismo atractivo que una raya de coca. Y las drogas, se sabe, no discriminan.